sábado, 14 de enero de 2023

Kajelo (Perú)

 


Se supone que el origen del Kajelo se remonta a la época de la rebelión de Tupac Amaru, en que los yanaconas y los comuneros, bautizados Karabotas, imitaban las botas finas de los españoles. Esta danza es una de las más representativas del folklore de Puno, Perú, nacida en la zona aimara de este departamento.

Etimológicamente la palabra kajelo (qalixu), proviene de las voces aimara kajo (joven) y jelo (coqueto, enamorado), entonces significa joven coqueto y lleno de energía, capaz de enfrentar situaciones de pruebas difíciles. El kajelo tiene sus orígenes en la época de la minería colonial del siglo XVII, sobre todo en el altiplano puneño, donde tomó mayor importancia, ya que los puneños utilizaban como medio de transporte los caballos. Llegaron a esa zona de la cordillera en busca de oro, logrando su objetivo en diferentes partes. Al dedicarse a la actividad minera, dejaron a los habitantes del lugar al cuidado de sus caballos, muchos de los cuales murieron y otros se reprodujeron en esas alturas, resultando dichos animales aclimatados a su nuevo hábitat cordillerano, resultando caballos de mediana estatura, resistentes, de pasos galopantes y de pelo encrespado, al que se denomina Chojjchi Porq, utilizado por los kajelos en los viajes, en sus actividades comerciales por los valles de Moquegua. En sus andanzas de amoríos y pastoreo, el caballo se constituyó en el compañero inseparable del hombre, quien lo maneja hábil y diestramente, en la conquista de su pastora o la hermosa tawaqu (muchacha), expresándole lo más profundo de su corazón. Acompañado de su encantador chillador (charango) y al son de bellas melodías de amor embrujado que a cualquiera emociona y llena de alegría en las noches frías de San Juan.
Es así como el kajelo se origina desde el tiempo de los españoles sobre todo en la zona de Pichacani. Se dice que para el origen del Kajelo, ha contribuido la gran feria internacional de entonces, la festividad de la Virgen de la Natividad del 8 de septiembre de cada año. Allí concurrían comerciantes llegados de Argentina (los tucumanos), de Chile, de Bolivia (los chuquiagos), de Arequipa (majeños), cuyos arrieros llevaban y dejaban caballos en la zona de Pichacani, los que fueron utilizados por los aborígenes en rodeos de las haciendas, vistiendo indumentarias novedosas en ese entonces, como son los rozadores, laceadores, sombreros a ña pedrada (parte frontal levantada), las espuelas y otras costumbres, en especial de los tucumanos. En consecuencia, el Kajelo es un singular jinete cordillerano, fuerte, aguerrido y actúa solo. Si bien el Kajelo tuvo su origen en Pichacani, luego se irradió a todo el mundo aimara, y más tarde, al resto del país. Como baile, es una danza cordillerana mixta, que se baila en parejas, de aire pastoril amoroso, machista, costumbrista, erótico, mágico, burlesco, ritual, etc., cuya manifestación expresa los sentimientos de amor que nacen del joven andino en la conquista de la chola o moza, con su inseparable chillador o charango encantado. Se suelen improvisar versos amorosos y no es raro que con anterioridad se haya “sirenado” el charango. Se trata de una ceremonia que consiste en dejar dicho instrumento a orillas de un lago de montaña, donde suele haber una cascada, desde la medianoche hasta el amanecer, mientras un espíritu llamado “sirena”, templa el instrumento, de manera que se haga irresistible a los oídos de las muchachas. La vestimenta de los hombres para esta danza consiste en: sombrero negro, bufanda o chalina blanca, saco color chixi (blanco con negro), poncho color nogal con franja color azul, camisa de bayeta blanca, lazo o reata trenzada de cuero, pantalón negro, rozadores de cuero, con 30 o 50 hebillas a los lados, y zapatos de cuero de caña alta. Por su lado, las mujeres usan sombreros negros de lana, una especie de manta de colores, jubón o chaqueta negra adornada con hilos de colores, aguayos cruzando el cuerpo, polleras de bayeta, faja multicolor y ojotas o sandalias.




















































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