Desde la época del incanato, hasta la actualidad, el oficio del lavado
de ropa en el Perú, ha sido una labor de género, mayormente ejercido por
mujeres. A través de los años, ellas han sido representadas en pinturas
costumbristas, desde las épocas de la colonia, y en la brocha de varios
pintores de la etapa republicana.
Durante la época del Tahuantinsuyu
(incanato), esta labor era llevada a cabo en los ríos o quebradas alrededor del
Imperio. En las casas de los nobles, según cronistas, había tuberías
subterráneas, que dotaban de agua a las viviendas beneficiadas. Según Garcilazo
de la Vega, el Inca nunca usaba la misma vestimenta y su ropa era regalada a
sus parientes. Las momias reales de los Incas, que asistían a todas ceremonias
importantes en el Cusco, estaban al cuidado de las Panacas Reales, mujeres a
cargo de limpiarlas, lavarlas y renovarles diariamente su ropa de algodón, con
el fin de impedir el crecimiento de largas, gusanos, parásitos o suciedad
dentro de la momia. Para el lavado de la ropa se utilizaba el agua de la
quinua, que al ser sobada varias veces, soltaba una sustancia jabonosa. Cuando
llegaron los españoles a América trajeron el jabón. En 1566 el jabón que se
importaba de España pagaba muchos impuestos, por lo que en el Virreinato del
Perú, se comenzó a fabricar y exportar jabón. Mayormente, el jabón se utilizaba
para lavar la ropa, ya que se creía que el agua propiciaba catarros y
enfermedades. La mayor parte de las lavanderas de la colonia eran esclavas
negras, esposas o hijas de los esclavos, que habían llegado a trabajar en las
plantaciones de azúcar y algodón de la costa. Con el paso del tiempo, y como
así la ley lo permitía, el esclavo podía ser liberto por su amo o comprar su
libertad, trabajando como vendedor ambulante o en tareas domésticas.
Las lavanderas negras se pusieron de moda hasta muy avanzado el siglo
XIX, quienes recogían la ropa de sus clientes para lavarlas en los caños de los
callejones. El Samba Landó es un género musical cultivado por la población
afrodescendiente de Cañete y el norte de Lima desde la época colonial, y fue
rescatado por Nicomedes y Victoria Santa Cruz en el “Baile
de las Lavanderas”, representado esa actividad en todo su colorido. La Danza
de las Lavanderas es un baile costeño del folklore afroperuano por
excelencia. Es un baile muy emotivo en donde las morenas muestran mucho
cintureo, cadereo, movimientos pélvicos y expresión de realizar su trabajo de
lavado. Utilizan sus bateas como instrumentos de trabajo. Se baila en diversas
festividades religiosas y festivales costumbristas de los pueblos de Chincha,
Cañete, el Carmen, prácticamente del sur chico de Perú. Se acompaña
musicalmente con varios instrumentos de percusión como las bateas, cajitas,
quijadas de burro, cajón, campanas y cuerdas. Este ritmo, al igual que la Zamacueca,
proviene del Landó. En 1970, el grupo ”Perú Negro” la coreografió como “Las
Lavanderas” para el Festival Mundial de Danza Negra.
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