Los Agüisotes son una ilusión mental que se remonta a la América precolombina, épocas en que los aborígenes tenían creencias supersticiosas, llegando a veces al límite del terror. La conquista de América trajo un cúmulo de ideas que impactaron fuertemente en las creencias de los nativos, aceptando como un credo impositivo los mitos, espantos, aparecidos y duendes que, mezclados con las supersticiones locales, produjeron un código de maleficios y misterios como.
Los Agüizotes marchan en un desfile que recorre las vías de la ciudad entre gritos y música de marimbas, trompetas y tambores de bandas filarmónicas y de mariachis que dan vida a un ambiente de carnaval matizado con las luces de cientos de velas y candiles. Los personajes que buscan provocar pánico (aunque más bien causan risa), empiezan a aparecer al caer la noche en una de las calles de la populosa comunidad de Monimbó, de amplia población indígena de origen chorotega. El lúgubre escenario callejero sólo lo iluminan miles de velas y candiles artesanales que portan los que caminan por las avenidas en medio de bailes y algarabía. El baile se ejecuta con movimientos rítmicos relacionados al personaje, con música alegre, de carnaval que interpretan músicos tradicionales. El último jueves de octubre se exhiben los trajes y máscaras que se usarán la noche siguiente en el desfile. Para confeccionar sus trajes, los participantes usan telas de colores negro, marrón o blanco, y máscaras que representan a personajes identificados con los mitos y leyendas como La Muerte Quirina, La Mocuana, El Padre sin Cabeza, El Cadejo, La Chancha Bruja, entre otros. Las máscaras son elaboradas por artistas de Masaya, quienes usan papel maché, cartón y cedazo fino, madera y jícaro. Otros elementos complementarios son: las cruces, las guadañas, las escobas, las cadenas, los candiles, los huesos (mandinga), las calaveras, las candelas y los mechones (tea). En la Procesión de Los Agüisotes participan hasta diez bandas musicales, distribuidas en catorce cuadras en las cuales, al compás de los sones, unas diez mil personas disfrazadas bailan con movimientos propios de los personajes que representan. La música es ejecutada por grupos musicales populares llamados chicheros. Los sones de Los Agüisotes son los mismos que se usan en el Torovenado, con la salvedad que existe que existe un son que lleva el nombre de “Los Agüisotes” compuesta por una parte de marcha fúnebre y otra por un son de toro. Después de unas dos horas, se hace un desfile nocturno con quienes llevan las mejores vestimentas y se elige el mejor disfraz. La Procesión de los Agüizotes, como manifestación folklórica, está considerada como una danza que contribuye al fortalecimiento de la cultura oral y de la identidad nicaragüense. A partir de los años 90, esta tradición se ha visto amenazada por la transculturización de los recursos de usos complementarios como la confección de sus máscaras, representación de los personajes, vestuario y acompañamiento musical, uso que no solo ha deformado la mitología folklórica, sino también, una amenaza de perder los valores propios de la manifestación tradicional y de confrontar la identidad cultural.
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