La escena musical de Japón es sin duda alguna, una de las experiencias
artísticas más extremas a la que uno puede exponerse. Después de frecuentar
decenas de discos de estos kamikazes sónicos, se puede llegar a algunas
conclusiones. Concretamente, el Japanoise, al igual que el Jazz
de los 50-60, es una escena endémica, es decir, que los discos en colaboración
sean muy frecuentes y que en los discos individuales suelen aparecer músicos de
otras bandas, sin contar las decenas de proyectos que aparecen bajo otro
nombre.
A excepción de algunos deliberadamente autistas como los Rezilles
Denudes, los grupos y artistas Noise japoneses son prolíficos como
ratones, Otomo Yoshihide, por ejemplo, tiene seis discos editados en el
2002, por no hablar de la caja de 50 discos de Merzbow, probablemente
orientada hacia el Guiness. Si a eso le sumamos la característica anterior,
comprobamos que la capacidad de producción de los artistas Japanoise es como una
caricatura de la famosa capacidad de producción de sus fábricas, y en algunos
casos, ofreciendo una serie de variantes que serían asombrosas para cualquier
músico occidental. Esto no necesariamente entraña calidad en todas las
creaciones, pero muestra gran intrepidez. Esta falta de miedo a la cantidad
vale también para la duración de los temas, que suelen ser largos para los
parámetros occidentales, teniendo una media de 6 a 8 minutos, y llegando a
piezas de 30 minutos o más. Un ejemplo es la hipnótica “La Nova”, de Acid
Mothers Temple, de 40 minutos y 40 segundos de duración. En el Japanoise
no hay una característica predominante en relación al idioma, hay bandas que
cantan en japonés y bandas que lo hacen en inglés, otros lo hacen en ambos
idiomas o cantan en lenguas que ellos inventan. Por otra parte, el predominio
instrumental es claro, cantan poco, y de ese poco, mucho lo aúllan más allá de
cualquier idioma. Las letras, al menos las escritas en inglés, son totalmente
irrelevantes.
Acid Mothers Temple
Aunque parezca paradójico, el silencio tiene mucho espacio en el ruido
japonés. Son habituales los espacios vacíos dentro del Japanoise. Aube
y Otomo
Yoshihide han llevado esto al paroxismo, obligando a que uno se pare a
ver si no le pasó algo al equipo. La conexión del Noise japonés con el Krautrock
y la música experimental alemana es muy evidente, y quienes están
familiarizados con esa música, no se van a sentir tan asombrados por los
extensos desarrollos y la concepción de cuelgue de estas bandas. Para provenir
de una sociedad supuestamente muy machista y represiva respecto de las mujeres,
la participación de las mismas en estos tipos de grupos es superior a la de
cualquier otro género y además, en funciones que van mucho más allá de lo
decorativo. Yoshimi P-We, Yasuko Onuki o la cantante Phew
(New
Jazz Ensemble), son parte esencial del sonido de sus bandas, recordando
constantemente la importancia artística que Yoko Ono ya tenía en esta
cultura antes de conocer al peludo de Liverpool. El tono y la expresividad de
la palabra tiene una importancia semántica mucho mayor en Japón que en
occidente, hasta el punto que una misma palabra puede tener significados
radicalmente diferentes según la entonación con que se profiere. Esto
explicaría por qué cuando vemos una película japonesa, da la sensación que a
veces se ponen a gritar irracionalmente, y esto también pone en duda nuestra
percepción de lo que es un grito en una canción japonesa. Los músicos de Japanoise
no tienen la menor angustia por el hecho de estar influenciados por occidente.
En general, sus principales influencias son artistas de Rock más o menos
normales, pero también la tradición de improvisación musical japonesa. Los
músicos tienen tan poca inseguridad con respecto a lo personal de su música,
que no les temen a la influencia extranjera. Los japoneses no crearon el Noise,
pero más allá de no provocar su origen, el sinónimo característico de esta
escena es agrupar una serie de influencias y llevarlas al extremo, a tal punto
de parir una puñalada de sonidos existentes a un nivel fuera de lo imaginado.
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