El Danza de las Negras es un hecho cultural que se ha hecho
tradicional y tiene sus orígenes en los tiempos en que las mozas de raza negra
llegaban a la ciudad de Masaya para participar de los bailes de marimba en honor
a San Jerónimo, el cual se hacía en las calles.
Llegaban vestidas con trajes
coloridos, elaborados con llamativas telas y hacían pareja con personas
autóctonas de Masaya. Posteriormente, las mozas negras no volvieron a la ciudad
por lo que los hombres comenzaron a sustituirlas, imitando el galanteo de los
españoles y, como burla, comenzaron a disfrazarse, dando origen a esta danza.
Se desconoce el motivo por el que las mujeres negras dejaron de bajar a la
ciudad. El personaje universal hombre-mujer de los bailes tradicionales
europeos, símbolo de la dualidad creadora de la naturaleza, ocupa un papel
principal en el Baile de las Negras de Masaya. Durante el mes de septiembre, al
igual que la danza de Las Inditas de Monimbó, El Torovenado
del Pueblo y Los Diablitos de Masaya, sale por las calles a partir del
segundo domingo del mes de octubre, hasta el último domingo del mes de
noviembre o Domingo de Apante, como se conoce folklóricamente. Salen los
domingos de octubre y noviembre en ocasión de las festividades de San Jerónimo.
Los grupos salen con trajes representativos diferentes cada año y no se permite
repetir trajes o personajes, aunque haya sido utilizado años atrás. Acompañados
de la marimba indígena, bailan los mismos sones típicos de las Inditas. Usan
trajes típicos de diferentes países del mundo o disfraces elegantes,
fantasiosos y caros, vestuarios inspirados en gitanos, húngaros, marineros,
toreros, hawaianos, andaluces y hasta de la época del Charleston. En la mujer,
se observa cómo con sus dedos de la mano izquierda levanta la falda, mientras
que con la otra mano mueve de forma elegante el abanico. Llevan máscaras de
cedazo semejando el rostro del traje, país o personajes al que representan. Por
las características de su representación, así mismo del uso de las máscaras, la
comunicación es un tanto limitada. Sin embargo, existe entre ellos una
excelente coordinación en el afán de lucir sus trajes, adornar los pasos,
expresando un estilo y elegancia no vista en otras danzas. La Danza
de Las Negras, como la de Las Inditas, se organiza unas veces
para pagar promesas y otras porque los intérpretes portadores de la tradición
contribuyen a mantener vivos los valores heredados de sus antepasados. El baile del varón es fuerte y agitado, se mueve alrededor de la mujer,
a veces taconea sosteniendo el paso y sin moverse del lugar, hace evoluciones
con su cuerpo expresa todo un lenguaje gestual en el
que intervienen brazos, manos, dedos y cabezas.
En la Danza de las Negras es
él-ella quien inicia la danza y con mucho orgullo demuestra su destreza en el
manejo elegante del abanico y la falda, saca al varón quien la sigue,
destacándose con su taconeo sosteniendo el paso y sin moverse del lugar hace
evoluciones con su cuerpo manteniendo así una de las manifestaciones culturales
que vienen desde el pasado colonial hasta el presente. En Masaya la Danza
de las Negras tiene una organización muy singular para su salida, que
no se parece a la de ningún otro baile tradicional. Existen varios grupos y
cada uno está integrado por cuatro parejas o más. Cada domingo, durante dos
meses, se turnan para salir a las calles y para visitar las casas de amigos y
familiares donde son esperados con comidas y bebidas. Se preparan con unos tres
meses de anticipación en ensayos semanales. Los grupos de bailes de negras se
identifican por el nombre de su dueño (organizador o director). Por ejemplo:
baile de negras “Alonso Montalbán”, “René Chavarría”, “Paco Bonilla”, y otros.
El domingo que les corresponde, se reúnen muy temprano en casa de algún amigo
(generalmente es el padrino del baile) y allí, acompañados de sus familiares y
de las amistades más allegadas se les brinda ayuda para vestirse de parte de
esposas, madres, tías o primas. Una vez vestidos, bailan las primeras cuatro
piezas o más dentro de la casa y luego emprenden, con familiares y amigos, el
camino hacia la iglesia de San Jerónimo. En el camino se les une el pueblo que
disfruta de esta costumbre con gran algarabía. Siempre está presente el
elemento sorpresa: ese es el momento en que el grupo enseña el lujo de sus
trajes y en el que se sabe a qué país o personajes van representando. Cantidad
de público los sigue con admiración y llegan a la iglesia. Allí adentro, cada
uno baila una pieza y se la ofrece a San Jerónimo. Luego en el atrio repiten
las danzas e inician su recorrido casa por casa, según una lista elaborada
previamente de común acuerdo con sus amistades, quienes reciben a los
bailantes, familiares y amigos con gran cantidad de comidas y bebidas. El
recorrido termina avanzada la noche
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