Si desde 1810, con la conformación del primer gobierno patrio, las
Provincias Unidas del Río de la Plata se habían dado múltiples formas de
gobierno que actuaban “en nombre del Rey Fernando VII”, depuesto por las tropas
napoleónicas, en 1816 por primera vez se daba curso a una abierta ruptura de la
autoridad de la monarquía española.
La crisis de la monarquía española
ocasionada por la invasión napoleónica brindó el marco de oportunidad para que
el Estado colonial pasara más directamente a manos de las oligarquías locales,
que comenzaron a ejercer el poder en nombre del rey depuesto, sosteniendo la
soberanía en manos de la metrópoli. Por lo tanto, inicialmente, las oligarquías
criollas no fueron ni se propusieron ir contra el rey, contra la versión
sostenida por la historiografía liberal que edificó el mito de “la máscara de
Fernando” como una especie de táctica usada por los primeros gobiernos patrios
para cubrir unas acciones con objetivos pretendidamente rupturistas. En
realidad, lo que determinó el desenlace de ruptura materializado en la
declaración de Independencia firmada en el Congreso de Tucumán fue el
recrudecimiento de la actitud de la decadente monarquía española que se aferró
con uñas y dientes a sus dominios americanos una vez que Fernando VII fue
restablecido en el trono en el año 1813. Sugestivamente, escribía en una carta
en el año 1814 el vizconde inglés Strangford “Los habitantes del Plata han
agotado prácticamente todos los medios de sumisión, pero es en toda forma
evidente que las autoridades españolas legítimas prosiguen la contienda, no con
el propósito de retrotraer su fidelidad a las provincias rebeldes, sino para
permitir que España les de un castigo espantoso y ejemplar”.
El recrudecimiento
de la guerra de reconquista llevó a la pérdida del Alto Perú por parte de las
Provincias Unidas en la Batalla de Sipe Sipe de 1815, donde fueron derrotadas
las tropas al mando de Rondeau. Martín Güemes quedaba a cargo de la resistencia
en Salta, al tiempo que una insurrección de indígenas y mestizos detuvo el
avance del ejército realista hacia el sur. Los restos del ejército de Rondeau
continuaron su marcha hasta alcanzar Tucumán en las Provincias Unidas, donde
pronto se realizaría el Congreso. Paralelo a la profundización de la guerra,
las Provincias Unidas adoptaron una forma de gobierno marcadamente centralista.
Ésta había emanado de la Asamblea del año XIII convocada por el Segundo
Triunvirato con el objetivo de debatir la independencia, una constitución y una
forma de organización para las Provincias Unidas, que deliberó hasta el año
1815. Lejos de avanzar en los objetivos declamados, imperó allí una posición
moderantista de dilatar la resolución de la cuestión de la independencia y
avanzar hacia una forma de gobierno unitaria y centralizada en Buenos Aires.
Acorde a estos propósitos se había impedido la participación de los diputados
de la Banda Oriental, cuyo máximo dirigente, Artigas, era favorable a la
independencia definitiva. En 1816 convergieron dos hechos fundamentales para la
historia nacional: la Declaración de la Independencia y la organización final
del plan de guerra de José de San Martín, que sería el garante de esa
independencia y la llevaría más allá de las Provincias Unidas.
El contexto internacional
donde esto ocurría era complejo: España se había liberado de los franceses y el
Rey Fernando VII había vuelto al trono y se predisponía a recuperar los
territorios americanos que estaban en manos de los revolucionarios. El ejército
realista había comenzado a avanzar por toda la región derrotando a una parte de
los movimientos independentistas americanos. En medio de esa situación, las
Provincias Unidas se juntaron para decidir qué hacer ante el peligro realista.
El Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas en Sudamérica se
reunió en San Miguel de Tucumán para limar asperezas entre Buenos Aires y las
provincias, cuyas relaciones estaban deterioradas. Cada provincia eligió un
diputado cada 15.000 habitantes. Las sesiones del Congreso se iniciaron el 24
de marzo de 1816 con la presencia de 33 diputados de un territorio bien
diferente de lo que hoy es la Argentina. Charcas, por ejemplo, que hoy es parte
de Bolivia, envió un representante. En cambio, Entre Ríos, Corrientes y Santa
Fe no participaron del Congreso porque estaban enfrentadas con Buenos Aires y
en ese entonces integraban la Liga de los Pueblos Libres junto con la Banda
Oriental, bajo el mando del Gral. José Gervasio Artigas. Lo fundamental del
Congreso fue que el 9 de julio de 1816 los representantes firmaron la
Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica y la
afirmación de la voluntad de “investirse del alto carácter de una nación libre
e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli” y “de toda
otra dominación extranjera”. De este modo, después del proceso político
iniciado con la Revolución de Mayo de 1810, se asumió por primera vez una
manifiesta voluntad de emancipación.
La casa histórica
La Casa Histórica de Tucumán se construyó en 1760. Pertenecía a una
importante familia local, la de Francisca Bazán, esposa de Miguel Laguna. Tenía
varias habitaciones, patios que las conectaban y su único ornamento eran unas
columnas salomónicas ubicadas a los costados de la puerta principal. Después de
ser sede del Congreso en que se declaró la Independencia, fue alquilada para la
imprenta del ejército, el servicio de telégrafo y el Juzgado Federal. En 1869,
el fotógrafo Ángel Paganelli –que visitaba la ciudad de San Miguel de Tucumán– registró,
a pedido de un grupo de vecinos, el deterioro del edificio con el objeto de
llamar la atención de las autoridades en pos de la conservación. En 1904, el
gobierno la restauró. Sin embargo, debido a su pésimo estado, tuvo que demoler
gran parte de la vieja casa. La única parte que se salvó fue el salón de la
Jura de la Independencia. La reconstrucción intentó ajustarse al máximo al
edificio original utilizando, incluso, el mismo tipo de ladrillos, tejas y
baldosas. En 1941 fue declarada monumento histórico. Actualmente funciona como
museo y es centro tradicional de los festejos por la Declaración de la
Independencia.
La proclama
Mientras preparaba en Cuyo al ejército que cruzaría Los Andes, San
Martín esperaba impaciente que el congreso reunido en Tucumán proclamara la
Independencia. En una carta que escribió a uno de los congresales, el
representante de Cuyo, Tomás Godoy Cruz, decía: “¿Hasta cuándo esperamos para
declarar la Independencia? ¿No le parece a usted una cosa bien ridícula acuñar
moneda, tener el pabellón y cucarda nacional, y por último hacer la guerra al
Soberano de quien en el día se cree dependemos?”. Y concluía: “Veamos claro, mi
amigo, si no se hace, el Congreso es nulo en todas sus partes, porque
reasumiendo este la Soberanía, es una usurpación que se hace al que se cree
verdadero, es decir a Fernandito”. El contexto era sumamente complejo, los
realistas habían recuperado amplios territorios en América –entre ellos, Chile
y buena parte del Alto Perú–, lo que constituía toda una amenaza para las
Provincias Unidas. En Europa se asistía a la restauración de las monarquías, en
la Banda Oriental podía constatarse el avance portugués, y en el plano interno,
las relaciones entre el gobierno central y el litoral estaban quebradas.
Asimismo, el vínculo entre Buenos Aires y las provincias que participaban del
Congreso no estaba exento de tensiones. Finalmente, el Acta de la Independencia
se firmó el 9 de julio de 1816, cuando prevaleció una postura que representaba
el mandato de la mayoría de las provincias: investir a las Provincias Unidas
del “alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando
séptimo, sus sucesores y metrópoli”. Quedaba expresamente rechazada toda
fórmula intermedia que habilitara algún tipo de protectorado. Se trató, pues,
de una manifestación clara, acorde con el pedido de San Martín, de declarar la
Independencia absoluta de las Provincias Unidas respecto a la Corona Española y
de toda otra dominación extranjera, según la fórmula agregada a la proclama
días después en las siguientes sesiones del Congreso. La proclama se publicó en
español, y también en quechua y aimara con el fin de incorporar al proceso a
los pueblos originarios.
Los Diputados
Los 29 diputados del Congreso de Tucumán que suscribieron el acta de
Independencia declarada por el Congreso de las Provincias Unidas en Sud América
fueron:
• Presidente: Francisco Narciso de Laprida, diputado por San Juan.
• Vicepresidente: Mariano Boedo, diputado por Salta.
• Secretarios: José Mariano Serrano, diputado por Charcas y Juan José
Paso, diputado por Buenos Aires
• Diputados:
- Por Buenos Aires: Dr. Antonio Sáenz, Dr. José Darragueira, Fray
Cayetano José Rodríguez, Dr. Pedro Medrano, Dr. Esteban Agustín Gascón y Dr.
Tomás Manuel de Anchorena.
- Por Catamarca: Dr. Manuel Antonio Acevedo y Dr. José Eusebio
Colombres.
- Por Córdoba: Eduardo Pérez Bulnes, José Antonio Cabrera y Lic.
Jerónimo Salguero de Cabrera y Cabrera.
- Por Jujuy: Dr. Teodoro Sánchez de Bustamante.
- Por La Rioja: Dr. Pedro Ignacio de Castro Barros.
- Por Mendoza: Tomás Godoy Cruz y Dr. Juan Agustín Maza.
- Por Salta: Dr. José Ignacio de Gorriti.
- Por San Juan: Fray Justo Santa María de Oro.
- Por Santiago del Estero: Pedro Francisco de Uriarte y Pedro León Gallo.
- Por Tucumán: Dr. Pedro Miguel Aráoz y Dr. José Ignacio Thames.
- Por Mizque: Pedro Ignacio Rivera.
- Por Charcas: Dr. Mariano Sánchez de Loria y Dr. José Severo Malabia.
- Por Chichas (incluyendo a Tarija): Dr. José Andrés Pacheco de Melo
En esa sesión no estuvieron presentes cinco diputados: el coronel José
Moldes (Salta), que se encontraba detenido; el coronel Juan José Feliciano
Fernández Campero (Chichas), que estaba al mando de tropas en el frente de
combate; el presbítero Miguel Calixto del Corro (Córdoba), que estaba
realizando una misión diplomática ante José Artigas; el médico Pedro
Buenaventura Carrasco (Cochabamba), que estaba en servicio en el Ejército del
Norte y el diputado Juan Martín de Pueyrredón (San Luis), que había viajado a Buenos
Aires para asumir el cargo de Director Supremo.
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