Pedro de Alvarado, participó junto a Hernán Cortés, en las conquistas de
Cuba, México, Guatemala, El Salvador y Honduras. Cuenta la leyenda que era un
hombre ambicioso y violento, rubio y de elevada estatura, por lo que los
indígenas lo apodaron “el sol”.
Personaje oscuro y controvertido, su nombre se
vincula a matanzas y crueldad extrema en sus campañas por Centroamérica. Sin
embargo, se ganó el favor de Carlos V, quien lo nombró gobernador de Guatemala
en 1527. Este pequeño país mesoamericano le rinde un particular “homenaje”: una
de las más típicas expresiones rituales del folklore indígena, es una peculiar
danza que rememora la ocupación española de los territorios descubiertos y sus
moradores, los quichés. El Baile de la Conquista es una
escenificación dramática-dancística de finales del siglo XVI, introducido por
los frailes dominicos tras la conquista de Guatemala. Esta danza está basada en
el Baile de los Moros y Cristianos y fue un modo didáctico que utilizaron los
religiosos para que los indígenas pensaran que la Conquista había sido posible
gracias a fuerzas espirituales que, superiores a ellos, acompañaban y protegían
a los españoles. Este baile comenzó a practicarse en el occidente de Guatemala
a partir del siglo XVI. Poco después de la conquista. Los frailes dominicos
elaboraron el baile para facilitar el proceso de catequización de los
indígenas. Existe un texto escrito en versión en español en el que se describe
la conquista de los indígenas k’iche’s por los españoles. El argumento del Baile
de la Conquista inicia con la llegada de los embajadores españoles ante
el rey k’iche’. Preocupado por la invasión de sus tierras, el rey solicita la
ayuda de su heredero, el valiente Tecún Umán para que lidere la heroica defensa
de su pueblo. Finalmente, se produce el enfrentamiento entre los dos ejércitos,
que culmina con la lucha cuerpo a cuerpo entre ambos jefes, Pedro de Alvarado y
Tecún Umán, en la batalla de los Llanos del Pinsl. Tecún clavó su lanza en el
caballo de Alvarado, pero éste logró levantarse. En esta batalla resultó muerto
el héroe k’iche’, por lo que, abatido, el rey declaró el fin de la guerra y
aceptó la conversión al cristianismo.
La peculiaridad del Baile de la Conquista es que combina
hechos históricos con mitología maya. En la danza participan 19 personajes
divididos en tres grupos: los oficiales españoles, con don Pedro de Alvarado a
la cabeza; los caciques indígenas dirigidos por Tecún Umán y la familia real
K’iche’. Los bailarines se disfrazan con trajes de colores, armas y máscaras de
madera. La posición de los actores es la siguiente: al centro el rey k’iche’,
dos príncipes y dos princesas indígenas; en la primera fila Tecún Umán, Huitzitzil
Zunun, Chávez, Tepe, Saquinuj, Ixcot y Ajis o Ajtiz; en la segunda fila Pedro
de Alvarado, Francisco Carrillo, Juan de León y Cardona, Pedro de Portocarrero,
Francisco Calderón, Lorenzo Moreno y Orijo, Quirijal o Quirijol. El traje de
los españoles consiste en pantalones cortos, chaquetas de terciopelo morados,
botas negras, pantalón rojo con dos cintas negras a los lados, llevan correajes
y espadas y máscaras de piel pálida, barba rubia y semblante serio y fiero, y
sombreros de tres picos. Por su parte, los aborígenes utilizan atuendos más
elaborados: capas de terciopelo de colores con bordados e imitaciones de
piedras preciosas y espejos, pantalones cortos de algodón, sandalias y
sombreros con adornos de papel o plumas de colores. Tanto los pantalones como
los chaquetines y las capas, están elaborados de pana en retazos de varios
colores armonizados y unidos con listones brillantes, máscaras con piel morena
adornados con plumas y en actitud sonriente. El rey K’iche’ presenta una
singularidad: al igual que la del invasor, su máscara es pálida y su cabello es
rubio, pero los ojos son oscuros. Esto obedece a la transición que desempeña el
personaje, ya que es quien ordena fidelidad a la corona española y conversión
al catolicismo. En contraste con lo vistoso de los trajes, la música de este
baile es bastante monótona. Los instrumentos musicales utilizados son el tambor
y la chirimía. La música se utiliza en los intervalos durante los cuales no hay
ningún discurso. Los danzantes llevan a cabo una pintoresca coreografía de
movimientos pausados y diálogos que simulan el proceso de la conquista de los
indígenas. El rito concluye con vencedores y vencidos encaminándose juntos a la
iglesia.
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