La importancia que San Martín otorgó a los toques y las bandas militares en el proceso de formación y despliegue de su ejército, se debió a la influencia de las novedades tácticas y simbólicas francesas En cierto modo, el paso de bandas francesas por las ciudades españolas, influenció los orgánicos, la variedad instrumental, calidad y repertorio del ejército hispano.
Su propia afición por la música se debió a la
educación musical que recibió de Fernando Sor, capitán español, compositor de
canciones patrióticas y piezas para guitarra. Todo ello lo acompañó al Río de
la Plata. Hasta el arribo de San Martín no existían toques para
la caballería rioplatense. Llegado a Buenos Aires, San Martín adoptó el
Reglamento para el Ejercicio y Maniobras de la Caballería, en la instrucción de
sus noveles granaderos. Así asignó a la nueva unidad una plana mayor con trece
trompetas para ordenar cambios de formación y velocidad a trompa tañida. En el
Cuartel del Retiro enseñó la transmisión de órdenes mediante señas con sable y
toques militares. Esta combinación lanzaba jinetes a la carga o los detenía en
breves instantes: para romper el movimiento, el jefe indicaba la dirección y el
clarín tocaría Marcha. A corta distancia, llevaría su sable varias veces
verticalmente sobre la cabeza y el músico de órdenes, impondría el Trote. A los
150 metros, tras un sonoro anuncio, tomaban el galope y a 60 metros del
enemigo, un molinete sobre la cabeza dado con sable, indicaría el aire de carga
y entrevero. El trompeta repetía el ¡A degüello! y los jinetes se elevaban
sobre los estribos y chocaban violentamente contra el objetivo. San
Martín debió separar de Granaderos a su primer trompa debido a su
"embocadura fatal" y su preocupación por dotar de músicos al
regimiento continuó. La utilización de clarines para transmitir ordenes asombró
a Belgrano.
La táctica francesa adoptada para el nuevo cuerpo, consideraba indecoroso para
un jefe militar mandar evoluciones a la voz. Mientras esperaba instrumentos, San
Martín encargó al alcalde de Mendoza que encontrase los ejecutantes:
“Necesitándose para clarines doce jóvenes que sean a propósito para este
objeto”. En noviembre de 1816, Pueyrredón adquirió los instrumentos en Río de
Janeiro y se los envío a San Martín. Gerónimo Espejo relató
que una vez reunidos con sus instrumentos, los músicos hicieron un estudio
diario guiados por el trompa mayor de granaderos “con la más severa estrictez
se hacía la enseñanza de la corneta, sujeta como es al diapasón musical”. Los
siete toques necesarios para movilizar a la caballería estaban incluidos en los
“Toques de Guerra” de 1769. Sirvieron como trompas de Granaderos, los músicos
Juan Guachunchú, Casimiro La Rosa, Diego Marunga, Guillermo Lino, Juan Antonio
Ferreyra, Enrique Lozano, Juan Luis Quiroga, Manuel Ochoa, Mariano Ariaré, Juan
Avesty, José Luis Aguilar, Ignacio Argui, Ignacio Aragón, Lorenzo Guastavino y
Miguel Chepoyá.
Un impulso similar tuvieron las bandas militares. Localmente
estas surgieron con las Invasiones Inglesas y la posterior militarización
urbana. Buenos Aires y Mendoza quedaron impresionadas por el paso de los
músicos ingleses. Mendoza recibió un contingente 6 músicos prisioneros, quienes
lucieron su arte en el ambiente local. Estos finalmente fueron recluidos en
Luján y allí animaron las reuniones de familias acomodadas. En las nuevas
bandas de Buenos Aires, se destacó la de Vizcaínos, dirigida por Víctor de la
Prada, educado musicalmente en Francia. En 1810 el gobierno le encomendó la Academia de Música
Instrumental, que a poco de inaugurada recibió al cuyano Rafael Vargas, quien
le encomendó 16 de sus esclavos para que estudiasen instrumentos de viento. En
1814 regresaron a Mendoza formando una banda completa que amenizó las fiestas
de su dueño, las procesiones de la iglesia y los actos públicos. En agosto de
1816, Vargas la obsequió al general San Martín para que pasara a integrar el
Batallón número 11. San Martín recurrió a esclavos para completar el Ejército
de los Andes. El reclutamiento fue resistido, porque la esclavitud constituía
la mano de obra del trabajo urbano y agrícola de los propietarios de Cuyo.
Entre los negros del servicio doméstico eran apreciados aquellos que supieran
música. El Comandante en Jefe explotó esas condiciones y los destinó a
completar las bandas de los Batallones 7, 8 y 11 de Línea. San Martín dotó al
Ejército de los Andes con 4 bandas de infantería y una banda de clarines para
la caballería. Estas fueron las de los batallones 7 y 8 de Libertos, la del
Batallón de Cazadores de los Andes y la del 11 de Línea. La banda del 11
también continuó su rol social en Mendoza, pues tocaba en las misas y los
bailes. Los horarios de ejercicio fueron aprovechados por el músico mayor
Matías Sarmiento para ensayar la música del Batallón 8. Este conjunto;
compuesto por negros que ejecutaban flautín, flauta, requinto y clarinetes,
trombones, tambores y bombo; tocaba “de oído”, porque ninguno sabía leer
música.
El repertorio consistía en Marchas, Pasodobles y Valses.
San
Martín empleó el estímulo de la Canción Nacional para traspasar los
5000 metros de las sendas más elevadas. Posteriormente, las bandas tocaron en
Santiago en los bailes en honor de los vencedores. En julio de 1817, San
Martín y O’Higgins crearon en Santiago una Academia de música, integrada
por 50 ejecutantes escogidos entre “los muchachos más dotados de los diferentes
cuerpos”. La experiencia fue puesta bajo la dirección del teniente Antonio
Martínez del 8 de Línea. El 6 de noviembre se encargaron 100 clarines y a
principios de 1818 llegaron a Chile procedentes de Boston, "cuatro cajas
de tambores" y de Londres "catorce cajones de música militar".
En marzo de 1818, el Ejército Unido con sus 286 plazas de músicos, acampó en
una llanura llamada Cancha Rayada, donde sufrieron un revés. El parte indicó
que se capturó a los patriotas su artillería, cuatro banderas, la insignia del
general y “más de 60 cajas de guerra”. Esos tambores pertenecían a los
Batallones de Infantería 2 de Chile y 8 de Línea. A comienzos de abril. La
lista de los útiles de guerra tomados al enemigo consignó 23 cajas de guerra, 2
redoblantes, 2 tamboras, 2 panderetas, 2 clarinetes, medialuna, trompa, corneta
y fagot. En esa ocasión fueron tomados prisioneros 17 tambores, 4 pífanos y 4
cornetas del Batallón Talavera. El júbilo por el triunfo patriota, motivó un
baile en Santiago, al que concurrieron el general en jefe, los oficiales y
familias distinguidas: “una gran banda de música militar tocaba aires marciales
en los intervalos de la danza”. Al momento de la Canción Nacional, coreada
por el mismo San Martín, todos se pusieron de pie, se hizo introducir en el
comedor dos negros con sus trompas y al son viril y majestuoso de estos
instrumentos, se oyó la voz de bajo, áspera, pero afinada y entera del héroe. San
Martín introdujo la fórmula de crear himnos para las naciones
redimidas. La canción argentina fue cantada en Chile y Perú hasta la adopción
de sus respectivos símbolos musicales.
La gota de agua. Pieza musical atribuida a José de San Martín.
Toque de rancho. El toque de rancho no es otro que el toque de carneada que tanto alegraba a los soldados del Ejército de los Andes
Marcha de los Fusileros. Para batallones de Infantería con el fin de acompasar el desplazamiento.
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