El desencuentro entre el Flamenco y el Jazz ha sido largo y raro. A lo largo del siglo XX la gran mayoría de primeras figuras del Flamenco -tanto del baile como del cante y del toque- han tenido un lugar de privilegio en los escenarios estadounidenses, pero sólo al final de la década de los 50 el Jazz salió al encuentro del Flamenco.
El Flamenco Jazz es un
género novato en cuanto a su estudio y difusión. Si a eso se añade que sus
principales estrellas apenas han glosado sus características, ni tampoco han
redactado decálogos, ni han denunciado a los intrusos, ni han exigido una
estantería en las tiendas de discos, ni un premio en los Grammys, ni siquiera
han asumido que forman parte de algo más grande llamado Jazz Latino, ni han
aclarado si quieren más a papá (el Jazz) o a mamá (el Flamenco).
De hecho, son estos músicos del Jazz Flamenco los que ahora empiezan
a ser aceptados entre los Flamencos como Flamencos y entre los
jazzmen como hombres y mujeres del Jazz. El libro “Flamenco Jazz. Historia de un
amor”, de Carlos Aguilar y Anita Haas, es una alegría para los
ojos con abundante y valioso material fotográfico producto de la labor de una
docena de fotógrafos que han cedido sus obras. Mención especial a la reunión de
carteles que completan una fabulosa sección gráfica. Si se necesita completar el
contexto en torno al Jazz, se puede recurrir a los libros
de Chema
García Martínez “Del foxtrot al jazz flamenco. El jazz en
España 1919-1996” (Alianza, 1996) y “Tocar la vida” (Alianza,
2019) que comienza con una cita de Manolito de María: “Canto porque me
acuerdo de lo que he vivido”. El encuentro del Jazz y el Flamenco
fue una aventura encabezada por Miles Davis y Gil Evans en el álbum “Sketches
of Spain”. Gil Evans -un enamorado convencido del Flamenco en particular y
de la música española en general- le sirvió a Miles de “cicerone” y le
puso en bandeja unos arreglos exquisitos e insuperables. Fue una conquista más
profunda de lo que aparentemente cabría sospechar, pues, efectivamente, el tema
titulado “Soleá” es una soleá flamenca con todas las de la ley.
Otros
grandes jazzistas tentados por la pasión flamenca fueron Lionel Hampton, Charles
Mingus y, muy especialmente, John Coltrane en su disco “Olé”,
la fabulosa recreación que hace del popular Vito, Vito. A estos jazzistas de
pro habría que añadir quienes se han deshecho en elogios acerca de la cultura
flamenca, como puedan ser Chick Corea o Cecil Taylor. Sobre Corea
cabe recoger la apreciación rotunda que Paco de Lucía hace de su obra: “Chick
Corea es quien realmente ha revolucionado el Flamenco”. Las siguientes
experiencias remiten a los discos de Pedro Iturralde que inauguran el
estilo musical en los años 60 y que el saxofonista apenas consideró oportuno
tocar en vivo. Ahí es donde el foco debería situarse en Paco de Lucía, el
guitarrista que tocaba en esos discos con el nombre camuflado de Paco
de Algeciras por razones contractuales. Paco tampoco hablaba
mucho de esos discos, pero el caso es que el guitarrista se abrió a nuevas
experiencias y eso provocó el milagro del nuevo estilo y además cambió la
historia del Flamenco. Pedro Iturralde y Paco
de Lucía, ambos precursores de un estilo musical, lejos de ponerse
medallas escaparon del episodio por razones distintas. A esas alturas Paco
comenzaba a estar reconocido como uno de los grandes guitarristas del mundo
mundial y comenzaba su hartura de que en España pusieran su nombre en letra
pequeña, por su parte Iturralde no volvió a manifestar
ningún deseo de continuar con la experiencia. Ni siquiera hablaba de ello como
se puso de manifiesto en su última entrevista publicada en la mencionada
revista “Más Jazz” dedicada al Jazz Flamenco. La década de los 70
trajo multitud de cambios tanto en España como en el resto del mundo; cambios
sustanciales, en el Jazz y en el Flamenco. La música urbana norteamericana buscaba
nuevos caminos, nuevas fórmulas sobre las que aplicar el intrincado vocabulario
de improvisación que venía desarrollando desde el advenimiento del Bebop.
El auge de la World Music, entre las que se podría catalogar al Flamenco,
se unió al ansia de búsqueda del Jazz, que observó indicios de
interés en un arte rítmicamente complejo y cuyos representantes empezaban a
despuntar de forma internacional. El Flamenco se alimentó de las
experiencias internacionales de Paco de Lucía, cuyo virtuosismo
comenzó a llamar la atención más allá de España, convirtiéndose así en el mayor
reclamo al Jazz fuera de ese país.
Los últimos años de la dictadura
contribuyeron a esta apertura general, de la que el disco “Fuente y Caudal”, pudo
ser una de las primeras cristalizaciones. Desde finales de la década de 1980,
las generaciones más jóvenes de músicos flamencos han ampliado el género a
medida que disminuyeron las críticas del lado conservador del mundo del Flamenco.
El pianista Chano Domínguez fue uno de los primeros en seguir el enfoque de
Paco,
mientras que guitarristas consagrados como Tomatito y Gerardo Núñez también han
participado en proyectos de Jazz. Carles Benavent siguió
sus pasos, pero con un instrumento diferente, el bajo. En 1992, el destacado
productor y arreglista Arif Mardin dirigió “Jazzpaña”,
reuniendo a algunos de los músicos de Jazz Flamenco españoles y norteamericanos
más prolíficos, entre ellos, José Manuel Cañizares, Ramón El Portugués, Michael
Brecker, Al Di Meola, Peter Erskine, Steve Khan, Dieter
Ilg, Jorge Pardo, etc. En 2002, el trompetista Jerry González formó una
banda llamada Los Piratas del Flamenco con el famoso cantaor Diego
El Cigala, quien luego colaboraría con el pianista cubano Bebo
Valdés, combinando el Jazz Flamenco con el Jazz
Afrocubano. El flautista y saxofonista Jorge Pardo y el
percusionista Tino Di Geraldo se encuentran entre los principales exponentes
del género. Los actos más nuevos de Flamenco Jazz incluyen a Enriquito,
cuyo grupo combina un cuarteto de Jazz con un tablao Flamenco,
y Alexis
Cuadrado, un ambicioso bajista español residente en Nueva York.
Fuentes:
• Revistaselectronicas.ujaen.es
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