El Paraguay no tiene mucha riqueza y variedad en sus expresiones
musicales folklóricas como otros países. Los principales sonidos paraguayos
siguen siendo la Polca, con nombre de danza europea, y la Guarania, del gran José
Asunción Flores, con otras creaciones como la Avanzada, de Oscar Nelson
Safuán, que no tuvieron gran suceso. Durante décadas, el folklore paraguayo se
estancó y dejó de reflejar el sentir popular.
En los años 70, músicos
campesinos crearon el Purahéi Jahe'o (cantar llorando), un
subgénero de la Polca que expresaba el sentir profundo de una cultura
agonizante, pero los sectores intelectuales lo ignoraron y despreciaron. Cuando
los campesinos, expulsados por la guerra de la soja, migraron a las ciudades,
sufrieron otro proceso de transformación. Necesitaban una nueva música que
expresara esa identidad suburbana de violencia, machismo, humor fácil,
fatalismo, amores desgraciados, etc., y que se pudiera bailar con mucho ritmo.
Como los compositores paraguayos no fueron capaces de crear esta música, la
gente se apropió del ritmo que llegaba de otros países latinos. El Cumbión
mexicano, la Cumbia colombiana, la bailanta y la Cumbia villera argentina
dieron las bases y así emergió la Cachaca (o K-cha-k), feminizado del
vocablo “cachaco”, que en Colombia designa con cierto desdén a los bogotanos.
La Cachaca caló hondo en el sentir popular. Tanto en las villas suburbanas, así
como en los ranchos campesinos más distantes. Lo que sonaba ya no era la
tradicional Polca, sino las loas a la minifalda de Reinalda o la historia de Sergio
el Bailador. Aunque a los nacionalistas les duela, la nueva música folklórica
del Paraguay ya no era la Polca o la Guarania, sino la Cachaca,
cuyos intérpretes locales, con temas propios, pronto surgirían en la forma de
kachorras, marilinas y talentos de barrios. La Cachaca se caracteriza por la
reiteración rítmica, sin variaciones, y por los textos generalmente de carácter
erótico y vulgar. Su difusión es alta en las zonas rurales de Paraguay y México,
así como con mayor auge en la zona oeste y norte mexicano. En Argentina, se
escucha en menor medida en provincias como Corrientes, Formosa y Misiones;
también en Buenos Aires por la cantidad de inmigrantes paraguayos. A principios
de los 70, varias bandas y solistas de Cumbia Norteña de México empezaron a
interpretar Cachacas. Más tarde, el género tuvo gran repercusión en Bolivia
y, especialmente en Paraguay, donde recién en los años 2000 empezaron a surgir
nuevos intérpretes de Cachaca paraguayos. Los Carlos fue un
grupo pionero de la Cachaca paraguaya en los 80, donde necesitaban un género
musical que representara a la crisis económica y el ambiente con que se vivía
en los espacios rurales de los 70, por lo que tomaron varios ritmos tropicales
para crear el nuevo sonido de la Cachaca. Varios grupos mexicanos
empezaron a interpretar este género, haciendo giras por Paraguay, Bolivia y
México.
A partir de los años 80, fueron números los conjuntos musicales y
discotecas ambulantes, como Mbarete Bronco, que difundieron al
movimiento Tropicalísimo y a los remixes de la Cachaca, que dio origen a
los remixes de Cachengue. Actualmente, este género sigue sonando en los barrios
marginales y zonas rurales del interior. La Cachaca, al igual que
otros géneros cumbieros extendidos por Latinoamérica, por su carácter vulgar
y/o erótico, está lejos de ser una música para las elites culturales. En Ciudad
del Este, por ejemplo, había personas que decían que la Cachaca se acabó. Según Daniel
Benítez (vocalista de Refugio de Amor), aún mantiene
vigencia a pesar del ingreso al Paraguay de muchos estilos musicales. Pero,
para el pueblo y la gente humilde, la Cachaca es un sentimiento. En tierra
guaraní, este tipo de música se caracteriza por la ausencia del acordeón, un
instrumento muy presente en la zona limítrofe con Argentina y Brasil. En la
frontera, se consume mucha música Sertaneja (del sur de Brasil), pero
los cachaqueros no cambian su estilo, son de pura cepa. Si cambian un poco el
ritmo de la percusión, deja de gustar, por eso son celosos de su estilo. La Cachaca
parece tocar una fibra en el corazón de millones de paraguayos. Es una
expresión que les dice algo, que pueden compartir y disfrutar juntos. Y, aunque
hay números adeptos a la Cachaca en Paraguay que parecen tener
un celo evangelizador y la comparten a todo volumen hasta en los parlantes de
los colectivos, sin haber obtenido antes el consentimiento de familiares,
vecinos, amigos, clientes, mascotas u otras posibles víctimas de la fauna y la
flora local, esta falta de urbanidad y buenos modales, no se limita sólo a los
cultivadores de este género musical. Lejos de ignorar o despreciar este
fenómeno, hay que estudiarlo, entenderlo, otorgarle su verdadera significación.
El Paraguay del siglo XXI es otro, rico en expresiones como el Rock,
el Metal,
la música clásica o sinfónica, el folklore fusión, la canción social urbana, el
Jazz,
el Hip-Hop,
etc. Pero, en los escenarios de las manifestaciones sociales masivas del pueblo
guaraní, la música que le da banda sonora a la vida cotidiana, sigue siendo la Cachaca.
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