En su idioma original, el italiano Scherzo significa juego, broma o diversión (la palabra italiana equivale a la española escarceo). Naturalmente, no se deduce de ello que todos los Scherzos son páginas rientes, pero sí es norma que el Scherzo, cuando lo hay, constituya el movimiento menos denso o grave de la composición en la que se inserta.
A veces se coloca la palabra
scherzando en la notación musical para indicar que un pasaje se debe tocar de
una manera juguetona o graciosa. En el siglo XVII se compusieron colecciones de
Scherzos
vocales (corales) tan importantes como son los “Scherzi musicali”, de Claudio
Monteverdi. Se pueden encontrar colecciones de Scherzi Sacri cuyo
título, tomado literalmente (bromas sagradas) encierra gran contradicción. En
estos casos, el término Scherzo denota más bien fantasía,
forma libre. En la música moderna no es del todo raro encontrar el término Scherzo
utilizado como género y, en consecuencia, aplicado a composiciones íntegras, no
a una parte o movimiento: así, “El aprendiz de brujo”, de Paul
Dukas es un Scherzo sinfónico y muchos otros autores han compuesto Scherzos
individualizados, como Bax, Bartók, Stravinski,
etc., hasta llegar a la música más reciente (“Scherzo sinfónico”, de Seco
de Arpe, 1994). El Scherzo sonatístico responde al
mismo esquema formal que el Minueto. El Minueto es una danza
salonesca, galante, de compás y aire muy determinados, fijos, reconocibles.
Cuando Haydn propone Scherzos en lugar de Minuettos
en algunos de sus sonatas, cuartetos y sinfonías, no está variando la forma ni
la funcionalidad contextual de ese movimiento, sino simplemente indicando que
no se trata del convencional paso de danza en el galante compás de 3/4. Sin
embargo, como sucede con tantos otros conceptos de la música moderna, el Scherzo
adquiere su definitiva, renovada y vigorosa personalidad en la música de Beethoven.
Si el genial compositor no solo aceptó de buen grado, sino que necesitaba la
función “relajante”, la distensión que el Minueto suponía en el contexto
sonatístico, situado entre dos movimientos -generalmente el segundo y el cuarto-
de alta densidad expresiva o dramática, pronto sintió que el tufillo salonesco,
el aire danzable, las reminiscencias galantes chocaban con la línea expresiva
de su música. De este modo, mantuvo la funcionalidad y la forma, pero cambió el
carácter de este trozo de música sustituyendo la suave cadencia del Minueto
por un flujo energético, dinámico, que con frecuencia renuncia al compás de 3/4
y que, en todo caso, pulveriza cualquier referencia a danza de la vieja suite o
del cercano salón. Para Beethoven, el paso del Minueto
al Scherzo
es un paso en orden a la práctica de música con mayor sentido trascendente,
humanista, dramático o, dicho desde la perspectiva contraria, un paso en su
camino de alejarse de la concepción de la música como divertimento palaciego o
burgués. A partir de Beethoven, el Scherzo se impuso en las
obras acogidas a la forma sonata y su carácter, su funcionalidad y su forma
externa no suelen faltar en ninguna obra de estas características durante todo
el siglo XIX y mientras se mantuvo el apego a la forma sonata en el XX. Las
variantes, que, por supuesto, las hay, suelen referirse al carácter, más que al
esquema formal o a la funcionalidad en el seno de la macroforma sonatística.
Así, son célebres los Scherzos mendelssohnianos, páginas
que, merced a una orquestación sutilísima, ingrávida, inmaterial, y a la
vivacidad de sus temas, suponen deliciosos ejemplos de la música que los
franceses llaman Féerique (encantatoria, como de cuento de hadas), carácter al
que coyunturalmente se apunta Berlioz en el Scherzo de su “Romeo
y Julieta”.
Otros Scherzos optan por situarse en la
vecindad de lo coreográfico: el de la “Quinta Sinfonía” de Chaikovski,
por ejemplo, es un Vals que podría parecer extraído de cualquiera de sus ballets;
el de la “Sinfonía del Nuevo Mundo” posee inequívocos caracteres de
danza, etc. Hasta cabría hablar de un modelo caracteriológico de Scherzo
vienés, definido por Schubert en su gran “Sinfonía
en Do mayor” y explotado al final del Romanticismo por Mahler
y, sobre todo, por Bruckner: se caracterizaría por su proximidad al espíritu de la
danza popular, campesina, sobre todo en los tríos que, invariablemente, evocan
el Ländler,
especie de Vals rústico de la campiña germano-austriaca. El Scherzo
siguió siendo un movimiento estándar en la sinfonía y formas relacionadas
durante el siglo XX. Los compositores comenzaron también a componer Scherzi
como piezas independientes, estirando los límites de la forma. En las
composiciones actuales, el Scherzo también ha aparecido. El
compositor australiano Julian Cochran escribió extensamente
para esta forma, con cuatro Scherzi para piano y dos grandes Scherzi
para orquesta sinfónica. El lanzamiento de la banda sonora de la película de John
Williams para “Star Wars: Episodio VII - El despertar de la
Fuerza” (2015) incluye una pista titulada “Scherzo for X-Wings” que
sigue la típica forma binaria redondeada del Scherzo y se presenta en
un tiempo 6/8. Williams había compuesto previamente “Scherzo for Motorcycle and
Orchestra” para la banda sonora de “Indiana Jones y la última cruzada”
(1989) y en 1985 el “Scherzo for Today” para “The
Today Show” de NBC.
Fuentes:
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