domingo, 6 de noviembre de 2022

Herencia cultural de los esclavos en España

 

 

Rostros negros con una letra “S” herrada en una mejilla y la figura de un clavo en la otra, la marca indeleble en jeroglífico de esclavos. La esclavitud fue una práctica remota en España y Portugal, como en otras partes del mundo, la presencia de esclavos negros africanos no aparece documentada hasta bien entrada la Edad Media.

Llegaron de la mano de los mercaderes árabes, que a partir del siglo XVIII monopolizaron el mercado esclavista con sus redadas al sur del Sahara formando parte de los ejércitos bereberes. La presencia de esclavos “ladinos” (nacidos en la península) se reflejó con naturalidad en la literatura y el arte de los siglos siguientes: el retrato de Juan Pareja y “La cena de Emaús” (la mulata), de Velázquez; “Los tres niños”, de Murillo; “El carro del aire”, de Domingo Martínez, donde aparecen unos negros bailando. En literatura, además de hacerse presentes los personajes de negros en las comedias del Siglo de Oro, el máximo protagonista fue un esclavo liberado conocido como Juan Latino, que llegó a ser catedrático de latín en la Universidad de Granada. Se calcula que hacia finales del siglo XVI vivían en España unos 60000 mil esclavos. Barcelona, Sevilla y Cádiz, puertos de arribo de los barcos negreros, llegaron a tener en torno al 10% de población esclava. Estas cifras fueron disminuyendo, hasta desaparecer, en la misma medida en que el número de esclavos en las colonias de ultramar crecía de forma desorbitante. Subidos en los escalones de la Catedral de Sevilla, eran vendidos a gritos al mejor postor para realizar las labores más duras impuestas por la nobleza, los mercaderes y el clero, que compraban a las mujeres como concubinas. España fue un centro esclavista desde el siglo XIV hasta principios de XIX, aunque recién en 1886 se puso fin legal a la esclavitud. La historia de la presencia negra en España fue silenciada. No hay gran huela en los libros de texto españoles sobre las vidas cotidianas de hombres y mujeres anónimos que encontraron fundamentalmente en la música, los cantes y los bailes, la mejor forma de resistir a la opresión de sus amos.
Negros y mulatos, tanto esclavos como libres, jugaron un papel importante en el enriquecimiento del acervo musical andaluz de lo que posteriormente surgió el Flamenco. Los negros fueron en el teatro español algo más que figuras de la trama; también fueron músicos, danzantes, cantadores, farsantes y hasta autores. A esa época gloriosa del teatro español, ellos aportaron algunas de sus formas más típicas. Sin embargo, se sigue creyendo que los sones y ritmos africanos que entroncaron en mayor o en menor medida en el Flamenco, fueron traídos desde América. Los esclavos llegaron a la península con bailes y cantes africanos, que por la viveza de su ritmo y la sensualidad de sus movimientos, llamaron pronto la atención de la sociedad esclavista. La afición de ese grupo por la música, que practicaban especialmente en sus reuniones de días festivos, despertó pronto el interés ajeno. Sin embargo, para las autoridades civiles, y para sus propietarios, tales danzas fueron un continuo motivo de intranquilidad, dados los frecuentes altercados que se producían favorecidos por la ingesta de alcohol. En Sevilla, las autoridades reglamentaron tales encuentros. Por su parte, la iglesia denunció constantemente la sensualidad de los bailes. Con el fin de reducir su vertiente sensual, se incluyeron sus bailes en las fiestas religiosas, como la de Corpus, en la que los negros, en calidad de diablitos, representaban al pecado que era vencido por la divinidad del amo blanco. La población esclava, sin olvidar el tañido de sus tambores, tendió a adoptar la guitarra, la bandurria, las castañuelas y otros instrumentos europeos. Los negros añadieron a la vivacidad de los ritmos africanos, algunas reglas e instrumentos de la música española, “blanqueando” su música, lo que les permitió extenderla a más sectores de la sociedad. A fines del siglo XVIII y principios del XIX la participación negra fue muy importante en los ambientes musicales de la época: comedias, sainetes, entremeses, zarzuelas, etc., los incluían en frecuencia en su reparto. Entre las piezas más destacadas se cuentan “El negro más prestigioso o mágico africano”, "El Entremés de los negros", "Negra por amor", etc.









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