La danza es un movimiento profundo que nace en lo íntimo de nuestro ser antes de que se convierta en un espectáculo. Danzar es sumir en nosotros el movimiento de nuestra propia manera de ser en el mundo. La Biodanza es un sistema de crecimiento personal creado por Rolando Toro, psicólogo y antropólogo chileno, hace más de cuatro décadas, inspirándose en fuentes antropológicas.
Rolando Mario Toro Araneda |
Las músicas son seleccionadas e investigadas según criterios de semántica musical y sólo se utilizan aquellas capaces de deflagrar emociones integradas al movimiento. La Biodanza colabora con el aprendizaje y desarrollo de funciones vitales que son las vías de expresión de nuestros potenciales genéticos. La Biodanza trabaja con cinco vivencias que van en sinergia: Vitalidad (la alegría de vivir); Creatividad (capacidad de expresión); Afectividad (capacidad de socializar); Sexualidad (capacidad de realizar las cosas con amor y placer); y Trascendencia (fusión cuerpo-mente). La práctica regular de la Biodanza favorece la recuperación de la armonía biológica, mejorando con índices de autorregulación del organismo (regulación homeostática) y, optimizando de ese modo, tanto las funciones ergo-trópicas (capacidad de trabajo, lucha y respuesta al medio), así como trofo-trópicas (nutrición y descanso). El sistema de Biodanza estimula la expresión espontánea, logrando una mayor coherencia en la manifestación de los deseos y motivaciones internas mediante la gestualidad y el movimiento. Esta integración permite experimentar nuevas actitudes y comportamientos que brindan una apertura a la alegría y al placer de estar vivos. La sistematización de su metodología con relación a un modelo teórico-práctico, permite su aplicación tanto en grupos específicos (niños, adolescentes, adultos y tercera edad) como heterogéneos. También es posible aplicarlo, mediante esquemas diferenciados, en trastornos motores, enfermedades psicosomáticas y otros cuadros clínicos, así como en el área de educación y profilaxis.
El sistema Biodanza posee una sólida fundamentación científica y un modelo teórico propio, fruto de varias décadas de investigación permanente. La Biodanza no es una “alternativa” ni se apoya en nociones esotéricas. Actualmente, se considera a la Biodanza como una extensión de las ciencias de la vida (biología, medicina, psicología). Además de mejorar el nivel de salud en general, la Biodanza facilita el acceso a una renovación existencial, a una nueva percepción de la vida. El sistema de Biodanza nació a principios de la década del 60, en la ciudad de Santiago (Chile). Su aparición fue convergente con una corriente de renovación de los abordajes terapéuticos surgida en ese entonces, que revalorizaba el papel de la expresión de emociones a través de la corporeidad en los procesos de integración de la identidad. Algunos años después de iniciar su aplicación en Chile, su creador se trasladó a Buenos Aires, donde se radicó durante un tiempo, dedicándose exhaustivamente al perfeccionamiento teórico y metodológico del mismo. A finales de la década del 70, Toro inició la difusión de este sistema hacia el resto de Latinoamérica logrando, especialmente en Brasil, una extraordinaria recepción. En la década del 80 continuó con la difusión de su obra por el continente europeo. Actualmente, la Biodanza cuenta con unas cuantas escuelas de formación docente, respaldadas económicamente por la International Biocentric Foundation, distribuidas por todo el mundo en países como: Argentina, Uruguay, Brasil, Chile, Bélgica, Suiza, Sudáfrica, Italia, España, Francia, Austria, Inglaterra y Alemania. Quienes han probado la Biodanza dirán que han ganado fuerza interior y autoestima. Esa era la principal fuerza de la Biodanza: facilitar el desarrollo potencial de cada persona. Dejándose llevar por la música y realizando ciertos movimientos con libertad, el practicante se siente vital, creativo, equilibrado, fuerte.
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