Fenómeno urbano, popular, colectivo, contestatario y artístico, la Murga tiene una larga tradición en Argentina, con momentos de esplendor y épocas de silencio durante los gobiernos militares, que pretendieron cortar de raíz esta expresión de la cultura plebeya.
En cambio, en la ciudad de Buenos Aires, cuenta también con un lugar fijo, generalmente sobre un escenario o palco donde suben los directores o glosistas que presentan a su Murga en una introducción, entonan algunas de sus canciones de Murga (canción de entrada, crítica y retirada, y opcionalmente, canción homenaje o murga canción). También es característica su vestimenta, de coloridas galeras y levitas, herencia de la parodia que los sectores populares les hacían a las clases altas de fines del siglo XIX. Otro rasgo de la Murga Porteña es el baile acrobático. A pesar de esto, cabe destacar que es cada vez mayor la cantidad de agrupaciones que toman la estructura de la Murga Porteña, y por lo tanto, la presentación en escenarios, en el interior del país, fomentado esto por encuentros nacionales anuales, siendo el más importante el que se realiza en Suardi (Santa Fe), alrededor del 12 de octubre. Domingo Faustino Sarmiento aportó su granito de arena para la evolución de la Murga Porteña. En 1869, a un año de asumir la presidencia creó el Primer Corso Oficial, lo que significó un impulso importante. Recién llegado a Buenos Aires, Sarmiento fue a ver el corso en un coche descubierto. Lo mojaron hasta empaparlo y tanto el como los concurrentes, se desternillaban de la risa. Las Murgas Porteñas son de dos estilos principales: *Centro Murga, que es considerado el formato “ortodoxo”, donde la música y el baile se destacan a ritmo de bombos con platillos. No se suele cantar y, en caso de hacerlo, se hace en forma de coro mientras se desfila. Durante el desfile, la Centro Murga tiene una primera sección de niños, luego las mujeres, y al final, cerca de la percusión, los hombres. *Agrupaciones Murgueras: es el formato donde más espacio se deja a las innovaciones. El canto es tan importante como la música, dejando el baile (en caso de haberlo), como un complemento. Siempre se hace desde arriba de un escenario, nunca desfilando.
Por su parte, la base musical está compuesta de bombos con platillos, a los que esporádicamente se les añade algún otro instrumento, como la guitarra criolla. No están obligados a tener mascotas (niños) ni a bailar hombres y mujeres por separado. Sobre el origen de la Murga, es muy poco lo que se sabe a ciencia cierta sobre la base de fuentes escritas fidedignas, más allá de que proviene de la época colonial, de la mezcla de esclavos, aborígenes y negros. Una suerte de leyenda urbana cuenta que los ritmos característicos de la Murga Porteña tienen una simbolización en lo que es la esclavitud (con el ritmo Rumba, que se baila mayormente agazapado), liberación con los tres saltos (representando tres patadas) y libertad (ritmo más saltado y con mayor movimiento de brazos). Independientemente de la veracidad o no de este origen de los ritmos característicos, lo cierto es que era en gran parte de la significación actual que se le da a esta manifestación artística, donde se articulan lo artístico propiamente dicho, y lo social. El investigador “Coco” Romero sostiene que el origen de la Murga (palabra que significa algo así como “conjunto de malos músicos que salen a juntar una moneda”) se vinculan con la negritud, el circo criollo y el Tango primitivo y prostibulario. Romero ensaya una conceptualización y caracteriza a la Murga como un dispositivo artístico-poético impregnado de folklore regional. El “temblequeo” propio de los murgueros cuando bailan, tienen que ver con el movimiento eléctrico de los africanos. Los blancos copiaron el modo de bailar de los negros y, de hecho, las primeras comparsas de Buenos Aires eran blancos tiznados o pintados de negro. Esa cultura antigua que subyace en las grandes ciudades (sólo en Buenos Aires hay unas 200 Murgas), se ha transformado, en algunos sitios, en un fenómeno comercial (como los carnavales de Gualeguaychú). Allí, la Murga de los años 50 y 60 se cambiaron por comparsas, similares a las de Río de Janeiro. Existen Mugas que a pesar de ser argentinas, cultivan el estilo de Murga Uruguaya. A través del impacto mediático, en Argentina se conoce mucho más el carnaval cariaco que de los carnavales propios del norte argentino o de otras provincias que siguen manteniendo su espíritu originario. Romero considera que a pesar de haberse desvirtuado en algunos sitios, en cada pueblo subyace la Murga auténtica y la creciente profesionalización (como la del carnaval entrerriano), puede servir de incentivo para grupos locales.
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