La Galopa Misionera, es un género musical y una danza, característica de la provincia de Misiones y su zona de influencia fronteriza, en Argentina, Paraguay y Brasil (donde la llaman Galopera). La Galopa Misionera es la mejor representante de los ritmos de la provincia de Misiones, siendo su “auténtica expresión musical”.
La Galopa es pintura musical
de esta tierra, su raíz auténticamente guaraní le confiere por momentos una
dulzura llena de hechizos, tamizada de bravíos chispazos, en arranques
insólitos, tremendos, inesperados, como si se hablara de una transposición
ambiental a la guitarra, el arpa, el bandoneón, al violín o al acordeón. Se
trata de un estilo que proviene del Galop, una expresión llegada desde
Francia. En Paraguay también había un estilo de Galopa. La mención de
ejecución más antigua de una Galopa data de 1891, cuando el
Coronel Benjamín Moritán, por entonces Gobernador del Territorio Nacional de
Misiones, interpretó en casa de Don Casiano Carballo, situada en el pueblo de
San José, la denominada “Galopa de Moritán”. En Misiones, el
género tuvo un toque propio de guitarristas como Lucas Braulio Areco.
La movilización de la Galopa Misionera fue iniciada por
los hermanos José Vicente y Ramón Ayala Cidade, siendo
acompañada por Lucas Braulio Areco, conocido como “El Patriarca de las Galopas”,
ya que dio publicidad y puso en conocimiento a la población con su obra “Misionerita”,
que es el himno oficial de la provincia. En 1956 surgió “El Mensú”, de Ramón
Ayala, con su ritmo de Galopa. Según su autor y los
hermanos Cidade “nació de la necesidad de componer una canción que
caracterice al hombre misionero”. En su contenido se visualiza y se siente la
fuerza de la sangre, de la herencia misionera, unida a la voz interior que
quiso fluir para expresarse con autenticidad reflejando en síntesis el largo
esfuerzo, casi martirio, del ser misionero, el largo batallar de su destino
desde lo social, lo histórico y lo paisajístico. Con la aparicion de “El
Mensú” muchos músicos redescubrieron las fuentes del canto misionero.
Volvieron a sus raíces y produjeron composiciones musicales en que traducen, a
su modo, la forma muy peculiar los sentimientos de los hijos de la Tierra
Colorada. En 1956 surgió “El Mensú”, de Ramón Ayala, con ritmo de
Galopa.
La Galopa
Misionera es un desprendimiento del género polkístico que fue tomando
en este lugar del mundo ciertas características que la diferencian y la
distinguen. El paisaje y el entramado sociocultural multiétnico misionero le
otorgaron matices propios y distintivos. Así, la velocidad de ejecución de la Galopa
es más vivaz, con mayor policromía tonal, con modulaciones entre tonos menores
y tonos mayores e incorporando acordes aumentados y disminuidos que le dan a
este ritmo nativista una versatilidad armónica enriquecida. Otra característica
propia se observa en las Galopas con letra, cuyos fraseos
melódicos son variados, adaptados al discurso literario. Y es precisamente en
este aspecto, el literario, en donde se dan las más notables diferencias, ya
que desde la edad fundacional de nuestro nativismo los creadores de canciones
le otorgaron una importancia central al mensaje de las letras, recurriendo
incluso, a la colaboración de poetas y escritores para completar sus obras.
Así, este ritmo fue insertándose en un contexto de canciones argentinas y
latinoamericanas de la época, cobrando un compromiso con la realidad humana
consustanciada con su paisaje y su historia. Entonces, a pesar de haber surgido
de un ambiente rural, la Galopa Misionera fue instalándose
como una música para teatros, salones y festivales, mientras que sus letras
fueron integradas a contenidos académicos y educativos. “Misiones del mensú,
del obrajero, del barbacuá, de la ponchada y el reviro. Misiones que canta y
brama en su madera nacida en la sangre seca de su tierra brava. Y allí, la Galopa
Regional, allí vi nacer un día salpicando las cuerdas de la guitarra
con sabor de hachazo y perfume de orquídea en un solo haz sonoro, enraizada en
su ancestro guaraní. Y la galopa se incorpora así al folklore del país con
perfiles propios: ritmo definido, ternura melódica engarzada en la altivez
natural del predio indiano. Y mancha la tierra, grávida de historia pretérita y
fabuloso porvenir. Y la Galopa Regional en su diana triunfal
sobre caminos ardientes, el terso y callado andar del río, las copas gigantes,
las serranías de celeste imposible, el Iguazú ciclópeo...la Galopa
Regional, de misiones ha nacido de su propia vibración y por eso será
siempre la más terminante expresión de su totalidad telúrica…” (Lucas
Braulio Areco, Revista Cultura, 1962)
También la textura sonora le da
características propias a la Galopa actual. Si bien para el canto
solista, de dúos o grupos vocales, los instrumentos armónicos de base
principales son la guitarra y el piano, como sonido de orquesta fueron
incorporados el bandoneón, el acordeón, los violines, el contrabajo y la flauta
traversa o instrumentos electrónicos como el órgano, el bajo y la guitarra
eléctrica. También es dable señalar que en algunas producciones más recientes
fueron incorporados instrumentos de viento y de percusión propios del acervo de
la música étnica. La Galopa Misionera es de movimiento
Allegro, siendo su velocidad de ejecución, en un péndulo de metrónomo, de 120
por 60 segundos. Se escribe en un compás compuesto de 6/8, característica que
comparte con las demás músicas de los guaraníes. Consta de una introducción que
generalmente no lleva ritmo, es sólo un juego de armonías, de colores melódicos
y tonalidades que le dan grandiosidad al comienzo del tema, una primera y una
segunda parte. Estas partes pueden ser desiguales en cuanto a la cantidad de
compases y pueden estar en tonos menores o mayores, según el estilo de cada
compositor. En las músicas guaraníes del litoral argentino y del Paraguay, la
ligadura de prolongación de compás a compás es fundamental; sin embargo, en la Galopa
Misionera estas ligaduras no son frecuentes ni características. Por lo
tanto, este ritmo tiene otro acento, otra escritura, otro color musical y
también otra interpretación. La coreografía es libre, posibilitando la creación
de coreografías según gustos y creatividad. Por lo general, se caracteriza por
amplios giros. Se puede bailar en pareja. Mayormente son mujeres que realizan
coreografías con sensualidad. “Misionerita” ha adquirido notable
repercusión en los años 1960, siendo grabada por: Ariel Ramírez, Ramona
Galarza, Ginette Acevedo, Raúl Barboza, Waldo Belloso, Jovita
Díaz y Jorge Cardoso, el maestro franco-español J. Francisco Ortiz, el neerlandés
Alex
Winia y el costarricense Roberto Ortiz Monestal.
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