El Salay
es una recopilación de las fiestas de ciertas comunidades de los valles de
Potosí, Chuquisaca y Cochabamba (Bolivia). En Villa Serrano departamento de
Chuquisaca así como en Potosí es conocido como Salaque, que se baila al
son de tonadas interpretadas por varones y mujeres que intercalan versos. Esta
danza, originaria de Jaihuayco, se presentó por primera vez en el año 1987. Se
originó de danzas típicas ancestrales con raíces de las celebraciones del
cultivo y agricultura. Sus pasos imitan los de un agricultor cosechando y
sembrando semillas.
El Salay combina danzas de Huayño
y Cueca,
junto al zapateo valluno y el ritmo del charango. El término Salay
no tiene significado propio y se trataría de un piropo, algo así como
"Viditay". Cuando la danza nació, los varones vestían camisa de manga
larga, chaleco de bayetilla, chumpi (faja), pantalón, sombrero y zapatos
blancos. Las mujeres, un sombrero de lana de oveja adornado con cintas de
colores del arco iris, tejas en bayeta de la tierra y colores en degradé,
simbolizando el calendario de Santa Vera Cruz y la Fiesta de Difuntos. La blusa
lleva detalles del mismo material de la pollera, tullmas (cintas que aseguran
las trenzas), faja de aguayo, pollera de bayetilla (ni muy corta ni muy larga),
que debe estar cinco centímetros encima de la rodilla; debajo, un “fuste”
pegado al cuerpo y zapatos blancos de taco medio. El baile del Salay
es una danza valluna que plasma un zapateo cuyo donaire representa el coqueteo.
El joven a través del baile se ingenia para crear movimientos graciosos, busca
ganar la atracción de la cholita, la cual finalmente atraída y convencida por
los encantos dispensados, termina en sus brazos. Hombres y mujeres hacen gala
de cintas de varios colores que adornan el traje, realzado con la contagiosa
alegría del Huayño y el derroche de sus palmas. La coreografía y la música
evolucionaron, la danza sufrió cambios y la música incorporó instrumentos
electrónicos, de cuerda y percusión, haciéndola más atractiva y
“contemporánea”. Hoy en día el Salay atrae a jóvenes y señoritas
que gustan del baile.
La danza se
conoció gracias a la Fraternidad Fundadores, con Germán
Cardona y Edwin Camacho, entre otros. Un año después se creó una
fraternidad en Parotani y en 1989, la tercera en la Facultad de Derecho de la
Universidad Mayor de San Simón. En 1990 surgieron otras agrupaciones en Cliza y
Colcapirhua y desde entonces la danza escondida en el área rural es considerada
urbana. A lo largo de más de tres décadas, algunos directivos de fraternidades
realizaron una mezcla de la danza original con el Huayño peruano,
incorporando movimientos y ritmos, lo que genera susceptibilidad porque ya se
habla de un ritmo importado. Por ello se organiza un festival internacional,
destinado a mostrar la danza como originaria de Bolivia, para generar
protección y defensa de la riqueza cultural del país. Al grito de “zapatito,
zapatito”, el zapateo es acompañado por las palmas de los bailarines. La danza
empezó a despegar y a ponerse de moda entre los mayores y sobre todo jóvenes en
2016 y se hizo más popular con la ayuda de los grupos folklóricos que
comenzaron a componer temas más alegres. Ahí, acompañada de la música, la danza
está en auge. Salay Cochabamba es la fraternidad más grande y más antigua:
tiene 19 filiales en EEUU y Europa, además de Bolivia; cuenta con 800
danzarines en el valle. Otras fraternidades como Salay San Joaquín, Salay
Linde, Valle Hermoso, Valleymanta, Tiquipaya, por nombrar
algunas, son las más grandes en cuanto a número de fraternos. El Salay
atrae a jóvenes, pero en las fraternidades existe el bloque de “ñaupas”
(antiguos) como Generación ’90, de gente que formaba parte de una fraternidad
en esos años y que ahora retomó la actividad. Esta danza valluna fue declarada
patrimonio cochabambino y ahora se busca la declaratoria departamental y
nacional de patrimonio cultural, para lo que se trabaja en un marco normativo a
fin de protegerla de los “posibles riesgos de usurpación”. Fraternidades e
instituciones realizan los trámites necesarios para lograr las declaratorias,
ante la Gobernación y el Ministerio de Culturas, y solicitan además que se
reconozca su origen.
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