El medio geográfico, especialmente la topografía, ha influido
grandemente, no sólo en los usos y las costumbres de los individuos de las
comunidades, en cierto modo primitivas, sino también en la formación de su
carácter.
Para aquellos que viven entre las sierras y montañas del noroeste
argentino ha nacido la Baguala como canto compañero de sus
soledades. Baguala es una voz de origen quechua, cuya grafía correcta
sería ”wawalla”, lo que permite suponer que ”baguala” es una simple adaptación
fonética y por lo tanto no tiene ninguna relación con “bagual”, término que se
aplica en la llanura al caballo chúcaro o cimarrón. Las Bagualas son canciones
antiguas de especie lírica. Es una singular canción de formación colonial,
actualmente viva en una amplia región. Con escasa dispersión hacia el este, es
el canto de los descendientes de los aborígenes, ya incorporados a la población
rural argentina, viven en los valles y altas planicies que se extienden desde
el oeste de la provincia de Tucumán hasta la cordillera de los Andes. El área
de la Baguala es, principalmente, la de las antiguas naciones de lengua cacana
o diaguitas (de los Pulares, Calchaquíes, Diaguitas); en segundo lugar, el de
los Omaguacas (Tilcara, Purmamarca, Maimerás, etc.); la de los Atapamas, sus
congéneres pobres de la Puna, comúnmente llamados Atacamas y la de los
Capayanes, hacia La Rioja andina. En nuestro país este canto recibe diferentes
nombres como: Bagualas Tornados, Coplas en Salta, Joijoi
en Tafí, o Vidala Coya. La raíz de estos cantos debe ser indígena a juzgar
por sus características y por el foco de dispersión actual. Antes, estudiosos
como Adán
Quiroga y Juan Ambrosetti, que recorrieron los cerros del oeste a fines
del siglo XIX, mencionaron estos cantos que entonaban los serranos. Por la
persistencia en el uso de tres notas, Ambrosetti creyó que se trataba de
una misma melodía, cuando en realidad son cientos. En la actualidad estas
melodías se practican en amplias franjas cordilleranas argentinas. También hay
aborígenes del Gran Chaco, y aún más lejos en el centro de Perú (departamento
Apurimac), que entonan cantos de tres notas similares.
La Baguala consiste en un canto de versos octosílabos, frecuentemente
improvisados espontáneamente, acompañado por un ritmo de tempo lento muy
uniforme, que es marcado por un instrumento de percusión llamado caja, casi
siempre tocado por quien canta. Este tipo de canto con caja integra un ritual
sagrado y festivo característico de la cultura andina. En general, la melodía de
la Baguala
se basa en combinaciones de tres notas de un acorde mayor. A la caja comúnmente
se le agrega la quena, emitiendo sonidos agudos disonantes, y en algunos casos,
el erke. A la caja, algunas veces, en las fiestas más alegres como el carnaval,
se le agregan crines atravesándola, lo que le da un sonido de redoble,
semejante a la sordina de los redoblantes. En general, al que canta las coplas
se les suman las repeticiones del resto de los participantes, lo que produce un
efecto similar a los responsos de otros géneros. En nuestro país, las Bagualas
se ejecutan preferentemente durante el carnaval, aunque suelen escucharse en
cualquier tiempo y ocasión, en tonadas indistintamente por hombres, mujeres o
niños. En las reuniones es frecuente formar ruedas preferentemente de pie. Los
participantes no necesitan ser buenos cantores y basta que uno del grupo
indique el tono (la melodía o el estribillo solamente), para que todos la
entonen a coro. Uno, dos o tres cajeros baten con insistencia el acompañamiento
y los cantores buscan la armonía de la voz con la percusión. Inmediatamente
alguien dicta una copla y comienza el canto: unas voces se llevan por grueso
(graves) y otras por delgados (agudas). Típico de estos cantos es el paso de
uno a otro registro, y sobre todo el falsete, que les confiere un color muy
particular. A ello contribuye, además, el uso frecuente de ciertos adornos
vocales que consisten en bordaduras y apoyaduras, casi siempre dentro de la
escala, los cuales se ejecutan en forma de ligados o glisados. La Baguala
es una canción de hondo dulzor, de extraña melodía, que envuelve el espíritu en
remembranzas, que sirve de estímulo y compañía a los habitantes de las sierras
en su largo y lento ambular por entre cerros y picachos que lo cercan por todos
lados.
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