Cientos de historias se tejen en las orillas del río Chota. Esas estampas cotidianas de los afrodescendientes de esta zona de la Sierra norte, que habitan entre Imbabura y Carchi, son puestas en escena por el grupo de danzas Choteñitas.
Estas chicas, de la comuna El Chota, en el norte de Ibarra, bregan desde hace siete años por revitalizar elementos como el baile y la música Bomba, que identifican a su etnia. También buscan heredar la sabiduría de personajes como Eudocia Chalá y Urcesino Carcelén, considerados guardianes de la Bomba de esta parcialidad, señala Marta Gudiño, directora de las Choteñitas. Chalá lleva 75 de sus 87 años en la danza. Su especialidad es zapatear llevando la botella en la cabeza, un baile típico de la cultura afrochoteña. Ellos conservan los pasos, el ritmo, la elegancia y la picardía, que caracterizan a los pobladores de este territorio ancestral. Para Chalá, por ejemplo, danzar con la botella en la cabeza no solo es señal de buen equilibrio, sino una muestra de poder y madurez. Las Choteñitas, que lucen faldas plisadas, delantal y coloridas blusas, no solo han aprendido los pasos de los mayores, sino también las coplas. Esta suerte de estribillos populares surgen en reuniones; los jóvenes las llaman "cochitas morosas". Si a alguien le gusta la estrofa viene el contrapunteado. Hoy cada parcialidad afrochoteña posee, al menos, un grupo de danza. Algo similar sucede con los conjuntos de música. Pero en la vecina parroquia de Salinas, la Escuela de Bomba presentó su primer grupo de danza de niñas. Bailes muy tradicionales del Chota son la Angara, el Puro, la Zafra, el Bundi, la y el famosísimo Baile de la Botella, en el cual la mujer lleva una botella en la cabeza con perfecto equilibrio y sin perder la armonía y el movimiento. Estas danzas se interpretan generalmente en matrimonios, velorios de niños, bautizos, fiestas de santos patronos o en los festivales y concursos de Bomba y Bandas Mocha, mientras que los bailes sin coreografía se realizan en distintos actos sociales que organizan para su diversión cotidiana.
El baile de la Bomba es un conjunto coreográfico de larga tradición en la población del valle del Chota. Los viajeros del s. XIX lo mencionan en sus escritos, lo cual sugiere su probable origen en tiempos coloniales. Una de las variantes del baile de la Bomba es registrada por el etnomusicólogo Carlos Coba Andrade: “La mujer revolotea picarescamente ante el hombre en son de conquista. En su cabeza lleva una botella de “trago” (licor) la cual no debe ser derramada durante el baile. La habilidad de la morena es sorprendente, ya que ésta le da de caderazos a su acompañante y en no varias ocasiones le arroja al suelo. Si la mujer derrama el licor o el hombre es derribado al suelo debe pagar una botella de licor como multa. En este hecho existen apuestas para conseguir licor y por medio de éste llegar al éxtasis”. Los afrochoteños son expertos en bailar en forma natural la Bomba y en la euforia del baile, bailar con una botella de vidrio y llena de licor en la cabeza. Para el aprendizaje de niños, jóvenes y adultos es ideal utilizar la botella plástica retornable de 2 litros, porque esta botella es liviana, con la base cóncava y si se cae no se rompe y no lastima. Para lograr el equilibrio de la botella en la cabeza, en las primeras clases se colocan de relleno granos o tierra, después de varias sesiones de clase y que el estudiante ya tiene dominado el equilibrio de la botella sobre la cabeza, se coloca agua en la misma; para la presentación es preferible adornar la botella con motivos de la cultura Afro, en papel maché, material reciclado, cintas, hilo, telas, etc. Por experiencia en el grupo de Danza del Liceo Municipal Fernández Madrid de la ciudad de Quito, después de haber adquirido la capacidad coordinativa (equilibrio) trabajo realizado con botellas plásticas, se comienza a trabajar con botellas de champagne (vidrio) pero forradas con papel y goma blanca, al año de trabajo las bailarinas dominan cualesquier botella de vidrio y de todos los tamaños, con total seguridad y destreza, al extremo de acostarse boca abajo con la botella en la cabeza y no dejarla caer.
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