sábado, 8 de agosto de 2020

Acatlaxquis (Méxiico)



Entre las muchas danzas que se vinculan con el ciclo agrícola, está la de los Acatlaxquis, tradicional entre los habitantes de San Pedro Xolotla, municipio de Pehuatlán, en Puebla (México), que pertenecen a las etnias nahua y ñañú. Su nombre procede del náhuatl ”acatl” (carrizo) y ”tlaxco” (juego, mitad), por lo que el Acatlaxquis significa en español “hermoso juego de carrizos” o ”juego de carrizos adornados”.
Esta danza fue creada por los ancestros aztecas, cuando los curanderos se reunían a practicar las ciencias sobrenaturales y danzaban, mientras el curandero mayor procuraba alivio a los enfermos. La danza quedó proscrita por los frailes misioneros, por considerarla una representación idolátrica. Sin embargo, la escasa vigilancia eclesiástica y la lejanía de la Arquidiócesis de México, propiciaron que los danzantes continuaran practicándola, con más vigor a partir de la independencia del país y hasta la actualidad. Al no poder terminar con esa danza, la iglesia católica la absorbió en sus celebraciones. Al parecer, esta danza está relacionada con el calendario astronómico Xiuhmolpilli (rueda calendario). Tiene lugar sólo en fechas importantes para la agricultura, como el 1 de enero, para solicitar que el año sea favorable; el 19 de marzo, cuando se selecciona las semillas para la siembra; hacia mediados de mayo, cuando se celebra una semana para la invocación de la lluvia; en la fiesta de Corpus Christi; y el 29 de junio, para que el Santo Patrono San Pedro, aboque por una cosecha abundante; el 12 de diciembre se agradece a la virgen de Guadalupe, mientras que el 24 de diciembre, se cierra el ciclo. El grupo de danzantes se compone de cinco o siete parejas de hombres más la maringuilla, que es interpretada por un niño vestido de mujer que porta un paliacate (pañuelo grande), una jícara (vasija) en la mano izquierda, y en la otra, una culebra articulada de carrizo que se mueve constantemente al bailar. La culebra simboliza al rayo, a la lluvia y a la fertilidad, que eran atributos de Chicomecóatl (diosa de la subsistencia). La maringuilla es considerada la madre de la danza, la dueña de todas las variedades del maíz y además es la poseedora de las hierbas medicinales.
 
Los integrantes del Acatlaxquis portan pantalón y camisa de manta, una pantalonera, huaraches (sandalias), un sombrero con listones, con un paliacate (pañuelo grande) rojo ataviado al pecho. Los danzantes llevan en sus manos un ingenioso conjunto de cañas de carrizo atados entre sí para acompañar la coreografía. Las cañas miden aproximadamente 120 centímetros de largo. Al final. Los danzantes dispuestos en círculos, las despliegan para formar una especie de cúpula. Los danzantes recuerdan a los lanceros de los ejércitos nahuas, quienes usaban otates (varas de bambú) puntiagudos como eficaces lanzas. En el baile, los ejecutantes, que llevan el haz de cañas, en algún momento lanzan hacia el cielo formando bellos arcos, que llevan el haz de cañas, en algún momento lanzan hacia el cielo formando bellos arcos. Las flechas mismas recuerdan a los que cayeron en batalla y han ido a habitar a las regiones solares. De ningún modo el Acatlaxquis representa un espectáculo de diversión o pasatiempo ya que está cargado de ritualidad. Debido al desinterés y apatía de la población, esta danza corre peligro de desaparecer, ya que actualmente el único músico de Acatlaxquis ya no está en condiciones de seguir tocando, debido a su avanzada edad. Eduardo Garcés, investigador de la danza Acatlaxquis, comentó el deseo de rescatarla y hacer un taller de música y danzas, ya que afortunadamente, tiene documentado en videograbaciones trece sones que el anciano músico le compartió. A partir de esas grabaciones, este proyecto intenta atraer a los oriundos de Xolotla para que aprendan la ancestral danza de los Acatlaxquis. Los principales sones de la danza son: la entrada, la maringuilla y el gavilán, siendo estos los que intenta rescatar en la primera etapa en los talleres, tanto en música como en la danza. Por otra parte, el investigador Eduardo Garcés, también comparte dichos sones con integrantes del bachillerato de la comunidad de Xolotla, en el municipio de Pahuatlán,




































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