La Jácara es uno de los géneros satíricos que se representan en el
entreacto de las comedias en el Siglo de Oro español, en forma de
romance octosílabo. Posteriormente, dio nombre a varias composiciones populares
de tipo similar en todo el territorio hispanohablante. Su nombre proviene de
jaque, ”malhechor, rufián, valentón”.
El nombre de jaque fue tomado del lance
del ajedrez del mismo nombre, utilizándose figurativamente para nombrar a
personajes del hampa, gente de mala vida, acostumbrada a estar en constante
actitud agresiva, de ahí que la palabra Jácara se utilizara para designar al
conjunto de estos rufianes y pícaros.
Antes de ser representada la Jácara
ya existía como composición poética en romances con el mismo tono y tema antes
referido, y de ahí pasó al segundo entreacto de una comedia, en el cual era lo
normal que se representaran pequeñas composiciones, que podían ser bailes o
entremeses. La Jácara era uno de los géneros. Su creador parece haber sido Rodrigo
de Reinosa. La Jácara era una pieza muy demandada
en el espectáculo teatral barroco, y podía ir como pieza exenta (representada
en los entreactos), o bien dentro de una comedia o un entremés, para darles
variedad. Poco a poco, se convirtió en una especie de entremés cantado
(normalmente por una actriz) o con alternancia de partes cantadas y
representadas (y a menudo bailables), con protagonistas rufianescos, que por lo
general terminaban recibiendo su castigo.
Jácara de Escarramán |
La Jácara, ya sea dialogada
(recitada), entremesada (representada), describía el mundo marginal del hampa,
dando entrada a su léxico particular: el de la germanía literaria. En un
principio alternaban dos tipos de jaques: las personificaciones del soldado
valentón o fanfarrón, y el criminal proxeneta emparejado con una daifa
(concubina o prostituta) a la que cuida y lo mantiene. Desde la “Relación
de la Cárcel de Sevilla”, de Cristóbal de Chaves, el género se
centró en personajes claramente del hampa y al margen de la sociedad. Lo
cultivaron después Álvaro de Solana, Pedro de Padilla, Pedro Liñán de Riaza y
Miguel de Cervantes. La primera colección impresa fue la de Juan Hidalgo
“Romances de germanía” (1609). Quien fijó el género fue sin dudas Francisco de Quevedo, con su “Jácara
de Escarramán” (1612), que presenta al personaje del jaque y que se
hizo famosísima, teniendo infinidad de glosas e imitaciones. El género alcanzó
su madurez justo en 1650. Los personajes solían ser delincuentes, pícaros,
proxenetas, guapos o gente del hampa. Destaca el agudo humor y el dominio de la
jerga de los bajos fondos (germanía o jeringonza), que provocaba la hilaridad
con crítica social. Este peculiar género poético, aunque se aclimató al teatro,
no parece presentar en su origen relación alguna con lo teatral.
Los rasgos que
hoy se juzgan relevantes son dos: * que tenga como asunto el universo marginal
de la delincuencia y la prostitución; * que se valga del llamativo dialecto del
lenguaje de sus protagonistas. A lo largo de su historia, se fueron añadiendo
otras características que, ocasionalmente, permitieron prescindir de la segunda
de estas características sin por ello dejar de reconocer que se trata de una
Jácara. Algunos de los personajes que se caracterizaba como jaques fueron Cortaviento,
Pedro de Castro, Cantarote, Montilla, el famoso Maladros, "padre
fundador" de jaques, Escarramán y la Méndez, la famosísima pareja creada
por Quevedo, etc. Miguel de
Cervantes, en su comedia “El rufián dichoso”, describe una Jácara. Calderón de la
Barca, Francisco de Quevedo (cuyas jácaras destacan sobre las demás), Juan
Vélez de Guevara y muchos otros cultivaron el género. La Jácara evolucionó y se
convirtió en el siglo XVIII en el romance de guapos, bandoleros o
contrabandistas, destacando en especial los siete famosos romances de Francisco
Esteban. Durante los siglos XVII y XVIII, la Jácara fue también un
estilo musical de carácter instrumental. Destacan las Jácaras para guitarra de
cinco órdenes (hoy llamada “guitarra barroca”) de los compositores Antonio de
Santa Cruz, Gaspar Sanz, Francisco Guerau y Santiago de Murcia; así como Jácaras
para arpa de dos órdenes de Lucas Ruiz de Ribayaz, y para tecla de Juan
Bautista Cabanilles y Antonio Martín y Coll. Al igual que el canario, el
villano y las marionas, las Jácaras gozaron de una predilecta posición
entre las danzas españolas de su tiempo.
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