En las primeras décadas del siglo XIX, las canciones tradicionales españolas y los estilos de baile indo-hispano-afro-franco-haitiano fundamentalmente, influyeron en el nacimiento de una forma peculiar de música conocida como Changüí, que surgió en el oriente cubano, específicamente en la cordillera montañosa Guantánamo-Baracoa, denominada por muchos estudiosos como verdadero emporio de géneros musicales que han sido celosamente guardado en el imaginario cofre del folklore local, donde la mayoría de los cultores yacen en el anonimato o el olvido.
Ellos son la avanzada histórica, pero sostenedora de
esas expresiones durante un largo período de influencias foráneas hasta llegar
a nuestros días con la integralidad y frescura que la singularizan, como ocurre
con el Nengón, el Kiribá, la Regina, el Son
Montuno y el Changüí, siendo este último
convertido en el género símbolo de la identidad musical guantanamera. Según se
cree, Changüí significa “guateque”, o sea, “baile afrocubano y reunión
bulliciosa de gentualla”. Entre otras acepciones, Changüí significa también
chasco, engaño. Es casi imposible precisar con exactitud la fecha en que
comenzaron los primeros brotes changüiseros, de la misma manera él o los
primeros lugares de sus presentaciones. Danilo Orozco, importante investigador
de la música cubana y gran conocedor del Changüí, dice que se tienen fuertes
indicios a través de tradiciones familiares y de otras fuentes acerca de la
presencia de cantantes y bailes propios a partir de 1860 aproximadamente, los
que incidieron tanto en lo sonero como en lo changüisero. La mayoría de los
investigadores locales admiten, sin ningún ambage, huellas del quehacer
chingüisero en el itinerario que marca la ruta de los grandes asentamientos de
afro-franco-haitianos, donde coincidentemente, se manifestaron los primeros
focos naturales de la Tumba Francesa, Altares de Cruz, Bembé,
y otras actividades análogas; muchas desaparecidas o en desuso. En su proceso
de creación, el Changüí transitó por varias etapas, sumándose con el paso de
los años tingo-talango o la tumbandera, la botijuela, el güiro amargo cimarrón,
o guayo de metal, la marimba o marímbula, tahurete, botellas, guitarra,
maracas, trompeta, claves, bocú, bocucito, cajones, y paila entre otros usados
de forma indistinta e indiscriminadamente.
En uno de los asentamientos
poblacionales primarios de la región guantanamera, el coronel Policarpo Pineda
Rustán, durante la guerra de la Independencia, se introdujo en un baile
campesino, llamado en esa temprana época Changüí, presentándose poco tiempo
después una pequeña fuerza de voluntarios peninsulares que rodearon el local y
comenzaron a identificar a los asistentes. Rustán se introdujo en la vivienda y
se puso un vestido de mujer, saliendo al patio de baile y, con sangre fría,
invitó a bailar al jefe de la fuerza española, no accediendo este, tal vez por
no agradarle “la dama”. Esta anécdota, que remite a los primeros años del quehacer changüisero,
se convirtió en la primera referencia de la existencia del género y revela la
presencia de la mujer en el Changüí desde el comienzo. En los
últimos años de la guerra del ’95, el pueblo guantanamero pagaba una altísima
cuota de sus mejores hijos, a pesar de lo cual las capas humildes siguieron
cultivando los géneros musicales autóctonos, en particular el Changüí,
que sobrevivió hasta en sus peores momentos. Conquistada la Independencia, se
produjo en la isla un profundo cambio en las estructuras económicas, políticas
y sociales, que abrió una gran perspectiva a la cultura en general, y en
particular en la música. Guantánamo fue receptor de un alud de forasteros. En
esta oleada humana a Cuba, no hubo controles sobre el origen, cantidad y
diversidad de grupos étnicos y sociales que poblaron la región. Este conglomerado,
matizado por chinos, filipinos, jamaiquinos, portorriqueños, españoles, indios,
haitianos, se amalgamó en una suerte de pluralismo étnico-social-cultural que
pobló la ciudad de Guaso, sobre todo en la periferia, donde nacieron grupos
pequeños de formato changüisero que, generalmente, actuaban en sus propias
casas o en las de sus amistades luego de la jornada laboral, los fines de
semana, cumpleaños, bautismos, celebraciones patronales, semana santa, etc.,
afincados también en antiguas tradiciones como las cosechas de café y azúcar,
cobrando mayor fuerza en el mes de diciembre, vísperas de Santa Bárbara y San
Lázaro, Nochebuena, Navidad y fin de año, donde se mezclaba el Changüí
con el Bembé. Estas agrupaciones se organizaban con los instrumentos que
disponían, sin miramiento a la cantidad de integrantes, combinaciones
instrumentales ni rigores vocales, ya que la inmensa mayoría tenía una
formación empírica y autodidacta. El conocimiento de los parámetros que rigen
en la actualidad y que le dan el verdadero perfil al género Changüí y a sus más
cercanos parientes (el Nengón, el Kiribá y la Regina),
no era de obligatorio cumplimiento en otros tiempos. Estos elementos sí fueron
apreciados por el compositor, pedagogo e investigador Rafael Inciarte Brioso
"Filiu", al crear el 11 de agosto de 1945 al grupo Changüi
Guantánamo, la primera agrupación changuisera con el actual formato: un
tres, un par de bongós de monte, una marimba, un guayo de latón (raspador), y
un par de maracas. Una de las prácticas llegada hasta nuestros días en el Changüí,
es la construcción artesanal de todos los instrumentos utilizados. A pesar de
la llegada de géneros foráneos como el Jazz a partir de la década del 20,
el Changüí se mantuvo erguido en sus espacios tradicionales de forma inmutable,
fieles a sus raíces, su identidad, mofándose de los vaivenes de la época, sin
desnaturalizarse, como si una fuerza esotérica e inteligente lo condujera y lo
resguardara para coexistir hasta la actualidad.
La Casa del Changüí, en Guantánamo |
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