jueves, 24 de septiembre de 2020

Xemeingo Dantza (España)



En Xemein, antigua anteiglesia, actualmente anexionada con la villa de Markina, se conserva una danza de espadas enlazadas que desde hace varios siglos se ha venido desarrollando sin interrupción. Aunque suponemos que su práctica es anterior, es en las cuentas municipales de 1714 cuando encontramos un pago a la persona que guía la danza en la procesión de San Miguel. 
Posteriormente abundan datos, por gastos en la atención a los dantzaris que, salvo pequeñas lagunas durante algunos años, certifican su continuidad hasta el día de hoy. Esta danza pertenece, por su estructura general, al ámbito geográfico que se extiende hasta la península ibérica e incluso otras partes de Europa. La Danza de las Espadas, que entró en el folklore europeo como concepción cerrada, floreció en el período comprendido entre los siglos XIV y XVII. Hay una laguna considerable en sus tradiciones, en el lapso que va desde entonces hasta sus orígenes en la antigua Roma. Esto se debe principalmente que, tratándose de una sociedad agraria e iletrada, es poco probable encontrar referencias escritas de épocas tan remotas. En el siglo XIX la Danza de las Espadas disminuyó tanto su importancia que desde 1850 sólo se ha conservado como reliquia en algunas pocas ciudades. Cada año, los martes de carnaval, un grupo de jóvenes solteros, miembros en su mayoría de un gremio en particular, se juntaban en un espacio abierto para ejecutar la Danza de las Espadas. Entre ellos se contaban dos guías y un bufo. En algunas ocasiones llevaban el rostro tiznado y generalmente vestían de blanco, con campanillas cosidas en los trajes y llevando espadas en las manos. Los instrumentos musicales más utilizados eran el pífano y el tambor. La danza se abría con una ceremonia de homenaje, se realizaban distintas figuras y luego lo que se denomina “Danza de Batalla”. La conclusión consistía en la rose, que vale recordar que no tomaba su nombre de la flor sino de la “rosa” de los viejos laúdes, del vocablo medio alemán raz, que significa ”trenza”. Los bailarines ”trenzaban” sus espadas en una figura de apretada red que se colocaba en el suelo, danzando alrededor de ella para llevar al guía de la danza como una especie de héroe conquistador. 
En Xemein la danza se realiza se realiza el 29 de septiembre junto a la ermita de San Miguel de Arretxinaga, en la plaza, frente al antiguo ayuntamiento. Desde tiempo inmemorial destaca la originalidad del interior de la ermita, donde se encuentran tres moles de piedra, que de manera singular, se sostienen entre sí, creando en el hueco una especie de capilla donde se coloca al santo. Si origen es muy antiguo y se cree que pudo existir cierto culto anterior al cristianismo. El 29 de septiembre, día de San Miguel. En Xemein, se realiza esta particular danza, en el barrio de Arretxinaga, razón por la cual también es conocida como “Danza de San Miguel de Arretxinaga”. En la Xemeingo Dantza, los dantzaris llevan en su indumentaria, como parte más importante, unos escapularios con la imagen del Arcángel Miguel y el escudo de la provincia de Viscaya. El grupo de dantzaris se coloca en dos filas con las espadas entrelazadas. Al frente, tomando por las puntas las espadas de los primeros, se sitúa el Maisu Zaharra (director de la coreografía), y otros cuatro danzantes con espadas cortas y pañuelos, en los costados del grupo. Su número no es fijo, siendo lo más habitual son doce más el director. Sobre el traje blanco tradicional, el Maisu Zaharra viste un chaleco, destacándose del resto. Los dantzaris de espadas pequeñas no utilizan escapularios. Durante la danza realizan puentes con sus espadas, bajo las cuales pasan las autoridades o los propios dantzaris. Su coreografía sigue la forma de las danzas de espadas tradicionales a la que se añade la realización de la “rosa” con las espadas entrecruzadas sobre la que se alza al capitán. Llama la atención la lucha que se entabla entre dos miembros del grupo, que se ha interpretado como la lucha del bien contra el mal, o la lucha que el Arcángel Miguel protagonizó contra Lucifer, el ángel rebelde, cuando fue arrojado al infierno. Al final, el Misu Zaharra es alzado sobre la parrilla formadas por las espadas de los danzantes en una clara señal de victoria, aunque en la actualidad, esta interpretación es cuestionada.








































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