Radif (Irán)



El Radif es el repertorio tradicional de la música clásica iraní que constituye la esencia de la cultura musical persa. Cuenta con más de 250 unidades melódicas. Son como una gran colección de piececitas que constituyen la herencia y estilo de la música clásica persa. Estas piececitas se llaman Gushé y están organizadas en ciclos, y posee un sustrato modal de base que viene a ser el telón de fondo al que se añaden los motivos melódicos más diversos. La procedencia del Radif está en la dinastía Sasánidas.  Su rey, muy culto, llamado Xosro Parvis (que reinó bajo el nombre de Chosroes II entre el 590 y 628) fue un gran mecenas de músicos, entre los que se incluye la figura del legendario Barbod, al que se atribuye la creación del sistema de las siete dastgahs y la invención del laúd. 
En la corte, Barbob se llevaba bien con el rey y tenía una melodía especial para cada día de la semana uno, para el primer día de cada mes otro conjunto de melodías específicos.  Y de aquí surgió el Radif, para poner cada día una melodía diferente. Cuenta la leyenda que el rey tenía un caballo negro precioso llamado Shabdiz, al que adoraba.  Pero el caballo enfermó y el rey dijo que quien le informara de que el caballo había muerto, le mataría.  Así que cuando Shabdiz muere no sabían cómo decirlo, así que le pidieron a Barbob que sea él quien dé la noticia.  Barbob empezó a tocar, sin decir nada, toca y toca unas melodías tan tristes que llega un momento que el rey grita: ¡Para!, ¡para!  ¡Shabdiz está muerto!  Y le contestan, sí, lo has dicho tú.  Hay un gushé que se llama Shabdiz. Las escalas-modos principales son doce, aunque aparecen ocasionalmente otras escalas. Se consideran siete de las principales o Dastgah, y otras cinco secundarias o Avaz. Aunque este número podría aumentar, ya que hay gushé muy importantes que podrían constituir un modo independiente. El gushé  es como una corta melodía que cubre un tetracordio o un pentacordio. Corresponde a la realización de un género o parte del sistema tonal, es decir, de la escala que cubre de una a dos octavas, estructuradas en tetracordios y pentacordios, habitualmente.


Cada gushé pone de manifiesto una parte de la escala, básica o con alguna alteración (modulación) Cada uno de estas escalas-modos se conservan un número variable (entre 4 y 40) de los fragmentos o melodías que se llaman Gushé. La rítmica de cada gushé es variable: desde una especie de tempo libre en estilo parlando o ad libitum, a una música acompasada, que admite barras de compás, incluyendo piezas muy rítmicas. Estos gushé están ordenados en forma de una suite natural en una ejecución, constando de introducción, desarrollo, ritmo, canción, final, etc. la introducción se llama Daromad. A veces hay más de uno. Y cambia para cada dastgah o avaz. El orden de ejecución de un radif es partir del fundamental Daromad, introducción típica del modo; luego se modula al primer Gushe, se expresa tu idea sobre ese gushe, y tras él, el siguiente. Cada gushé suele subir un grado respecto al anterior en la escala fundamental. Les vinculan los Forud, que son vueltas al modo central cuando se ha modulado. Paralelamente crece el tono y la velocidad. El último es muy agudo (rápido a veces). Se acaba en una pieza rítmica en un modo mezcla de todos, un Rengh, que es una especie de resumen tonal del dastgah. Aunque la interpretación de la música tradicional iraní se basa esencialmente en el arte de la improvisación –en función del estado de ánimo del artista y las reacciones del auditorio–, los músicos dedican varios años a dominar el Radif por contener éste el conjunto de elementos imprescindibles para sus interpretaciones y composiciones. El Radif puede ser vocal o instrumental y se interpreta con instrumentos que exigen técnicas de ejecución diversas: laúdes de mástil largo llamados tār y setār; cítara santur, cuyas cuerdas se golpean con macillos; vihuela de péndola kamānche; y flauta de caña ney. Transmitido oralmente de maestros a discípulos, el Radif encarna a la vez la estética y la filosofía de la cultura musical persa. Su aprendizaje exige como mínimo diez años de dedicación, durante los cuales los alumnos no sólo deben memorizar su repertorio, sino también ejercitar una ascesis musical encaminada a abrirles las puertas de la espiritualidad. Médula de la música iraní, este tesoro musical refleja la identidad cultural y nacional del pueblo de Irán.



































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