En música clásica, la Fantasía es una forma musical libre que se distingue más por un carácter improvisador e imaginativo, que por una estructuración rígida de los temas. Aparece en el siglo XVII y permite al compositor una mayor expresividad musical relajando las restricciones inherentes a otras formas tradicionales más estrictas, como la Sonata o la Fuga. La Fantasía encadena los temas sin una organización prefijada.
La Fantasía combinaba entonces elementos de la Tocata y del Ricercare. Para los románticos, la Fantasía proporcionaba los medios para una expansión formal sin las restricciones de la forma de Sonata.
Sin embargo, esto no quiere decir que una Fantasía carezca por completo de estructura formal, contemplando los principios básicos de cualquier forma musical. De hecho, muchas Fantasías se basan en la forma de la Sonata en aspectos tales como el uso y re exposición de varios temas, o en la delimitación de secciones contrastantes entre sí, aunque con un tratamiento mucho más libre.
Estéticamente, la Fantasía no juega el mismo papel en el paisaje musical de cada época, aunque su rasgo común pudiera basarse en una cierta predominancia de la subjetividad del compositor frente al respeto escrupuloso de los marcos tradicionales heredados. Esta sería la razón por la que la Fantasía acostumbre a ser más una cuestión de solistas que de grandes orquestas, cuya compleja arquitectura admite menos desviaciones de los caminos formales. No obstante, la Fantasía no debe ser confundida con el Impromptu ni con la improvisación.
Una Fantasía cromática es un tipo específico de Fantasía originado en el siglo XVI en Europa. En su primitiva versión, se basaba en el tetracordio cromáticamente descendente que surge de modo natural del modo dórico. Un ejemplo es la Fantasía cromática del compositor holandés Jan Pieterszoon Sweelinck. Cien años más tarde Johann Sebastian Bach retomó este estilo en su “Fantasía cromática”.
La gran época de la Fantasía fue el siglo XIX, siendo su instrumento preferido el piano y su marco histórico el Romanticismo. Bajo nombres muy variados (“reminiscencias”, “paráfrasis de concierto”, etc.), la Fantasía alcanzó su apogeo bajo los dedos de los más grandes pianistas-compositores románticos como Chopin, Liszt, Saint-Saëns o Schumann. El virtuosismo desenfrenado de esta época heroica del piano encuentra un lugar especial en estas composiciones con sus marcos fragmentados y su subjetividad exacerbada. Las Fantasías de concierto de Franz Liszt alcanzarían gran éxito entre los públicos populares.
Mozart y Beethoven, los improvisadores más famosos del clasicismo vienés, dejaron un número relativamente pequeño de Fantasías escritas. Beethoven, que vivió en la frontera entre dos períodos musicales, compuso en una forma tradicional, pero sus obras a menudo están relajadas por el espíritu del librepensador con una inclinación hacia el Romanticismo. “Sonata quasi una fantasia” es lo que escribió en las páginas de título de dos de sus Sonatas fechadas en 1800 y 1801. Si algunas de las últimas Sonatas de Beethoven -op. 101 y op. 109- tuvieran un subtítulo, la palabra “quasi” probablemente sería innecesaria, ya que estas piezas mágicas están muy alejadas del orden firme de la Sonata clásica.
Entre las primeras obras del compositor británico Henry Purcell se encuentran las “Doce Fantasías Para Viola” (1680), que representan el final florido de la música isabelina. Muestran asimismo el dominio del joven compositor (21 años) en la utilización de las técnicas contrapuntísticas de la polifonía antigua, así como la profundidad emocional y el control expresivo de la disonancia, típicas del estilo renacentista.
La “Fantasía en fa menor”, K. 608, es una pieza escrita para órgano mecánico (o reloj musical) por Wolfgang Amadeus Mozart, como parte de una serie de cinco obras para instrumentos fuera de lo común, que respondían al encargo de un curioso aristócrata austriaco, el conde Joseph Deym von Stržitež.
La “Fantasie und Fuge über das Thema B-A-C-H” (del alemán: “Fantasía y fuga sobre el motivo BACH”) es una Fantasía para órgano compuesta por Franz Liszt en 1855 y revisada posteriormente en 1870. Está escrita sobre el motivo Bach y también es conocida en su primera versión como “Präludium und Fuge über das Motiv B-A-C-H”. Sobre este mismo motivo Max Reger compuso su “Fantasía y Fuga sobre B.A.C.H”.
Las Fantasías por excelencia del siglo XIX son piezas de brillante virtuosismo, en su mayoría arreglos para piano de melodías operísticas populares, que simplemente abrumaron al público contemporáneo.
Los amantes de la música lo tenían todo en uno: la belleza de las melodías de Bellini o Verdi, la brillantez del virtuosismo técnico y la magia personal del intérprete. Al fin y al cabo, las Rapsodias de Liszt suelen recordar este tipo de Fantasía instrumental.
La Fantasía es un visitante poco frecuente en el siglo XX. Un ejemplo notable es la “Fantasía” (op. 47) de Arnold Schönberg para violín y piano; la tradición de la improvisación se recupera y se combina con decoraciones de arte popular en la obra maestra de Bartók, Improvisaciones sobre canciones campesinas húngaras.
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