La Kullawada
es una de las principales expresiones coreográficas aimaras. La misma
representa a los hilanderos y tejedores que volvían de las grandes ceremonias
religiosas, convirtiendo en "caito" el producto de la lana, que les
era distribuida como un don de los dioses, extraída de los animales
sacrificados. Tiene como lugar de origen las poblaciones cercanas al lago
Titicaca, y representa la importancia que tienen los textiles andinos como
actividad laboral en la economía en la cultura Aimara.
Esta danza rememora el pasado del pueblo colla, sus creaciones y mitos. Su creación se remonta al período precolombino y está vinculada a la actividad del tejido, labor que era practicada tanto por hombres como por mujeres. Como símbolo de ello, los bailarines llevan una rueca de madera en sus manos. Existen otras descripciones de esta danza, que relacionan el nombre Kullawada con "Kullawa", un personaje mítico que curaba enfermedades. La historia de la Kullawada comenzó en la época prehispánica y continúa hasta nuestros días. En la antigüedad, era una danza que brindaba status, ya que la practicaban solamente los más importantes miembros del Collasuyo, el mayor y el más austral de los suyos del Imperio Inca. Posteriormente fue adaptada durante la época de la colonia y readaptada en años recientes, sin que en esos procesos haya perdido su relación directa con los tejedores aimaras y quechuas. Prueba de ello es la rueca (kapu en aimara, pushka en quechua), que portan los bailarines. Se trata de una danza ágil y plástica, con una coreografía de pasos dobles y rápidos.
Esta danza rememora el pasado del pueblo colla, sus creaciones y mitos. Su creación se remonta al período precolombino y está vinculada a la actividad del tejido, labor que era practicada tanto por hombres como por mujeres. Como símbolo de ello, los bailarines llevan una rueca de madera en sus manos. Existen otras descripciones de esta danza, que relacionan el nombre Kullawada con "Kullawa", un personaje mítico que curaba enfermedades. La historia de la Kullawada comenzó en la época prehispánica y continúa hasta nuestros días. En la antigüedad, era una danza que brindaba status, ya que la practicaban solamente los más importantes miembros del Collasuyo, el mayor y el más austral de los suyos del Imperio Inca. Posteriormente fue adaptada durante la época de la colonia y readaptada en años recientes, sin que en esos procesos haya perdido su relación directa con los tejedores aimaras y quechuas. Prueba de ello es la rueca (kapu en aimara, pushka en quechua), que portan los bailarines. Se trata de una danza ágil y plástica, con una coreografía de pasos dobles y rápidos.
La Kullawada
se baila en parejas, formando dos filas centrales de mujeres custodiadas por
los hombres. La tropa de kallawas es dirigida por el waphuri, guía de los hilanderos
que al grito de “waphuri”, hace cambiar la figura en la coreografía. Como jefe,
lleva una careta de yeso, cuyas facciones revelan los rasgos de mestizaje del
baile. Además un traje ostentoso y una gran rueca. Otro personaje importante de
esta danza es la Awila, que es un ser jocoso, un hombre vestido de mujer que
carga una muñeca de trapo en la espalda. El traje de la Kullawada es uno de los
más elegantes y lujosos de las danzas bolivianas; los sombreros llevan perlas
bordadas y un ponchillo con plata antigua. Los hombres llevan un disfraz que
incluye: camisa de bayeta o popelina de color, un pantalón corto, un ponchillo
azul y rojo con flecos dorados bordados con los mismos elementos de las
monteras y adornados con placas circulares que representan la platería antigua,
una faja de monedas doradas, sobre la espalda bolsas bordadas con monedas de
plata; cruzan su cuerpo con una soga; y como complemento perfecto, llevan en la
cabeza un sombrero de copa redonda ricamente adornado. A la vez del sombrero,
las mujeres visten polleras, denominadas urkhu, pechera bordada, en los hombros
una pequeña manta bordada, de su cintura cuelgan monederos (bolsas largas de
lana) en las que están cosidas monedas, además llevan anillos en todos los dedos
y largos pendientes. Hombres y mujeres llevan el mismo sombrero (kh'ara)
decorado con bordados en pedrería y flequillos de perlas de fantasía.
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