Merengue Venezolano
El Merengue Venezolano (también conocido como Merengue Rucaneao) es una forma musical extendida por todo el Caribe. Las primeras apariciones de Merengue en Venezuela fueron en la segunda mitad del siglo XIX.
Como danza, el Merengue
adquirió popularidad en Caracas en la década de 1920. A pesar de que comparte
el mismo nombre con el Merengue dominicano, los ritmos
tienen muy poco en común, excepto que eran comúnmente escritas para una pareja
de baile. En otros tiempos ha recibido el apelativo de “Tango Merengue” y “Guasa”.
El término de “Tango-Merengue”. Esta denominación la comparte también Aldemaro
Romero, quien afirmaba que los viejos músicos cañoneros que
interpretaban este género musical, se referían a esta música como “Tango-Merengue”
o “Tanguito”
y es que a juicio de este músico el Merengue es hijo del Tango
gaditano, forma musical venida de Cádiz, España. Sin embargo, es un misterio
cómo se integra el vocablo “Merengue” a este ritmo. Los orígenes
de la palabra son un tanto llamativas. Para algunas personas, la palabra Merengue
proviene la palabra francesa “meringue”, un dulce hecho de las claras de huevo
batidas y azúcar. Sin embargo, esta mezcla se llama suspiro en Venezuela. Hay
un vínculo más fuerte con un baile popular de Haití con ese nombre. Otra teoría
relaciona es que el nombre proviene de palabras africanas como “muserengue” o “mouringue
tamtam”, que se utilizaba para referirse a los bailes o a una de las culturas
africanas llegadas a estas tierras. Estas afirmaciones vienen principalmente de
investigaciones hechas con relación al Merengue dominicano y el Merengue
Vallenato de Colombia, pero es de suponer que el caso de Venezuela no
sea muy distinto. En Caracas, el término se designa como un Merengue
Rucaneao que es una forma de bailar en la celebración de las parejas y,
a menudo con exagerados movimientos de cadera, paso que le sumo una posterior
controversia, ya que era considerado por los conservadores de entonces como una
manifestación vulgar. Tal vez por lo acaramelado de su nombre, por la impudicia
de sus letras o por la forma de bailarlo, que requería ciertos movimientos
acentuados de las caderas y un acercamiento muy estrecho de la pareja. El
nombre rúcano proviene de una golosina gelatinosa hecha con tuétano de vaca y
meladura de azúcar cuajada en forma cónica (papelón). Los bailes eran pagados
en asuntos, con precios muy populares, como “una locha” (12,5 centavos) o “un
medio” (25 centavos) en las salas de baile conocidos entonces como mabiles
(prostíbulos donde se bailaba y se tomaba). Este ritmo de compás mocho, penetró
el gusto de los caraqueños que habitaban en parroquias como San Juan, La
Pastora o San José y fue ganando espacios más allá de los ya conocidos mabiles.
El acompañamiento en vivo constó de cuatro instrumentos de solo: trompeta,
trombón, saxofón y clarinete e instrumentos de ritmo como el cuatro, bajo y
percusión (que, dependiendo del tamaño del conjunto, podría ser tan simple como
un güiro, la incorporación de maracas e incluso una caja de batería). Esta
forma musical tuvo su mayor auge entre 1920 y 1940, gracias a los “cañoneros”
como eran conocidos aquellos músicos que sacaron el Merengue de esos locales
nocturnos y lo llevaron a las plazas y los templetes en épocas de carnaval y
otras celebraciones populares, recorriendo las calles acompañados de un
artefacto llamado trabuco o cañón, que no era más que un pequeño tubo de bambú
relleno de carburo de calcio y agua, al que hacían detonar (de ahí el nombre)
para anunciar los temas que iban a interpretar a continuación. Finalmente, ya
entrada la década de 1950, los grandes salones sucumbieron y abrieron sus
puertas a este baile caraqueño, que llegó de la mano de la orquesta de Luis
Alfonzo Larrain. “El norte es una quimera”, de Luis
Fragachán, “La pelota del Carey”, de Lorenzo Herrera, “Carmen
la que contaba dieciséis años” y “Préstame tu máquina”, de Balbino
García, animaron fiestas de matrimonios, quinceañeras, graduaciones y
demás jolgorios capitalinos de la época, luego este estilo musical cayó en
desuso.
No obstante, gracias a la contribución de compositores y músicos de la
talla de Carlos Bonnet, Luís Laguna, Pablo Camacaro, Cruz
Felipe Iriarte, Otilio Galíndez, César
del Ávila, Cristóbal Soto, Adelys Freites, Cecilia Todd, Lilia
Vera, Simón Díaz, el Quinteto Contrapunto, Ensamble
Gurrufío, El Cuarteto, Gualberto Ibarreto, Los
Cañoneros y Los Antaños del Stadium, el Merengue Venezolano ha
recobrado su merecido espacio en la escena musical venezolana bajo la métrica
de 5/8 la favorita de los músicos y compositores de las últimas décadas. El Merengue
Venezolano ya no es para tanto el fenómeno popular que era en la década
de 1920, pero sigue siendo un baile popular, especialmente en Caracas. Varios
grupos de “nostalgia” intentan preservar este género musical, mientras que
conjuntos modernos que incorporan Merengues Venezolanos en su
repertorio incluyen: Grupo Raíces, El Cuarteto, Beto
Valderrama, Henry Rubio, Luis Laguna, Ensamble Gurrufio. El Merengue
fue abrazado con entusiasmo por la gran mayoría de los compositores clásicos
nacionalistas de Venezuela. La pianista y compositora Teresa Carreño escribió
varios Merengues, y se incorpora la forma como un intermedio en
algunas de sus piezas. El pianista y compositor Moisés Moleiro también
escribió y realizó Merengues en su repertorio clásico, al igual que Evencio
Castellanos. El saxofonista y compositor Daniel Milano Mayora
escribió un buen número de Merengues, tanto para la
interpretación popular, así como de solos de piano virtuoso. El guitarrista y
compositor Antonio Lauro escribió lo que se cree que es la primera pieza
en forma de guitarra clásica en solitario, titulado simplemente “Merengue”
en 1945. Rodrigo Riera compuso su primer Merengue para guitarra
solista, titulado “Merengue Venezolano” en la década de 1950. Más tarde, escribió
muchos otros Merengues. El cantante Jesús Sevillano incluyó varios Merengues
en su repertorio, durante la cumbre de su carrera de cantante. Músicos
venezolanos contemporáneos han cultivado y preservado el género como Jhibaro
Rodríguez, arreglo de La Zapoara para guitarra solista y León
Zapata compositor de “El guaro” son ejemplos de Merengues
escritos o arreglados en la mitad última del siglo XX.
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