Al son de
tambores, flautas, armónicas y cantos, el pueblo indígena kamsá empieza a
desfilar por las calles de Sibundoy, Putumayo (Colombia). Entre máscaras
talladas en madera y trajes típicos de variados colores, unos bailan, otros
cantan, se abrazan e incluso lloran. El Bëtsknaté, ‘El gran día‘, inicia muy
temprano, pero se viene preparando desde tiempo atrás. Más exactamente desde el
2 de noviembre, fecha en la que los kamsá realizan ofrendas a los seres
queridos que ya no los acompañan, y desde la cual planifican la celebración que
tiene lugar el lunes previo al miércoles de ceniza. Ese día todos son
bienvenidos: kamsás y no kamsá. En todos los hogares reparten sopa de mute y
chicha a los visitantes.
A las nueve de la mañana las principales autoridades kamsá se reúnen en la vereda Sagrado Corazón de Jesús, se saludan unos con otros mostrándose respeto, gratitud y aprecio, y al poco tiempo toman camino a la Plaza Central de Sibundoy, más exactamente a la Catedral San Pablo. El trayecto empieza con aproximadamente 50 personas, pero más personas se suman al recorrido cuadra a cuadra. Poco a poco, se comienza a formar un río de gente del pueblo kamsá Biyá y algunos curiosos y visitantes que caminan en medio de los bailes y los abrazos. En esa gran procesión se distinguen algunos personajes. El Matachín, el primero del desfile, el que guía e invita a las personas y se distingue por su máscara roja y su corona de plumas de aves silvestres. Los bandereros, como su nombre lo indica, ondean grandes banderas. También se unen la esposa y las tías del gobernador de turno, quienes llevan una imagen de la Virgen de las Lajas. Por otro lado, con sus características máscaras negras, aparecen los Sanjuanes. Estos representan el inconformismo por la evangelización de su pueblo y los atropellos sufridos por los colonos. Y por último, los Saraguayes, quienes simbolizan el cambio del indígena por medio del evangelio, tienen gorros en forma de caja, pantalones blancos y un cinturón rojo.
A las nueve de la mañana las principales autoridades kamsá se reúnen en la vereda Sagrado Corazón de Jesús, se saludan unos con otros mostrándose respeto, gratitud y aprecio, y al poco tiempo toman camino a la Plaza Central de Sibundoy, más exactamente a la Catedral San Pablo. El trayecto empieza con aproximadamente 50 personas, pero más personas se suman al recorrido cuadra a cuadra. Poco a poco, se comienza a formar un río de gente del pueblo kamsá Biyá y algunos curiosos y visitantes que caminan en medio de los bailes y los abrazos. En esa gran procesión se distinguen algunos personajes. El Matachín, el primero del desfile, el que guía e invita a las personas y se distingue por su máscara roja y su corona de plumas de aves silvestres. Los bandereros, como su nombre lo indica, ondean grandes banderas. También se unen la esposa y las tías del gobernador de turno, quienes llevan una imagen de la Virgen de las Lajas. Por otro lado, con sus características máscaras negras, aparecen los Sanjuanes. Estos representan el inconformismo por la evangelización de su pueblo y los atropellos sufridos por los colonos. Y por último, los Saraguayes, quienes simbolizan el cambio del indígena por medio del evangelio, tienen gorros en forma de caja, pantalones blancos y un cinturón rojo.
La caminata
multitudinaria es acompañada de danzas y el sonido de tambores, flautas,
armónicas y collares de semillas que retumban hasta llegar al parque principal
de Sibundoy, en donde se bendicen las varas de mando de las autoridades
indígenas. Como parte de esta celebración también se lleva a cabo la Ceremonia
de las Flores, un acto en el que se rinde un homenaje a los dirigentes
y personas destacadas de la comunidad con adornos florales que se consideran
símbolos de la renovación de los votos para la convivencia entre los dos
pueblos. Al del mediodía, una vez llegados a la Catedral San Pablo, las
autoridades indígenas se reúnen con el párroco. Todo el pueblo Kamsá ingresa a
la iglesia en medio de cantos y tambores, pero dispuestos a escuchar la eucaristía.
Para muchos el Bëtsknaté es el Carnaval del Perdón, y aunque este
significado parte de la interpretación hecha por los colonos, el perdón sí es
una parte importante de las fiestas. Una vez acabada la eucaristía, los bailes
continúan. Algunas personas se arrodillan frente a otras pidiendo excusas por
algún agravio causado. Algunos ríen y celebran, otros lloran extrañando seres
queridos. La ceremonia formal finaliza con uno de los momentos más llamativos y
con mayor simbolismo es el San Juan, en el que un gallo –colgado de cabeza
sobre una estructura gigantesca hecha en madera y palma, parecida a un
castillo– es sacrificado por los sanjuanes, personas seleccionadas por la misma
comunidad. Con este ritual se busca evitar futuros enfrentamientos entre los miembros
de las etnias que participan. Para muchos indígenas esto representa la muerte
de los colonos, paso a paso, con los mismos engaños y agravios que ellos
sufrieron. El Bëtsknaté, puede seguir varios días en reencuentro de
familiares y seres queridos. El pueblo de Sibundoy, que se resiste a las
influencias del nuevo mundo, se está posicionando como un auténtico atractivo
cultural representado en un carnaval de tanto contenido folclórico y autóctono
que ya es agendado por cientos de turistas que en febrero eligen como destino
este maravilloso rincón de Colombia.
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