Para quienes
no somos músicos académicos sino espectadores aficionados, la tonalidad ha sido
nuestra fiel compañera desde la música Barroca hasta el post romanticismo
académico occidental pasando por la música popular y folclórica. A pesar que la
forma de combinar sonidos es infinita, nos hemos acostumbrado durante siglos a
muy pocas maneras de aceptar la música y, al igual que en muchas otras áreas
del conocimiento humano, se había borrado de un plumazo, las formas antiguas y
no occidentales, como la música de la India, de África, de los pueblos
originarios de América y de Oriente.
Nuestra música se construyó sobre la base
de la escala diatónica de siete notas, ya fuese en sus modos mayor o menor, lo
que permitía a los compositores expresar estados de paz o alegría, modo mayor,
o tristeza, modo menor, con la armonía y la melodía girando alrededor del tono
principal. Esta música era, y sigue siendo, comprensible y agradable al oído y
a la psique. Sin embargo, a los músicos de comienzos del siglo XX no les
interesaba en absoluto seguir siendo agradables por lo que se necesitaban
nuevos modos de expresión. El miedo, la angustia, el vacío, e incluso lo
definitivamente incomprensible, eran estados del alma para los cuales la
tradición tonal era insuficiente, de modo que el arte de combinar los sonidos
recibió un impacto renovador. Adelantándose varias décadas, Richard
Wagner, decidió utilizar todos los sonidos de la escala cromática
occidental para las melodías y armonías de su ópera "Tristán e Isolda";
de modo que la paleta musical ya no poseía sólo 7 u 8 colores, sino 12 que
podían ser combinados de infinitas maneras, incluidas aquellas que no resultaban
comprensibles o agradables. Fue Richard Strauss quién continuó las
ideas de Wagner, y en su ópera "Salomé" de 1905,
llevó el cromatismo al extremo con el consiguiente disgusto de los
conservadores y el gran público.
La Moderna
Escuela de Viena (Neue Wiener Schule) surgió en la
primera mitad del siglo XX liderados por Arnold Schönberg y sus alumnos en
Viena. Fueron los primeros que emplearon la atonalidad y luego el dodecafonismo
en la música occidental. Los principales miembros de la Escuela, además de Schoenberg,
fueron Alban Berg y Anton Webern (la Trinidad
Vienesa). La lista puede incluir también a Wellesz, Jalowetz,
Horwitz,
Stein
e incluso Skalkottas. El trío principal tuvo diversos tipos de
relaciones, no siempre tersas, y algunas inquietudes estéticas comunes, como la
investigación de la atonalidad y la dodecafonía, que son elementos que suelen
definir a esta escuela. Las primeras composiciones de Schoenberg (quien fue
básicamente autodidacta) y las de sus alumnos estuvieron influidas por el
romanticismo en boga (Schumann, Wagner, Brahms,
Mahler),
música con un fuerte cromatismo. Schoenberg comenzó a experimentar
con el abandono de las reglas de la tonalidad al tiempo en que entró en
contacto con sus alumnos. Para 1908, todos componían obras en atonalidad o
tonalidad libre, en un estilo expresionista. Cuando Schoenberg descubrió en
1923 la técnica dodecafónica y la comenzó a usar en su música, la anunció a sus
discípulos quienes comenzaron a usarla, cada uno dentro de su propio estilo. Si
bien Schoenberg era un maestro
bastante tradicional y conservador, sus alumnos supieron imprimir a sus músicas
su propia personalidad e incluso tomar licencias de las reglas que había creado
el maestro. Desde 1910 hasta el ascenso del nazismo, la Segunda Escuela Vienesa
fue uno de los representantes de las vanguardias artísticas europeas,
marcadamente opuesta al neoclasicismo cuyos líderes principales fueron Ígor
Stravinski y Les Six de Francia. Con el ascenso
del nazismo, Schoenberg, que era judío, se vio obligado a exiliarse y
abandonó Alemania. Sus discípulos se quedaron en Austria, pero pasaron penurias
económicas por la censura que les impuso el gobierno por considerar a su arte
como Música
Degenerada, con lo que el grupo quedó truncado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario