Las Pastoradas constituyen una de las muestras más notables del folclore aragonés. Se trata de breves representaciones dialogadas en las que los personajes intercambian chanzas más o menos groseras y primitivas a propósito de la vida, las costumbres y los habitantes de los pueblos; se celebran una vez al año en honor del Santo Patrón.
Su
representación se remonta al siglo XVIII y se mantuvo, de manera
ininterrumpida, hasta 1920. Todavía vivas a comienzos
del siglo XX por toda la Ribagorza, decayeron muy rápidamente y, después de la
Guerra Civil de 1936, casi no se conservaron en ningún lugar. Hoy sólo se
mantiene la tradición en Benabarre, donde se recuperó en 1953 con la
composición de un nuevo texto aprovechando los fragmentos que aún recordaban
algunos habitantes del lugar. Desde entonces, y sin cambios esenciales,
únicamente sobre algún aspecto de la temática, se ha ido representando hasta la
actualidad el 8 de junio, festividad de San Medardo, en la plaza mayor de la
villa. Ubicado a las puertas del Pirineo y rodeado por la Sierra de Laguarres,
la Sierra de la Carrodilla y el Montsec de l’Estall, se encuentra el municipio
de Benabarre, abanderado por su castillo, su paisaje y su excelente
gastronomía. El posible origen de las Pastoradas ha de buscarse en el
norte de la Ribagorza, especialmente en las comarcas vecinas del sur de
Francia, o en el País Vasco, con algunos elementos arraigados en el teatro
medieval y en la figura del “pastor-bobo” del siglo XVI. Esta propuesta parece
ser razonable si se piensa en el secular aislamiento de los valles del Ésera y
del Isábena, y que hasta fecha muy reciente la única comunicación de estas
zonas con el mundo exterior era ultrapirenaica. También tienen relación
directa, al menos por la temática matrimonial, con los charivaris (practicados
tanto en Francia como en el País Vasco), conciertos de burla vinculados al
carnaval que los jóvenes de un pueblo dedicaban a los novios cuando su unión
implicaba un matrimonio no sancionado por las costumbres sociales (sobre todo
si se trataba de segundas nupcias).
Las Pastoradas tienen un origen
religioso; en ellas se recita el evangelio para homenajear a un santo patrono
del lugar. Por ese motivo son un acontecimiento relacionado con fiestas
patronales y generalmente se representan coincidiendo con la celebración del
santo. De acuerdo con el folclorista Ricardo del Arco (1888-1955), que estudió
la Pastorada
de Benabarre, este origen votivo determina que las partes inmóviles de una
pastorada (para la introducción y despedido) son fijas, ya que son las únicas
que van específicamente dirigidas y son recitadas al santo. En su forma
clásica, la Pastorada se representa en presencia de las autoridades
eclesiásticas y civiles, clásicamente el párroco y el alcalde. De acuerdo con
algunas fuentes, las primeras Pastoradas podrían haber sido
desarrolladas en el siglo XVII o más probablemente a lo largo del siglo XVIII,
pero no hay ejemplos documentados de la pastoral de Besiáns, publicada en 1738,
texto de una Pastorada más antigua documentada en Aragón. Las Pastoradas
podrían tener parte de la danza o haber recitado, de forma tradicional, como un
evento desaparecido. Las Pastoradas podrían ser raíz de
muchas de las danzas modernas. La Pastorada de Benabarre tiene el
siguiente esquema: comienza con un monólogo de presentación del rabadán al
público, que además incluye una alabanza a San Medardo. Cuando el rabadán acaba
la intervención aparece su amo, el pastor, que queda sorprendido por la presencia
del mozo y le pregunta por qué ha dejado el rebaño solo. El rabadán se hace el
despistado e intenta esconder su identidad, hasta que se descubre quién es
realmente.
A partir de aquí, se inicia un diálogo entre los dos personajes en
torno a las intenciones del rabadán de buscar una esposa y los consejos del
pastor sobre esta cuestión. Seguidamente, la conversación, que constituye la
parte central de la representación, se vuelve satírica y allí se pasa revista a
los hechos locales más importantes del año. Además, se incluyen algunos versos
dedicados al santo interpretados por los danzantes, llamados totxets o
palitrocs por los bastones que usan para bailar en grupos de cuatro, y entre
verso y verso hay unos pequeños acompañamientos musicales. Cuando los totxets
acaban su actuación, retoman la acción el pastor y el rabadán para despedirse
con unos versos que no suelen variar demasiado de año en año: aquí los dos
personajes se disponen a loar al santo patrón y se despiden del auditorio. Por
lo que respecta a su forma métrica, es una composición romanzada, poema
estrófico con una serie ilimitada de versos octosílabos con rima asonante en
los pares, aunque en ocasiones desaparece y los versos quedan completamente
libres. La Pastorada es un texto que ha sido creado para ser expresado
oralmente, de tal manera que su relato implica el contacto comunitario entre
los personajes y el auditorio; por lo tanto, es el resultado de un acto de
habla que remite a las peculiaridades lingüísticas de la forma de hablar de sus
emisores. En efecto, el lenguaje de la Pastorada revela características del
catalán hablado en Benabarre, el cual se adscribe al subdialecto ribagorzano
del catalán occidental, aunque con una importante presencia de aragonesismos.
Sin duda, el carácter literario popular de este texto ha favorecido el uso de
un catalán más próximo al que habitualmente emplean los propios hablantes de
Benabarre; pero también ha sido determinante el hecho de que se trate de una
representación teatral dirigida a los vecinos de esa misma localidad, lo cual
justifica asimismo la presencia de frases y breves fragmentos en castellano. No
olvidemos que Benabarre se halla en la Franja Oriental de Aragón, un área
lingüística de frontera, donde conviven variedades del catalán y del castellano
en una situación de bilingüismo social que ha desembocado en una acusada
diglosia.
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