El Biguine surgió en las Antillas Francesas
después de la abolición de la esclavitud en 1848 y poco a poco sustituyó a la
música autorizada para los esclavos. El lugar de origen fue la ciudad de Saint
Pierre, donde reinaba entonces una intensa vida cultural.
El Biguine animaba
los bailes y también los suntuosos carnavales de Saint Pierre. Las orquestas
estaban formadas por clarinetes, banjos y tambores, que más adelante fueron
sustituidos por baterías. Se desarrolló en tres estilos distintos: el Biguine
de Salón, el Biguine de Baile y el Biguine de Calle. Por falta de
reconocimiento en las islas, muchos artistas antillanos emigraron a París. En
la Exposición Colonial de París de 1931, con artistas como Alexandre Stellio o Sam
Castendet, le dieron muchos éxitos al Biguine. En 1935, durante los
festejos del Tricentenario de la Anexión de las Antillas Francesas, la orquesta
de Alexandre Stellio tocó en la Ópera Garnier delante del Presidente de la
República Albert Lebrun, lo que le otorgó gran prestigio al Biguine. El género
suscitó gran interés en Francia en los años 30 hasta comienzos de la Segunda
Guerra Mundial. Durante el período de ocupación nazi, no fue un tiempo propicio
para la expresión de los artistas antillanos. Sin embargo, una vez finalizada
la guerra y hasta la década de los 60, el Biguine vivió una segunda etapa de
popularidad en Francia.
Su renombré declinó hacia la década del 70 con la
llegada de ritmos cubanos y sobre todo haitianos como el Kompa. El Biguine
posee muchas características comunes con el Jazz y que pudieron influir en su
desarrollo. Esto explica que a su llegada a París muchos músicos antillanos
integraron sin dificultades al Jazz a su repertorio. Al Livrat, compositor e
instrumentista de Guadalupe, no dejó de inventar nuevos ritmos inspirándose en
el Biguine. Así creó el Biguine Wabap en los años 50, el Kalengué
en los años 60, y el Biguine-Ka, mezcla de Biguine y
Mazurca, en los años 70. Hoy en día el Biguine ya no tiene el mismo renombre
fuera de las Antillas Francesas, pero sigue siendo un estilo respetado y
prestigioso en las islas. En una sociedad en perpetuo movimiento cultural,
numerosos artistas lo actualizan dándole nuevas sonoridades. Sin embargo,
frecuentemente se lo interpreta en los bailes como se lo hacía en la Edad de
Oro del género. El grupo Malavoi es una referencia entre los
músicos actuales inspirados por el Biguine, dándoles un lugar de preponderancia
a los instrumentos de cuerda. Guy Vadeleux y Gisèle Baka también se
citan entre los artistas actuales que entregan una música cercana al Biguine de
antaño. En danza, el ballet Pomme-Cannelle se forjó un nombre
mundial con un espectáculo en el que presentaban al Biguine con autenticidad,
tanto en las vestimentas como en los pasos. A nivel cinematográfico, la
película Biguine, con Micheline Mona y Max
Télephe, describe la epopeya de dos músicos del género. La banda
sonora, interpretada por Micheline Mona, contiene alguna de las canciones más
famosas del Biguine. Esta música antillana se encuentra presente en todas las
manifestaciones culturales organizadas por los ayuntamientos, acercando esta
tradición a las nuevas generaciones.
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