Cuenta la leyenda que una vez en la isla de Ometepe (Nicaragua), hubo una plaga de zompopos (hormigas cabezonas, insectos parecidos a las marabuntas que en apenas una noche pueden deshojar un árbol o acabar con un huerto de hortalizas, llevárselo todo y escapar sin mayores problemas).
Para el investigador Hamilton Silva, los frailes franciscanos fueron quienes llevaron la imagen católica a la isla de Ometepe, a la cual los indígenas terminaron bailándole como hacían con sus dioses originales. La diferencia es que los primeros pobladores de esas tierras tenían un buen número de ídolos a los que adoraban al ritmo de estos bailes, grupo compuesto por dos tambores bombos, seis medianos y cuatro pequeños, a los cuales también les ofrecían muchas veces sacrificios humanos. Esta fiesta de Altagracia es una de las más grandiosas de Nicaragua, ya que refleja la identidad, las raíces y tradiciones de este pueblo, que aún conserva muchos rasgos indígenas. Evidencias históricas halladas en la parroquia de a ciudad demuestran que, al llegar los españoles, los nativos conservaban sus tradiciones y hacían rituales a sus dioses, al son de tambores, alrededor del ídolo o del dios presente. El Baile del Zompopo data de esa época, cuando los españoles hallaron a los aborígenes haciendo sus rituales en sus sitios sagrados, y los conquistaron usando diferentes métodos para atraerlos, haciendo festividades, dando comidas y cerca llevaban la imagen de San Diego de Alcalá. Así fue como empezó el cambio, la transición de la danza indígena destinada desde sus inicios a atraer bonanza a los cultivos, al baile colonial. Tras popularizarse, muchas fueron innovaciones que le dieron un sello especial al Zompopo, cuyas manifestaciones primarias estaban asociadas a la necesidad de pedir algún favor especial a los dioses. El 13 de noviembre es el día de San Diego, y en su honor se acostumbra a hacer una función solemne, en tanto que el 16 y el 17 los creyentes pagan sus promesas de distintas maneras. Desde la noche del primer día es repartido el tibio, una bebida típica, y al amanecer se realiza la oración de la alborada, luego de la cual el pueblo se vuelca a las calles para bailar El Zompopo. La procesión del día 17 está marcada por el colorido y la generosidad, pues junto con la imagen de San Diego, los centenares de bailarines reparten pedazos de pan, en recordación de la lección cristiana de compartir la comida con los pobres. Lo principal de este baile es poner fuerza en los movimientos, mientras que la expresión facial también es importante para relatar la historia del baile, además se debe gritar con mucha fuerza y darlo todo en el escenario.
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