sábado, 6 de agosto de 2022

El Pajarillo (Argentina)


 

Es muy poco lo que se conoce hoy acerca de esta danza. Quizás el Pajarillo sea un resabio de alguna otra, que tuvo en su tiempo gran repercusión y que a nosotros nos ha llegado algo así como el último tramo de su existencia. Tal como la Calandria, el Pajarillo parece una danza local, por lo menos mientras no aparezca documentación suficiente en sentido contrario.

Ágil y alegre, el Pajarillo pertenece al grupo de las danzas “picarescas”. Se ha mencionado una danza de nombre casi idéntico como usual en tierras peruanas de donde nos vinieron las picarescas progenitoras. Es bailada con castañetas, con movimientos de manos simulando el aleteo del pajarillo. Paul Marcoy, que anduvo por el continente como una docena de años, publicó luego sus observaciones. Allí cuenta que al pasar por Lauramarca (Perú), asistió a una tertulia familiar en la cual, viajeros y criollos, bailaron largamente el Vals, pero al parecerles el Vals demasiado monótono abordaron las danzas del país. Escribe Marcoy: “desde el Maicito hasta la Moza Mala; desde la Zamacueca hasta el Pajarillo, todo el repertorio local fue pasado en revista”. La desinencia de diminutivos es indeterminable. Sin ir más lejos, Ricardo Palma en una de sus tradiciones cuenta que: “un grupo de pallas bailaba el Maicillo”, mientras que Macoy oyó y escribió Maicito. En 1849 en Perú se bailaba el Pajarito y algunos piensan que de allí viene el origen de nuestro Pajarillo, con el cambio de nombre provocado por la migración y su adaptación a un nuevo destino. Sin embargo, no podemos afirmar que el Pajarillo argentino es el Pajarito peruano. Hacen falta menciones concretas que llenen en parte las mil leguas y los cien años que separan las dos apariciones. Otra versión define al Pajarillo como una variante del Gato, por lo parecida que es la melodía de la copla y del zapateo cantado que caracteriza a ambas danzas. Nadie, que se sepa, ha recogido la música del Pajarillo, salvo el musicólogo Carlos Vega, que tuvo la oportunidad de conocerlo en uno de sus viajes de estudio a la provincia de San Luis.
El Pajarillo apareció allá por 1852, en el departamento de El Rincón, en la cuesta o accidental de las sierras cordobesas, en la provincia de San Luis, siendo el testimonio de un viejo poblador de la zona llamado Gregorio Romo, la única referencia que se tiene acerca de esta danza, totalmente desconocida en el resto del país. Romo, el gran cantor de la Calandria recordó tocar el Pajarillo centenares de veces para que lo bailaran cientos de personas con su correspondiente coreografía. Oyó esta danza por primera vez hacia 1860. En 1918, el testimonio de Romo permitió que Carlos Vega pasara el Pajarillo a pentagrama, impidiendo así que este material desapareciera de nuestra memoria para siempre. Según su descripción, la melodía tiene dos partes, la segunda para los zapateos, algo que no es muy común. El texto es una variante de una antigua copla tradicional. La coreografía era la frecuente en los temas más difundidos del género picaresco. Se trata de una danza de galanteo, de pareja suelta e independiente, de carácter picaresco y de movimientos vivos. Representa el galanteo del varón a su dama, a la que intenta llamar su atención, lo que consigue al final en el giro y la coronación, símbolo de la aceptación de la dama a tantos coqueteos del varón. Los danzantes se colocan uno frente al otro a unos dos metros. Terminados los rasgueos que sirven de introducción, los bailarines parten vivamente cada cual a la esquina de su derecha, en cuanto el guitarrero hace oír los dos primeros versos, con la repetición de estos dos, los danzantes ganan la segunda esquina, y así, con los versos finales repetidos, llegan a la cuarta esquina. Sin interrupción el cantor tararea la segunda parte, y aquí la bailarina zapatea mientras hace contoneos circulares en el lugar. Vuelve el cantor a entonar dos versos y los danzantes se lanzan de nuevo en círculos hasta la posición contraria, nuevos zapateos, nuevos contoneos, y termina la danza. Se bailaba con ropa simple de campaña, y aunque era ágil y desenvuelta, no se ejecutaba con brusquedad. La expresión de los bailarines, las sonoras castañetas, los zapateos vigorosos y el movimiento intencionado de las faldas, dan a la danza la belleza y la animación característica de estos bailecitos picarescos.

 

 


 

 








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