No fue hasta
el año 1767 que el explorador Inglés Samuel Wallis y en 1769 James Cook
llegaron a estas islas. Sin embargo fue el francés Louis.Antoine de
Bougainville que en 1768 llegó a estas islas y las quiso conquistar para
Francia. Los primeros misioneros británicos llegaron a la isla sobre el 1797 y
en 1815 consiguieron ejercer una fuerte influencia eliminando su cultura
tradicional, destruyendo sus templos, prohibiendo su danza y su música con la
ayuda de una familia poderosa de la isla llamada Pomares.
Los franceses
continuaron también ejerciendo su influencia en las islas Marquesas y tuvieron
éxito consiguiendo expulsar a los británicos y constituyendo la actual
Polinesia Francesa. En el 1880 el rey Pomare V fue forzado a abdicar y fue
proclamada la colonia francesa, que poco a poco incluyó la mayoría de islas del
sudeste del pacífico. En 1957 el territorio fue renombrado por Territorio de la
Polinesia Francesa y en la segunda mitad del siglo XX se le otorgó al gobierno
territorial la autonomía socio-económica aunque no los asuntos exteriores, la
defensa, leyes y orden que todavía dependen de Francia. Actualmente el idioma
tahitiano es enseñado y hablado como un idioma oficial, así como su
espectacular danza y su música nativa forman parte de la vida diaria del
pueblo. La danza ʻōteʻa (generalmente
escrito como otea) es tradicional de Tahití caracterizada por un movimiento
rápido de sacudida de cadera y acompañamiento de percusión. Los bailarines, de
pie en varias filas, pueden ser coreografiados para ejecutar diferentes figuras
(incluyendo tamau, varu, otamu, ami y fa'arapu) mientras mantienen el temblor
de cadera. El movimiento de la cadera en sí puede sincronizarse en algunas
coreografías entre múltiples bailarines y puede coordinarse aún más con el
arreglo de percusión que lo acompaña. La danza Ote'a transmite mucha
fuerza y energía y se caracteriza por los rápidos movimientos de cadera que
realiza la bailarina a gran velocidad siguiendo el ritmo de la percusión o el
rápido movimiento de rodillas en el caso de los bailarines. Esta danza es
bailada tanto por hombres (‘Ote’a Tane) como por mujeres (‘Ote’a Vahine), así
como por grupos mixtos (‘Ote’a Amui) siendo bien diferenciados los movimientos
de cada uno pero siempre siguiendo el ritmo de los tambores.
El baile es
solo con música (batería) a un ritmo rápido y sin canto. Originariamente esta
danza era bailada en diferentes ocasiones y momentos del día tanto para orar,
como para explicar historias ya que estaba ligada a todos los aspectos
cotidianos de la vida del pueblo tahitiano, sus instrumentos eran tambores
primitivos y conchas del mar que poco a poco fueron evolucionando hasta llegar
a los tambores utilizados actualmente llamados to'ere. Este instrumento se
trata de un tronco ahuecado que emana sonidos graves y agudos dependiendo de la
profundidad del hueco, y que es golpeado por uno o dos palos.. Otros tipos de
tambores que acompañan el baile pueden incluir el pahu (antiguo tambor
tahitiano de pie cubierto con una piel de tiburón y golpeado por las manos o
con palos) tocado a un ritmo más lento, o el tambor faʻatʻtē más pequeño. Las
oteas tienen ritmos específicos que aún en la actualidad carecen de notas
musicales, pasan de generación en generación de oído empíricamente. El ʻōteʻa
es uno de los pocos bailes que ya existía en tiempos preeuropeos como un baile
masculino. (El Hura vernáculo tahitiano para Hula), un baile para
mujeres, por otro lado, ha desaparecido, y del mismo modo se ha ido el baile de
la pareja ʻUpaʻUpa pero que puede haber resurgido como el Tāmūrē).
Los bailarines del ʻōteʻa hacen gestos recreando las ocupaciones cotidianas de la
vida. Para los hombres, los temas gestuales se pueden elegir entre la guerra o
la navegación, y luego pueden usar lanzas o remos. Para las mujeres, los temas
gestuales suelen estar más cercanos del hogar o de la naturaleza: gestos con
las manos que sugieren peinarse, o el vuelo de una mariposa. Se han adoptado temas
más elaborados; por ejemplo uno donde los bailarines terminan en un mapa de
Tahití, destacando lugares importantes. En un correcto ʻōteʻa, la historia del
tema debe impregnar todo el baile. Los disfraces son extremadamente elaborados,
típicamente incorporan faldas largas de fibra vegetal, con cinturones con
borlas que acentúan el movimiento de la cadera, pueden incluir tocados
decorados y pueden coordinarse con los colores de los bailarines de la
compañía.
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