Las Marchas Entre Sambre y Meuse son un componente importante de la
identidad cultural de la región del mismo nombre, situada entre los ríos Sambre
y Mosa, en la región de de Valonia (Bélgica). Conmemoran la dedicación de las
iglesias en muchos pueblos y pequeñas ciudades en honor s un Santo patrón que
intercedió milagrosamente en nombre de la comunidad. Por ejemplo, muchas
marchas se dedican a San Roque (Thuin, Ham-sur-Heure, Châtelet, Acoz...), que
habría intercedido a favor de las personas en las plagas del siglo XVII. Las
ciudades y pueblos enteros, en compañías organizadas al estilo militar,
vestidos con uniformes militares, se reúnen en una o más compañías que escoltan
a la procesión religiosa. Cada compañía está dirigida por un comité que
organiza y mantiene al grupo. El origen de las escoltas armadas que acompañan
las procesiones, es esencialmente secular. Estas escoltas armadas son herederas
de las milicias urbanas y rurales que debían proteger a las ciudades y pueblos.
Esas milicias también hacían los honores durante los eventos importantes que
tenían lugar en sus comunidades. Con el tiempo, esas milicias desaparecieron y
su lugar fue ocupado por las compañías de carácter más popular. Estos grupos
perpetuaron las tradiciones de aspecto militar que mantienen las escoltas, así
como el equipamiento de sus uniformes (del Primer y Segundo Imperio y la
Guardia Civil de Bélgica). También mantuvieron las armas de fuego. Desde la
década de 1960 comenzaron a utilizar uniformes reproducidos o inspirados en los
del ejército del Primer Imperio.
Aunque sujetas a diferentes variantes, el orden de las procesiones tiene
características comunes en todos los pueblos. La procesión está encabezada por
un grupo de hombres ataviados con uniformes de zapadores, reconocibles por
llevar un delantal blanco (de tela o cuero) y por no portar armas, sino un
hacha. Luego viene la batería. Esta falange musical consta de pífanos (flautas)
y tambores con los que realizan melodías tradicionales. La batería a veces se
acompaña por una banda de música. Luego siguen los oficiales montados, cuyo
número puede variar. Son ellos los que, en general, controlan las salvas. A
continuación siguen la bandera y su escolta, en su mayoría compuesta por niños
pequeños uniformados, seguidos por los pelotones de tiradores, quienes pueden
llevar uniformes de infantería, granaderos, etc. Su función principal es la de
disparar los cañones en honor al santo o personalidad a la que se dedica la procesión.
El clero y los peregrinos cierran la marcha. En algunos pueblos se incorpora un
pelotón de caballería, que se ubica delante de la marcha. La rotura de los
vasos es una ceremonia tradicional. Cualquiera sea su forma, es un compromiso
personal de cada funcionario, de esforzarse por mantener las tradiciones. Con
la asistencia de muchos de los participantes de la marcha, el alcalde y los
concejales, cada oficial levanta su vaso de cerveza, lo vacía de un trago y lo
arroja violentamente a sus pies. Cuando el cristal se rompe, el aplauso de la
audiencia y el redoble de tambores, saludan a su compromiso. Esto es
considerado muy importante tanto así que ya en los estatutos de 1894 menciona,
que quien luego de cumplir la ceremonia de rotura de los vasos no cumpliera con
el compromiso contraído, sería considerado como desleal y perdería la confianza
del grupo.
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