miércoles, 4 de diciembre de 2024

Piano a Cuatro Manos

 


Siempre se ha dicho, y por tanto es un tópico, que el piano es el rey de los instrumentos. Afirmación en sí misma discutible si se considera el lirismo de los instrumentos de cuerda, la voz seductora de los de madera, el color tímbrico de los de metal y la energía de los de percusión.

Sin embargo, es bien cierto que, desde la perspectiva de la polifonía, el piano, de forma natural, es el instrumento polifónico por excelencia. Y si esto es así para el piano en general, ¿qué decir cuando se trata del piano a cuatro manos?

El dúo de Piano a Cuatro Manos, que es una modalidad de la Música de Cámara, posibilita que el piano alcance su máxima potencialidad polifónica al actuar simultáneamente sobre el teclado dos instrumentistas, con una disponibilidad potencial de veinte dedos, a lo largo de sus siete octavas y media (ochenta y ocho teclas).

La forma de sentarse ante el piano es un pianista junto a otro y se llama primo al que está sentado en la sección media-aguda y secondo al que ocupa la sección media-grave. El reparto de espacio es todo un reto para los dos intérpretes que, en principio, como pianistas, están acostumbrados a tener todo el teclado a su disposición.

Realmente, hay que hacer un trabajo de acomodamiento físico y técnico muy interesante, que consiste, por un lado, en acomodar las alturas de las banquetas según el tamaño de los intérpretes para que los brazos no choquen tanto. Por otro, hay que trabajar el movimiento y gestos de respiración y expresión sobre el teclado para comunicarse entre ellos todas las intenciones musicales y, por supuesto, hacer un trabajo de digitación muy detallado en los puntos donde las dos partes escritas coinciden en el mismo lugar del teclado. A veces es necesario incluso “arreglar” la escritura repartiendo entre las manos las notas de una manera diferente de como está escrito para facilitar y acomodar la interpretación.

El pedal suele ser responsabilidad del secondo, sobre todo cuando su parte es la acompañante y se ocupa de los movimientos armónicos, aunque esto no es una norma y depende de las características de la música que se interprete.

También, en el terreno pedagógico se ha escrito y se ha arreglado mucha música para cuatro manos con la intención de ser interpretada por profesor y alumno para que el alumno pueda conocer las bases del lenguaje musical a través de la experiencia de tocar junto a su profesor.

En estas circunstancias no es de extrañar que el Piano a Cuatro Manos haya sido elegido el instrumento idóneo para verter en él transcripciones de Sinfonías, Cuartetos, Operas etc.; pero lo verdaderamente significativo e interesante, y es lo destacable, es que esta modalidad de componer ha sido elegida por grandes músicos a partir del momento mismo de la aparición del piano.

Prácticamente todos los compositores de música para piano han dedicado parte de su producción al Piano a Cuatro Manos, desde los hijos de Bach, Mozart o Haydn, Diabelli, Schubert, Schumann o Brahms, hasta Debussy, Bartok, Satie, Strawinsky o Kurtag.

Así, Johann Christian Bach, el hijo pequeño de Johann Sebastian Bach, el llamado “Bach inglés”, escribió varias Sonatas para Piano a Cuatro Manos. La forma de escribir de Johann Christian Bach, considerado el primer concertista conocido de piano, influyó sin duda en Mozart. Fue este último quien escribió una serie de Sonatas para Piano a Cuatro Manos, brillantes, complejas y evolucionadas, obras que interpretaba con su hermana, siendo especialmente destacable por su importancia y nivel musical la “Sonata en Fa M” (K.V. Nr. 497).

También Beethoven, aunque esporádicamente, escribió para Piano a Cuatro Manos; como la “Sonata op. 6” con sus dos tiempos: Allegro molto y Rondo. La compuso en 1796 a la edad de 27 años. En el Allegro aparece ya, pese a ser una obra de juventud, con un Beethoven autoafirmativo y turbulento, que fluctúa, en el Rondo, a esa otra faceta de su personalidad, dulce y amable.

También en el Romanticismo existe una importante literatura para Piano a Cuatro Manos. Si Schumann adoptó esta modalidad, fue sin duda Schubert quien mostró una verdadera predilección por el Piano a Cuatro Manos, probablemente porque necesitaba de una forma ampliada de sonoridad, más rotunda, más poderosa. Precisamente el catálogo de su obra empieza con una “Fantasía en Sol M”, que se supone escribió a la edad de trece años. Lo cierto es que Schubert cultivó intensamente esta modalidad compositiva, mereciendo especial atención una obra maestra del género; su famosa, bella y técnicamente compleja “Fantasía en Fa m”.

No se puede dejar de citar entre los grandes románticos a Johannes Brahms, quien eligió el Piano a Cuatro Manos para dos grandes y significativas obras: “Las danzas húngaras” (21 danzas distribuidas en dos cuadernos) y los “16 valses de su Op. 39”; una obra magnífica en la que los Valses, sin dejar de ser Valses, adquieren tintes y matices rapsódicos y sinfónicos. Tenía 32 años Brahms cuando compuso estos Valses. Poco tienen en común con los de Beethoven o Schubert o Strauss. Valses densos, profundos, complejos, hermosos, compuestos en 1865, un año doloroso por la muerte de su madre.

Y siguiendo con el Piano a Cuatro Manos, en el pasado siglo XX, se puede citar, entre otros, a Gabriel Fauré, Claude Debussy, Maurice Ravel, Erik Satie, Francis Poulenc. “La Petite Suite” de Claude Debussy es una obra sabia, sensual, imaginativa y deliciosa, escrita a la edad de 27 años, en 1889. Debussy explota inteligentemente todos los resortes del Piano a Cuatro Manos, usando una forma de escribir que obliga a los intérpretes a tocar de una forma compacta, sabiamente entrabada, especialmente atentos a esa “quinta mano” que es el pedal, y que debe ser cuidado hasta el extremo.

Finalmente, una obligada cita a Maurice Ravel. “Mi madre, la Oca” la escribió a la edad de 33 años en 1908. Glosa musicalmente una serie de cuentos; entre ellos “Pulgarcito” (de Perrault), “Feúcha, reina de las pagodas” (de Madame D’Aulnoy), “Las conversaciones de la Bella y la Bestia” (de Madame Leprince de Beaumont), transcribiendo en la misma partitura y a guisa de encabezamiento, algunos extractos de los cuentos. En esta obra, el perfeccionismo y sentido lúdico de Ravel, raya en ocasiones en la extravagancia, obligando a los intérpretes a tener que hacer filigranas en el teclado para intentar ser fieles a la escritura del autor, tan celoso de la exactitud.

Resumiendo, puede decirse que la modalidad del Piano a Cuatro Manos, con la presencia de dos ejecutantes en el mismo teclado, sitúa a esta particular forma de ejecución pianística en el campo de lo concertante, y requiere una gran capacidad de colaboración y compenetración entre los dos pianistas, que se sirven mutuamente en unos casos y se aúnan y multiplican en otros hasta alcanzar el máximo clímax sonoro.

Todo esto implica, en ocasiones, un cierto funambulismo que suele sorprender y divertir al público no habituado, y exige a los pianistas que forman el dúo de Piano a Cuatro Manos una exagerada precisión, ilimitada coordinación y mutua atención, lo que convierte a esta modalidad de Música de Cámara en una arriesgada aventura. Una temible y maravillosa aventura.

 

 

Fuentes:

 

• Nuevarevista.net

• Cadenaser.com

 


 















































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