Rostros negros con una letra “S” herrada en una mejilla y la figura de un clavo en la otra, la marca indeleble en jeroglífico de esclavos. La esclavitud fue una práctica remota en España y Portugal, como en otras partes del mundo, la presencia de esclavos negros africanos no aparece documentada hasta bien entrada la Edad Media.
Llegaron de la mano de los mercaderes árabes, que a partir del siglo XVIII
monopolizaron el mercado esclavista con sus redadas al sur del Sahara formando
parte de los ejércitos bereberes. La presencia de esclavos “ladinos” (nacidos
en la península) se reflejó con naturalidad en la literatura y el arte de los
siglos siguientes: el retrato de Juan Pareja y “La cena de Emaús” (la mulata),
de Velázquez; “Los tres niños”, de Murillo; “El carro del aire”, de Domingo
Martínez, donde aparecen unos negros bailando. En literatura, además de hacerse
presentes los personajes de negros en las comedias del Siglo de Oro, el máximo
protagonista fue un esclavo liberado conocido como Juan Latino, que llegó a ser
catedrático de latín en la Universidad de Granada. Se calcula que hacia finales
del siglo XVI vivían en España unos 60000 mil esclavos. Barcelona, Sevilla y
Cádiz, puertos de arribo de los barcos negreros, llegaron a tener en torno al
10% de población esclava. Estas cifras fueron disminuyendo, hasta desaparecer,
en la misma medida en que el número de esclavos en las colonias de ultramar
crecía de forma desorbitante. Subidos en los escalones de la Catedral de
Sevilla, eran vendidos a gritos al mejor postor para realizar las labores más
duras impuestas por la nobleza, los mercaderes y el clero, que compraban a las
mujeres como concubinas. España fue un centro esclavista desde el siglo XIV
hasta principios de XIX, aunque recién en 1886 se puso fin legal a la
esclavitud. La historia de la presencia negra en España fue silenciada. No hay
gran huela en los libros de texto españoles sobre las vidas cotidianas de
hombres y mujeres anónimos que encontraron fundamentalmente en la música, los
cantes y los bailes, la mejor forma de resistir a la opresión de sus amos.
Negros y mulatos, tanto esclavos como libres, jugaron un papel
importante en el enriquecimiento del acervo musical andaluz de lo que
posteriormente surgió el Flamenco. Los negros fueron en el teatro español algo
más que figuras de la trama; también fueron músicos, danzantes, cantadores,
farsantes y hasta autores. A esa época gloriosa del teatro español, ellos
aportaron algunas de sus formas más típicas. Sin embargo, se sigue creyendo que
los sones y ritmos africanos que entroncaron en mayor o en menor medida en el
Flamenco, fueron traídos desde América. Los esclavos llegaron a la península
con bailes y cantes africanos, que por la viveza de su ritmo y la sensualidad
de sus movimientos, llamaron pronto la atención de la sociedad esclavista. La
afición de ese grupo por la música, que practicaban especialmente en sus
reuniones de días festivos, despertó pronto el interés ajeno. Sin embargo, para
las autoridades civiles, y para sus propietarios, tales danzas fueron un
continuo motivo de intranquilidad, dados los frecuentes altercados que se
producían favorecidos por la ingesta de alcohol. En Sevilla, las autoridades
reglamentaron tales encuentros. Por su parte, la iglesia denunció
constantemente la sensualidad de los bailes. Con el fin de reducir su vertiente
sensual, se incluyeron sus bailes en las fiestas religiosas, como la de Corpus,
en la que los negros, en calidad de diablitos, representaban al pecado que era
vencido por la divinidad del amo blanco. La población esclava, sin olvidar el
tañido de sus tambores, tendió a adoptar la guitarra, la bandurria, las
castañuelas y otros instrumentos europeos. Los negros añadieron a la vivacidad
de los ritmos africanos, algunas reglas e instrumentos de la música española, “blanqueando”
su música, lo que les permitió extenderla a más sectores de la sociedad. A
fines del siglo XVIII y principios del XIX la participación negra fue muy
importante en los ambientes musicales de la época: comedias, sainetes,
entremeses, zarzuelas, etc., los incluían en frecuencia en su reparto. Entre
las piezas más destacadas se cuentan “El negro más prestigioso o mágico
africano”, "El Entremés de los negros", "Negra por amor",
etc.
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