jueves, 10 de noviembre de 2022

Día de la Tradición (Argentina)

 


José Hernández había nacido el 10 de noviembre de 1834, en los caseríos de Perdriel, en la chacra de su tío Juan Martín de Pueyrredón. Estudió en el Liceo de San Telmo. Al fallecer su madre en 1843 y padecer problemas de salud, debió trasladarse con su familia a la región pampeana de la provincia de Buenos Aires, en búsqueda de un clima propicio para su condición y donde se familiarizó con la vida rural y las costumbres de aquel personaje tan autóctono de la región: el gaucho.

Se casó con Carolina González del Solar, con quien tuvo ocho hijos. Por otra parte, las luchas políticas también caracterizaron su vida. En 1858, con 24 años y junto con varios opositores contra el gobierno de Alsina emigró a Paraná, para vivir también en Rosario, Corrientes, Brasil y Montevideo. Participó en la batalla de Caseros en las milicias del Estado de Buenos Aires, y más tarde en la de Cepeda y Pavón, del bando de Justo José de Urquiza. Fue también un momento en el que comenzó su labor periodística en el periódico “La Reforma Pacífica” del Partido Federal Reformista, donde firmaba con el seudónimo “Vincha”. Después, en el diario “Nacional Argentino”, escribió una serie de artículos donde condenaba el asesinato de Vicente “Chacho” Peñaloza. Esos textos, se publicaron más tarde en forma de libro en 1863, con el título de “Vida del gaucho”. También trabajó en los diarios El Litoral; El Argentino; El Eco de Corrientes, entre otros. Allí publicó artículos sobre las tensiones de su propio tiempo y referidos a la cuestión del gaucho, de la tierra, la política de fronteras y el indio. Sus viajes por el interior le otorgaron un conocimiento que no esperaba sobre las costumbres gauchescas del país. El compromiso político de José Hernández lo llevo a ser diputado provincial y, en 1880, ya como presidente de la Cámara de Diputados, fue un gran defensor del proyecto de federalización, por el cual Buenos Aires pasó a ser la capital del país. En 1881 fue elegido senador provincial y logró mantenerse en el cargo hasta 1885, un año antes de su muerte, el 21 de octubre de 1886, a los 51 años.
La cuestión del gaucho siempre estuvo presente a lo largo de su vida y, paralelamente a sus inquietudes periodísticas y políticos, José Hernández escribió una de las obras literarias más importantes de la región. En esta obra que consta de dos partes, Hernández introdujo como protagonista al gaucho payador Martín Fierro, quien fue obligado a incorporarse al ejército por parte de quienes menospreciaban su existencia, al igual que la del indio. La obra relata la experiencia del gaucho en los tiempos posindependentistas, cuando el país transitaba una etapa de organización política y económica que ponía a este actor social entre medio de la civilización absoluta y el campo abierto. Además, este poema gauchesco y narrativo refleja el estilo de vida que entonces tenía el gaucho, su lucha contra la autoridad, su contante tensión con el gobierno y los indios, sus costumbres, su lengua y los códigos de honor que promulgaban y mantenían en su espíritu rústico y, de alguna manera, anarquista. De este modo, víctima de la opresión y la injusticia, Martín huye para convertirse en un gaucho matrero, fuera de la Ley. Si bien ya había otros escritores que dieron comienzo al género de la literatura gauchesca, como Bartolomé Hidalgo, Hilario Ascasubi o Estanislao del Campo, fue la obra de Hernández la que logró posicionarse en la cumbre de la literatura argentina, en la segunda mitad del siglo XIX. En sus páginas, el autor expresó la vida del gaucho en el país, su estilo de vida, costumbres y su más profunda cosmovisión, inmortalizándola con notables versos que se perpetuaron a lo largo y ancho de la región hispanoamericana. Fue traducida a más de 70 idiomas, ganando el reconocimiento de figuras como Jorge Luis Borges, Leopoldo Lugones, Ricardo Rojas y Leopoldo Marechal, y fue adaptada al cine y al teatro.
José Hernández falleció el 21 de octubre de 1886, a los 51 años a causa de una afección cardíaca en su estancia en Belgrano. Sus últimas palabras fueron “Buenos Aires... Buenos Aires...”. Sus restos descansan en el Cementerio de la Recoleta. Se sabe que la palabra “tradición” deriva del latín “traditio” y del verbo “tradere”, con el significado de “transmitir o entregar”. Así, llegó al español como aquello que pasa de una generación a otra; ese legado que continúa hasta el presente, siempre en permanente construcción y forjando determinada identidad cultural. En relación con la figura del gaucho, a partir de la cual fue pensado el Día de la Tradición, la obra de Leopoldo Lugones, “El payador”, fue una gran reivindicación de la literatura gauchesca que muchos abogaron como clave de un tipo de argentinidad. Por supuesto, esto nunca estuvo libre de tensiones. Otros grandes escritores lo han dejado más que claro, como Jorge Luis Borges, que si bien admiraba a Lugones y ese tipo de literatura, también escribió el ensayo “El escritor argentino y la tradición”. Allí aventuraba una propuesta distinta mucho más cosmopolita acerca de las tradiciones, en términos de configuración identitaria (seguramente, no solo literaria) y alejada de una única génesis o canon compartido. La tradición de una nación suele incluir su cultura popular, el gran acervo de música, comidas, juegos, actividades y muchas otras costumbres de cada región del país. En nuestro caso, la Argentina contiene en sí un amplio abanico de costumbres relacionadas con la vida de campo: el mate, el asado, la música folclórica, la domesticación de caballos, la artesanía a base de plata y metales, el trabajo agrícola, la pintura costumbrista, etc., forman parte de lo que nos identifica como nación frente al resto del mundo. Los niños desde muy pequeños se encuentran inmersos dentro de unas costumbres, tradiciones que capta poco a poco y que las llega a hacer tan suyas que a lo largo de los años sin darse cuenta las ha llegado a adquirir y el hará lo mismo con sus descendientes. Todo ello es la riqueza de un país y lo que le da carácter. La celebración del “Día de la Tradición”, se debe al del periodista y poeta costumbrista Francisco Timpone, quien propuso esta jornada a la Agrupación Bases, un organismo que luchaba por otorgar mayor reconocimiento a las tradiciones gauchescas. De esta manera, en 1939 el Congreso de la Nación Argentina dictó la ley Nª 4756 / 39, autoría de Edgardo J. Míguenz y Atilio Roncoroni. Posteriormente, la localidad de San Antonio de Areco fue instruida como sede provincial oficial y permanente de la tradición y esta fecha pasó a ser un feriado nacional durante décadas. Sin embargo, fue más tarde con la Ley Nacional N.° 21.154 de 1975, cuando ya de forma definitiva se consagró aquella fecha conmemorativa para todo el territorio argentino. En el Día de la Tradición se recuerdan las típicas tradiciones argentinas. En los colegios festejan este día y aprenden cuáles son los bailes típicos, la comida, su origen, el medio ambiente, etc. Los niños aprenden a bailar las danzas criollas, se visten de gauchos y zapatean un malambo, tocan instrumentos musicales típicos como el bombo, bailan el tango argentino... Todas estas actividades y muchas más son las que se transmiten de padre a hijos y así sucesivamente. De este modo nunca se llegará a perder la esencia de los pueblos, sus costumbres, cultura, folklore, músicas, bailes, etc.


































































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