Esta es la historia de las melodías mexicanas que en la Yugoslavia de los años 60 coparon las ondas de las radios, y los jóvenes que hicieron cola para comprar vinilos en cuyas portadas aparecían músicos tocados con sombreros de ala ancha y vestidos de charro.
Mariachis de apellido eslavo que triunfaban a
base de corridos en serbocroata. Bienvenidos a la época dorada del Yu-Mex,
el estilo que resultó de la adaptación de la música popular mexicana por
cantantes y músicos de la antigua Yugoslavia. Entre finales de los 50 y finales
de los 60, esta fusión mexicano-balcánica hizo bailar, cantar y emocionarse a
un país que ya no existe. En los 90, Yugoslavia se fragmentó en siete Estados:
Eslovenia, Croacia, Serbia, Macedonia, Montenegro, Bosnia Herzegovina y Kosovo.
Puede que aquellas canciones -y, en gran medida, el país en que sonaban- sean
apenas un recuerdo entre las generaciones más mayores. El Yu-Mex es la
abreviatura del término Yugoslavo-Mexicano y se usa para describir un género
musical que surgió en la década de los 50, en Yugoslavia y que trata,
básicamente de la fusión de expresiones musicales mexicanas -Corridos,
Rancheras,
música de Mariachi-, con música tradicional de diferentes regiones de
Yugoslavia; y que eran interpretadas en Serbo-Croata por artistas Yugoslavos enfundados
en trajes bien mexicanos. Pero, ¿en qué momento? ¿Por qué vía llegó la música
mexicana hasta allá? ¿Cómo ocurrió todo esto, especialmente en una época dónde
los intercambios entre naciones se presentaban más limitados debido a la falta
de Internet pública? Y luego, ¿justo en la época en que Yugoslavia fue vetada
del Bloque del Este? Pues resulta que, allá, por finales de la década de los 40
todos los países del Bloque del Este seguían los mandatos de Stalin al pie de
la letra. Todos, menos Josip Broz Tito y su Yugoslavia. Él era el hijo
desobediente, el hijo “rebelde”, la piedrita en el zapato, pues. Para el año 48
Stalin ya no podía disimular su malestar con Tito y se le hizo necesario
entrevistarse con él en Moscú, cita a la cual Tito no asistió, estableciendo
así su posición y verdaderas intenciones.
Yugoslavia fue, entonces, expulsada
de la Asociación Internacional de Estados Socialistas por lo que quedó –por así
decir– justo a la mitad de los intereses del Bloque del Este y el Bloque
Occidental –o sea, ni con melón, ni con sandía. Stalin y Tito juntos, pero
nomás en papel. Yugoslavia pasó a ser “de ningún bando”. Quedó a la mitad:
medio-aislada y medio-repudiada por ambos bloques. Por supuesto, los altos
mandos debían resolver la situación respecto a bienes y servicios que desde ese
momento quedaron suspendidos y que provenían del Bloque del Este, al que
antiguamente pertenecían. Uno de esos bienes era el de la industria
cinematográfica. Se debía resolver –y pronto– qué películas iban a importarse a
Yugoslavia desde ese momento, y resolver qué tipo de filmes se le ofrecerían a
la población ahora. Cuenta la leyenda que uno de los generales de Tito apareció
con la solución ideal: importarían películas hindúes y mexicanas pues eran muy
baratas. Al parecer este General conoció muy bien las películas mexicanas
durante una estancia en París. Recordemos, además, que fue justo esa la tan
añorada Época de Oro del Cine Mexicano donde las producciones mexicas pegaban
con éxito por varios lados. Recordemos también que los elementos principales de
estas películas son los números musicales que en ellas hay y la cantidad de
historias sobre revolucionarios melancólicos –echando tragos y corridos frente
al fogón- y charros cantores; galanes-bigotones-justicieros que llevaban
serenata y cantaban hasta porque la mosca pasaba. Así es: la mayoría de las películas de la
Época de Oro versan sobre La Revolución y el grito pelado de ¡Viva la
Revolucioooón!, que se soltaba a menudo en ellas, le venía como anillo al dedo
a Tito para enardecer el espíritu revolucionario dentro de los corazones de los
yugoslavos, justo en medio de la situación que en ese momento atravesaban.
Entonces los yugoslavos se volvieron fanáticos de las películas mexicanas y aún
más de las canciones que allí aparecían; Tito el que más, que hasta mandó
construir unos estudios para que llegaran personalidades de todos lados a
filmar por allá.
Esta es de la época, que se proyectó la película mexicana, “Un
día de vida”, protagonizada por Emilio “El Indio” Fernández. Aunque
la cinta pasó sin pena ni gloria en México, la película se volvió allá un
éxito, y más por una escena en la que se ve a un grupo de mariachis que
acompaña al actor, el cual interpreta las mañanitas a su mamá antes de que lo
maten. Incluso a la canción se le conoce también como “Mamá Huanita”, por
llamarse así la jefecita santa del protagonista. Por esa cinta el mariachi en
Yugoslavia se volvió muy popular y los mismos yugoslavos empezaron a hacer su
propia música de mariachi, tomando canciones mexicanas y traduciéndolas; por lo
menos durante una década, entre los 50 y 60, fue uno de los géneros más
populares, de los que más discos vendía y que muchos cantantes interpretaban
allá sin hablar español y sin nunca haber visitado México. En un documental, Miha
Mazzini, entrevistó a varios de los músicos que comenzaron a surgir en
esa época. Dos de ellos, Nikola Karović e Ivo
Joşić confesaron que fueron persiguiendo la película “Un
día de vida” por algunas ciudades y pueblos para poder transcribir la
letra de “Las Mañanitas”. Y al parecer no fueron los únicos obsesionados
pues, pronto, comenzaron a aparecer grupos por toda Yugoslavia interpretando
las canciones mexicanas. La pasión por la música mexicana fue tal que, incluso,
Nikola
Karović hizo un curso como operador de cine sólo para poder estar en
contacto constante con las canciones mexicanas que en los filmes se
interpretaban. Así, nacieron grupos como Ansambel Magnifico en Macedonia,
quienes cantaban en español; Trío Paloma en Serbia, cantando en
serbio; Trío Tividi en Croacia, entre otros más. Aunque al principio lo
que se buscaba era copiar el estilo mexicano, lo más fielmente posible, poco a
poco lo músicos se dieron licencias para re-escribir las letras de las
canciones y hacer fusiones con música tradicional propia que era muy parecida
al estilo mexicano; como fue el caso de los artistas que fusionaron con música
tradicional serbia y con música dálmata (Croacia), que presenta, de pronto,
similitudes con los Corridos mexicanos. Justo en este punto nació el término Yu-Mex.
Las radios estatales pasaban de ellos. La música se extendió gracias a las
radios locales. Todas ellas tenían programas de discos dedicados y la gente
pedía canciones de Estilo Yu-Mex. La conexión entre el público yugoslavo y la
música y el cine mexicanos respondía también a razones que iban más allá de la
“geopolítica cultural” de la Guerra Fría. Las canciones mexicanas hablaban de
amor, de dolor, de desengaño, de heroísmo, de muerte. Y en Yugoslavia
encontraron una audiencia ávida de esos temas. Como en el resto de Europa, el
recuerdo de la II Guerra Mundial, que había dejado más de un millón de muertos
en el país, estaba todavía muy presente en aquellos años. Gran parte de la
población estaba de duelo por alguien. Y estas canciones tristes y emocionales
conectaron bien con el público. La música Yu-Mex entró en declive a finales de
la década de los 60 hasta prácticamente desaparecer. La irrupción del Rock
y el Pop
hicieron que los jóvenes se interesasen más por otros ritmos y los Beatles
y los Rolling Stones sustituyeron a los mariachis como fuente de
inspiración. Casi 50 años después, las huellas de aquel estilo se limitan a la
nostalgia y a ciertas influencias en algunos músicos.
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