El sufismo siempre utilizó la poesía, la música y la danza, como medio para dar a entender o comprender lo que es la experiencia mística, ya que con las palabras o a través de discursos racionales, no puede ser expresada.
Se
dice que el Sema es la cura y el alimento del alma. miles de años atrás,
los chamanes ya giraban sobre sí mismos en sus rituales sanadores, y todavía lo
hacen. Hace más de ocho siglos, Jaladuddin Rumi (Mawlana),
el gran poeta místico sufí de origen persa del siglo XIII, instauró en Konya
(Anatolia-Turquía) esta bella danza giratoria en la forma en que se conoce hoy,
transmitida por las cofradías sufíes mevlevíes hasta nuestros días. Todo el
universo gira y la danza del Sema insta ese movimiento, pues
consiste en girar en relación a un centro, en la dirección del corazón, centro
de nuestro ser. Pero el Sema tiene también otros símbolos:
la mano izquierda mira hacia arriba, hacia el cielo, y la derecha hacia abajo,
hasta la tierra. De esta manera el bailarín se convierte en el axis mundi, el
canal entre el cielo y la tierra, simbolizando que los dones espirituales que
recibimos, los damos a la humanidad. Otro de los símbolos del giro es que,
según el Corán, miremos donde miremos, sólo veremos el rostro de Dios. Así, por
una parte, el Sema actúa de espejo, donde uno se ve a sí mismo desde ña
distancia meditativa, cosa que permite la transformación e integración de
aspectos difíciles de nosotros mismos, y de otra, los estados extáticos que se
consiguen con la práctica continuada producen una profunda transformación, ya
que la música y la danza favorecen la expresión de posibilidades latentes en
nuestro interior, como el amor o la compasión, así como el acceso al
conocimiento superior y esencial. Los Mevleví son una orden ascética sufí,
fundada en 1273 en Konya (Turquía), desde donde se extendieron progresivamente
a través del Imperio otomano. Hoy se pueden encontrar Mevlevís en muchas
comunidades turcas del mundo, pero los centros más activos y famosos de la
actividad de la orden están en Konya y Estambul. Los Mevleví o derviches eran
filósofos místicos que se dedicaban a la meditación profunda, llevando una vida
ascética y viviendo de la caridad. El término persa dervishi era utilizado para
designar a esos mendigantes.
Los mevleví son famosos por sus danzas giratorias. Después de un período
recomendado de ayuno de varias horas, los derviches giradores comienzan a dar
vueltas sobre el pie izquierdo en una serie de movimientos de torsión cortos,
utilizando el pie derecho para hacer girar sus cuerpos alrededor del izquierdo.
Todo es muy lento, pero esa lentitud se interrumpe con movimientos vigorosos,
como el golpe del suelo con las manos, o el enérgicos al sacarse las túnicas
negras y quedarse sólo con unos vestidos blancos asidos por una faja en la
cintura. Aun así, en esta brusquedad no hay nada incontrolado, nada caótico. La
vestimenta tradicional de los derviches consiste en una túnica blanca sin
mangas (tennure), una chaqueta de mangas largas (destegul), un cinturón y un
abrigo negro o Khirqa, que es removido antes de comenzar la danza. A medida que
comienza el baile ritual, el derviche se pone una gorra de fieltro (sikke) y un
turbante en la cabeza. La vestimenta blanca representa la pureza y el sacarse
el atuendo negro, simboliza la separación o renuncia del ego. El cuerpo del
girador debe ser flexible y permanecer con los ojos abiertos, pero sin
focalizarlos en nada, de modo que las imágenes sean borrosas y flotantes. El
ritual está dividido en cuatro secciones y dura más de una hora. Comienza con
la recitación del Corán y las alabanzas al profeta Mahoma, seguidos del sonido
del tambor que simboliza la orden divina de ser, de existir. Luego suena el
ney. Es un lamento profundo y secreto, que parece comunicar algo directamente
del alma humana. Como resultado de las políticas de secularización, todos los
mevlevihane (casas donde se practicaban las artes sufíes) fueron cerradas en
1928. Aunque fueron prohibidos en Turquía, los sufíes en Estambul continuaron
resistiendo en clandestinidad, continuando sus milenarias tradiciones
espirituales. El gobierno turco comenzó a permitir nuevamente las
representaciones en 1956, aunque sólo en público cada año en el aniversario de
la muerte de Rumi (17 de diciembre). Hoy en día, muchas ceremonias ya no son
representadas en su contexto natural, sino ante un público de turistas, y se
han acortado y simplificado para responder a la demanda comercial.
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