miércoles, 3 de febrero de 2021

Haggalla (Egipto)


Las danzas folklóricas árabes se caracterizan por ser improvisadas y aprenderse por imitación entre las generaciones familiares. Entre ellas se encuentran la danza Saidi, del Said (sur de Egipto); la danza Nubia, del sur de Egipto y norte Sudán; la danza Khaligi, del Golfo Pérsico; y la danza Haggalla, entre otras.

Algunas de estas danzas son femeninas, otras son bailadas por hombres y mujeres, unas se bailan de manera grupal y otras de manera individual. La danza Haggalla es de celebración que sucede en diferentes situaciones cotidianas entre los beduinos. Mayormente se realiza en época de casamientos, compromisos o de cosechas en esas áreas. La bailarina, o “haggallera”, es la figura principal. Ella baila mostrando toda su gracia, riqueza y belleza frente a una hilera o un semicírculo de hombres y familiares que asisten, acompañando a la bailarina con cantos y aplausos. Ella puede estar cubierta o semicubierta. Una familiar de la bailarina se puede turnar para tomar el rol central. Los hombres, llamados kefafin, y familiares, aplauden y cantan mostrando su solidaridad. La bailarina hace una constante caminata en línea frente a los hombres, moviendo sus caderas al ritmo marcado por ellos. Puede tener una pequeña vara o bastón, o un pañuelo en sus manos. Si es un bastón, éste es sólo sostenido, ni rotado ni manipulado. Cuando uno habla del término Haggalla no sólo se está refiriendo a la danza, sino también a su música, a la bailarina y a todo un contexto social. Se piensa que Haggalla proviene de la palabra “hagi”, que significa saltar, ya que esta danza se caracteriza por tener saltos dentro de sus pasos típicos. No se trata de una ceremonia musulmana, sino que es una práctica beduina, es decir, de los árabes nómadas del norte de África. Se realiza en el desierto noroccidental de Egipto, en la frontera con Libia, más precisamente en los oasis de Siwa, en el área de Mersa Matruh, aunque también se ha visto en el oeste de Libia.

Farida Fahmy

Según Shokry Mohamed, músico y bailarín egipcio, la ceremonia del Haggalla se trataba de un rito nupcial, en donde la mujer escogía a su marido en el mismo acto de danzar. Shokry cuenta que se citaba a todos los hombres solteros del pueblo en algún lugar público, en donde se ubicaban en hilera o semicírculo, y la muchacha bailaba para ellos. Su danza era algo así como una representación de sus virtudes como mujer y esposa, por lo tanto, debía mostrar recato, belleza, talento y fuerza. La haggallera danzaba al ritmo de palmas, tambores y cantos, con el rostro cubierto por una fina tela transparente con la cual podía ver sin ser vista. Durante la danza, hacía su elección y al escoger a un hombre se colocaba frente a él y le bailaba alrededor con las manos entrelazadas en forma de cruz, símbolo de que era el elegido, o bien, se arrodillaba ante él. En ese momento, el joven le ofrecía un obsequio, como alguna joya, y ella a su vez a él, si el obsequio del hombre era aceptado por la muchacha, ésta se quitaba el velo, dando así por realizada la unión. El Haggalla podría tratarse también de ritos de iniciación a la edad adulta de una joven mujer, ya que algunas de las letras de las canciones cantadas por los kekafin, hablan de las virtudes de la joven que pronto se convertirá en mujer y de lo buena esposa y madre que será. Farida Fahmy, integrante del ballet de Reda, relató que a mediados de los años 60 estuvo en una investigación de campo en el noroeste egipcio siendo testigo de una festividad popular en donde una bailarina era convocada para bailar con los habitantes varones de la comunidad. La muchacha tenía el rostro y la cabeza cubiertos con una fina tela transparente y había agrandado sus caderas con teas fruncidas. Los hombres, formados en grupos y ubicados en semicírculos, hombros con hombros, cantaban y batían palmas mientras la bailarina movía sus caderas al compás, desplazándose de grupo en grupo. Los diferentes grupos competían entre sí para ver quién ponía más ánimo para la danza de la bailarina, quien se acercaba al grupo que ponía más júbilo, logrando de este modo una interacción con los participantes.

 

 















 




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