miércoles, 14 de septiembre de 2022

Dance (España)

 


En Aragón (España) se denomina Dance (a veces escrito Danze), a una representación teatral popular, en donde ocurren la danza y la pastorada, el mimo y la poesía como elementos integrantes de la misma, en la que hay diálogos entre pastores, moros y cristianos, pugnas entre el bien y el mal (ángel y el diablo), recitado de romances y de la que forman parte las danzas con palos, espadas, arcos y cintas.

Es un elemento característico del folklore aragonés, aunque varía de manera significativa entre un lugar y otro. Es una especie de Moixiganga. Se formó a partir del siglo XVII a partir de la pastorada de Ribagorza, de carácter religioso, en la que se rinde pleitesía al patrono del lugar. Ajeno al propósito inicial de teatro popular es el elemento lúdico puro, el baile, que rompe la continuidad de los diálogos y que, en las músicas que se conocen, es moderno, a lo sumo del siglo XVIII, aunque el remoto origen pueda entroncar con las danzas agrícolas que golpean la tierra con palos, o de espadas de la Edad de Bronce. Geográficamente, el Dance debió partir de la zona pirenaica hacia el sur. Los diversos elementos pueden tener orígenes y cronologías distintas. Los instrumentos musicales, salvo el chiflo y el salterio, conservados en el Dance de Santa Orosia, son comunes a toda España: dulzaina, flauta de pico, tambor y gaita de fuelle. Probablemente la difusión de los Dances se debe a la agudización de la devoción en el siglo XVII, imitándose un pueblo a otro, muchas veces con el simple cambio del nombre del patrono, lo que se nota en el cambio de medida del verso correspondiente. En pleno siglo XVIII hubo una corriente hubo una corriente erudita adversa a los Dances, tanto por parte de las autoridades civiles como de las religiosas, tal vez por la severa crítica a personas e instituciones y por la ingenuidad de las exposiciones hagiográficas (composición biográfica acerca de los santos) o de las loas. Se conocen numerosos casos de airadas protestas de los pueblos contra estas prohibiciones. Hacia mitad de ese siglo, los textos, más o menos corruptos, desaparecieron y luego fueron recompuestos erudíticamente, aunque no siempre de forma solvente.
Para la aportación erudita a los textos del Dance es muy útil el de Nuestra Señora de Magallón, de Lecineña, del 13 de marzo de 1837, con letra de Jerónimo Borao, publicado en Zaragoza en 1864 y con la siguiente nota explicativa: “los Dances vienen de antiguo y suelen cantarse en la iglesia y después en las calles y plazas. Apenas se conservan sino en la Corona de Aragón, lo cual aumenta su curiosidad, pero suelen escribirse por personas indoctas y apenas versificadoras, y esto ha desviado de su estudio aún a los sujetos más aficionados a la poesía popular”. En un Dance, además de los textos versificados, precisa de un acompañamiento musical y de unas melodías que sirvan de sostén a las danzas tan importantes como el texto a representar en un Dance. Netamente populares, los Dances son tan solo las creaciones de mayorales y muchas son obras de clérigos que intentan alabar al patrono, postular el triunfo del cristianismo y sus verdades, haciendo un intento de asentar una conciencia frente a los moros y turcos, según la mentalidad de la época de la expulsión de los moriscos y partiendo de la memoria de la guerra contra los turcos, con Lepanto como gran victoria española y del temor y odio contra los piratas berberiscos, más vivo en la costa mediterránea, pero parte de la difusión de las fiestas de “Moros y Cristianos”, que se integraron en el Dance y que en Aragón tuvieron personalidad propia. Otra cuestión es la de la degeneración de los textos por repetición de memoria, con palabras o nombres cuyo significado se desconoce, por ejemplo, “octavianos” por otomanos, o versos inteligibles pero que se siguen recitando como el “Ángel rústico color”, del Dance de San Antolín de Sariñena. No siempre es sencillo enlazar cada elemento y así resultan enigmáticas las citas a Carlomagno y a los Pares en algunos Dances. Los bailes fueron recogidos por Mingote y Mur, en escaso número, siendo comunes a muchos pueblos.
De tipo general era el tarirán, con el que se marcaba el principio de las mudanzas en Sariñena o Sena, a la tirala, en la que los danzantes, en fila, tomaban el sable propio por el pomo y el del compañero contiguo por la punta y dibujaban una sencilla figura. Normalmente, el paloteado o baile de espadas se hacía por grupos de cuatro, que alternaban y cambiaban sus posiciones en mudanzas que podían ser largas, según el número de danzantes ya que cada uno debía ocupar los cuatro puestos de su cuadrilla, chocando los palos o los sables de modos diferentes. Muy particular es la mudanza del degollau, en la que el mayoral recibía los sables de los danzantes junto a su cuello o sobre sus hombros como final de una tirala, hasta que se formaba un entramado sobre el cual se subía o elevaba al ángel que pronunciaba desde allí un breve parlamento, disolviéndose la figura mediante un brusco movimiento conjunto. La última parte añadida, la discusión, cuando existe, es la lucha entre el bien y el mal, o el Ángel y el Diablo, con la conversión de los moros. Este elemento Ángel-Diablo se introdujo porque, siendo los moros el mal, los cristianos eran apoyados por el ángel, y con tan eficaz ayuda, vencerán a los rivales que se convertirán. Sólo en raras ocasiones son aprisionados o ejecutados. El diálogo entre el Ángel y el Diablo es menos frecuente. La apoteosis del Ángel y el triunfo de la religión, cierran el tercer elemento del Dance. El Dance aragonés entró en un proceso de abandono a finales del primer cuarto del siglo XX, con riesgo de desaparición casi total tras la Guerra Civil. En la actualidad se está produciendo una renovación de los Dances perdidos, aunque no siempre de forma correcta. Se han convertido en una de las señas de identidad en lo costumbrista, representándose en fiestas y concursos, saliendo de la representación única en las fiestas patronales.

 










































No hay comentarios:

Publicar un comentario