José Hernández había nacido el 10 de noviembre de 1834, en los caseríos de Perdriel, en la chacra de su tío Juan Martín de Pueyrredón. Estudió en el Liceo de San Telmo. Al fallecer su madre en 1843 y padecer problemas de salud, debió trasladarse con su familia a la región pampeana de la provincia de Buenos Aires, en búsqueda de un clima propicio para su condición y donde se familiarizó con la vida rural y las costumbres de aquel personaje tan autóctono de la región: el gaucho.
Se
casó con Carolina González del Solar, con quien tuvo ocho hijos. Por otra
parte, las luchas políticas también caracterizaron su vida. En 1858, con 24
años y junto con varios opositores contra el gobierno de Alsina emigró a Paraná,
para vivir también en Rosario, Corrientes, Brasil y Montevideo. Participó en la
batalla de Caseros en las milicias del Estado de Buenos Aires, y más tarde en
la de Cepeda y Pavón, del bando de Justo José de Urquiza. Fue también un
momento en el que comenzó su labor periodística en el periódico “La Reforma
Pacífica” del Partido Federal Reformista, donde firmaba con el seudónimo
“Vincha”. Después, en el diario “Nacional Argentino”, escribió una serie de
artículos donde condenaba el asesinato de Vicente “Chacho” Peñaloza. Esos
textos, se publicaron más tarde en forma de libro en 1863, con el título de “Vida
del gaucho”. También trabajó en los diarios El Litoral; El Argentino;
El Eco de Corrientes, entre otros. Allí publicó artículos sobre las tensiones
de su propio tiempo y referidos a la cuestión del gaucho, de la tierra, la
política de fronteras y el indio. Sus viajes por el interior le otorgaron un
conocimiento que no esperaba sobre las costumbres gauchescas del país. El
compromiso político de José Hernández lo llevo a ser
diputado provincial y, en 1880, ya como presidente de la Cámara de Diputados,
fue un gran defensor del proyecto de federalización, por el cual Buenos Aires
pasó a ser la capital del país. En 1881 fue elegido senador provincial y logró
mantenerse en el cargo hasta 1885, un año antes de su muerte, el 21 de octubre
de 1886, a los 51 años.
La cuestión del gaucho siempre estuvo presente a lo
largo de su vida y, paralelamente a sus inquietudes periodísticas y políticos, José
Hernández escribió una de las obras literarias más importantes de la
región. En esta obra que consta de dos partes, Hernández introdujo como
protagonista al gaucho payador Martín Fierro, quien fue obligado a
incorporarse al ejército por parte de quienes menospreciaban su existencia, al
igual que la del indio. La obra relata la experiencia del gaucho en los tiempos
posindependentistas, cuando el país transitaba una etapa de organización
política y económica que ponía a este actor social entre medio de la
civilización absoluta y el campo abierto. Además, este poema gauchesco y
narrativo refleja el estilo de vida que entonces tenía el gaucho, su lucha
contra la autoridad, su contante tensión con el gobierno y los indios, sus
costumbres, su lengua y los códigos de honor que promulgaban y mantenían en su
espíritu rústico y, de alguna manera, anarquista. De este modo, víctima de la
opresión y la injusticia, Martín huye para convertirse en un gaucho matrero,
fuera de la Ley. Si bien ya había otros escritores que dieron comienzo al
género de la literatura gauchesca, como Bartolomé Hidalgo, Hilario Ascasubi o
Estanislao del Campo, fue la obra de Hernández la que logró posicionarse
en la cumbre de la literatura argentina, en la segunda mitad del siglo XIX. En
sus páginas, el autor expresó la vida del gaucho en el país, su estilo de vida,
costumbres y su más profunda cosmovisión, inmortalizándola con notables versos
que se perpetuaron a lo largo y ancho de la región hispanoamericana. Fue
traducida a más de 70 idiomas, ganando el reconocimiento de figuras como Jorge
Luis Borges, Leopoldo Lugones, Ricardo
Rojas y Leopoldo Marechal, y fue adaptada al cine y al teatro.
José
Hernández falleció el 21 de octubre de 1886, a los 51 años a causa de una
afección cardíaca en su estancia en Belgrano. Sus últimas palabras fueron
“Buenos Aires... Buenos Aires...”. Sus restos descansan en el Cementerio de la
Recoleta. Se sabe que la palabra “tradición” deriva del latín “traditio” y del
verbo “tradere”, con el significado de “transmitir o entregar”. Así, llegó al
español como aquello que pasa de una generación a otra; ese legado que continúa
hasta el presente, siempre en permanente construcción y forjando determinada
identidad cultural. En relación con la figura del gaucho, a partir de la cual
fue pensado el Día de la Tradición, la obra de Leopoldo Lugones, “El
payador”, fue una gran reivindicación de la literatura gauchesca que
muchos abogaron como clave de un tipo de argentinidad. Por supuesto, esto nunca
estuvo libre de tensiones. Otros grandes escritores lo han dejado más que
claro, como Jorge Luis Borges, que si bien admiraba a Lugones y ese tipo de
literatura, también escribió el ensayo “El escritor argentino y la tradición”.
Allí aventuraba una propuesta distinta mucho más cosmopolita acerca de las
tradiciones, en términos de configuración identitaria (seguramente, no solo
literaria) y alejada de una única génesis o canon compartido. La tradición de
una nación suele incluir su cultura popular, el gran acervo de música, comidas,
juegos, actividades y muchas otras costumbres de cada región del país. En
nuestro caso, la Argentina contiene en sí un amplio abanico de costumbres
relacionadas con la vida de campo: el mate, el asado, la música folclórica, la
domesticación de caballos, la artesanía a base de plata y metales, el trabajo
agrícola, la pintura costumbrista, etc., forman parte de lo que nos identifica
como nación frente al resto del mundo. Los niños desde muy pequeños se
encuentran inmersos dentro de unas costumbres, tradiciones que capta poco a
poco y que las llega a hacer tan suyas que a lo largo de los años sin darse
cuenta las ha llegado a adquirir y el hará lo mismo con sus descendientes. Todo
ello es la riqueza de un país y lo que le da carácter. La celebración del “Día
de la Tradición”, se debe al del periodista y poeta costumbrista Francisco
Timpone, quien propuso esta jornada a la Agrupación Bases, un organismo
que luchaba por otorgar mayor reconocimiento a las tradiciones gauchescas. De
esta manera, en 1939 el Congreso de la Nación Argentina dictó la ley Nª 4756 /
39, autoría de Edgardo J. Míguenz y Atilio Roncoroni. Posteriormente, la
localidad de San Antonio de Areco fue instruida como sede provincial oficial y
permanente de la tradición y esta fecha pasó a ser un feriado nacional durante
décadas. Sin embargo, fue más tarde con la Ley Nacional N.° 21.154 de 1975,
cuando ya de forma definitiva se consagró aquella fecha conmemorativa para todo
el territorio argentino. En el Día de la Tradición se recuerdan las típicas
tradiciones argentinas. En los colegios festejan este día y aprenden cuáles son
los bailes típicos, la comida, su origen, el medio ambiente, etc. Los niños
aprenden a bailar las danzas criollas, se visten de gauchos y zapatean un
malambo, tocan instrumentos musicales típicos como el bombo, bailan el tango
argentino... Todas estas actividades y muchas más son las que se transmiten de
padre a hijos y así sucesivamente. De este modo nunca se llegará a perder la
esencia de los pueblos, sus costumbres, cultura, folklore, músicas, bailes,
etc.
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