miércoles, 2 de abril de 2025

Músicos de Malvinas

 

 

Desde el 2 de abril de 1982, los vientos de la guerra soplaron nuevamente y acercaron sus ecos. Las viejas y nuevas canciones fueron un anticipo literario de la lucha física contra el antiguo enemigo británico. Las palabras también significaron el aliento fraterno y la consigna atenta en el momento de los alistamientos y la partida. El conjunto del cancionero se constituyó como un recordatorio de los deberes del soldado. En sus líneas, vivía lo simbólico y lo corpóreo de la Patria.

Todos las cantaron, tanto infantes de Marina y los del Ejército como los comandos y los valientes artilleros, los resonantes Halcones y los náufragos del Belgrano. Cantaron en la vigilia y en el combate, cuyos lemas exigían no ceder ni al miedo ni al constante bombardeo. Empuñaban el arma, expectantes, con un espíritu dispuesto a resistir el asalto definitivo.

Muchos soldados murieron con canciones en los labios. Otros fueron hechos prisioneros y el canto vehiculizó rebeldías pendientes. Sin pedir permisos, se animaron en medio de la desazón general y recuperaron voces y sueños.

 

La Guerra de Malvinas marcó la vida de cientos de jóvenes argentinos, hoy convertidos en adultos. Uno de ellos es Fabio Santana, oriundo de Ciudad Madero, quien desde chico tenía afinidad por el canto. Sin embargo, el llamado a combatir cambió el rumbo de su vida.

Fue recién a los 35 años de edad que retomó sus clases de canto de manera profesional. “En 2012 tuve un punto de inflexión en mi carrera artística porque participé en el programa Soñando por Cantar, me di cuenta de que podía cantar y ‘malvinizar’, así encontré mi lugar en el mundo artístico”, aseguró. También, fue invitado a otros eventos para que entone el Himno Nacional, como en un partido de la Copa Davis en 2011.

Para el 2 de abril de 1982, Santana era un adolescente con sueños y tuvo bien en claro defender al territorio nacional. Aterrizó en Puerto Argentino, se dirigió a Wireless Ridge, donde hizo base junto a sus compañeros, y combatió como Soldado Conscripto Clase 1962 con la Compañía de Ingenieros Mecanizada N° 10, en apoyo al Regimiento de Infantería Mecanizado N° 7 de La Plata, en Monte Longdon.

El 14 de junio de 1982 finalizó la Guerra, pero Santana quedó como prisionero en el Aeropuerto de Puerto Argentino y volvió cinco días después.

Junto a su compañero de banda Raíz Soberana, Daniel Argañaraz, realizarán un tour por varias ciudades del país. “Este proyecto se llama Un Canto por Malvinas 40 años y recibimos el apoyo de la Secretaría de Cultura nacional. Estamos muy contentos porque estamos con mucho trabajo y ya tenemos conciertos pactados hasta el 20 de noviembre”, indicó.

 

El 14 de junio de 1982 Argentina se rindió ante las fuerzas británicas después de 74 días de duro combate en las Islas Malvinas. Sergio Vainroj cayó prisionero de los ingleses, como otros tantos soldados que lograron sobrevivir al fuego, el hambre y el frío en el fin del mundo. A los 14 años había ingresado al conservatorio de Morón; cuando tuvo que “hacer la colimba” ya tocaba el piano y la flauta y soñaba con vivir de la música. Fue por esa necesidad de interpretar, de poner sus dedos en el teclado después de más de dos meses de abstinencia, que no dudó de pedir el piano en el Canberra, el buque inglés que trasportó a los presos argentinos y ejecutó el Himno Nacional ante el ejército victorioso. Ahora, a 43 años de la guerra y con 60 años, el devenido compositor y profesor recuerda ese episodio como una síntesis de este amor por la música, un sentimiento que, asegura, lo empujó a combatir el frío impiadoso, el hambre prolongada y el terror a la muerte propia y ajena. Y también, lo animó a escribir el primer Tango dedicado a los héroes de Malvinas.

Los primeros de los 64 días que pasó en Malvinas, junto a sus compañeros buscaron posición hasta hallar un punto definitivo desde donde esperar el ataque inglés. “Me pedían temas musicales y yo los tocaba con la flauta dulce. Después, cuando empezó la guerra, no pude tocar música obviamente, había que estar alerta todo el tiempo”, advirtió. Para el ex combatiente, esa pasión estudiada y practicada por tantos años, fue su recurso máximo: “La música jugó un papel muy importante para mí en cuanto a la supervivencia porque era una manera de tener fe. La música siempre suena en mi cabeza y siempre es un deseo producirla, esto me mantuvo de alguna manera a salvo”, contempló.

Una especie de angustia eufórica que pudo resumir en recuerdo. “Fue una situación muy especial con un compañero llamado Carlos Sabin, ya fallecido. Los dos estábamos a una distancia de 100 metros, haciendo una guardia en medio de bombardeos y nos hicimos señas para encontrarnos en el medio de esos 100 metros. Cuando nos encontramos nos dimos un abrazo y empezamos a cantar el tango 'Mi Buenos Aires querido' y fue una forma, no sé quizá nerviosa, quizás histérica de superar el miedo. Si teníamos que morir que fuese cantando, De esa manera manejamos aquella vez el miedo”, destacó.

“Durante y después de la guerra se escribieron temas musicales de distintos géneros: Rock, folklore litoraleño, Chamamés muy lindos a los soldados correntinos y Zambas. Pero a mí me llamaba la atención que no hubiese un Tango, género embajador ante el mundo”, manifestó. Entre 2013 y 2014 muchos de sus compañeros de combate regresaron a las islas a cerrar heridas; Sergio optó por “viajar con la imaginación” y escribir “Soldado bueno”. El Tango fue tocado por primera vez el 7 de abril de 2017 en el Congreso de la Nación, en el Salón de los Pasos Perdidos.

 

En plena adolescencia Darío Volonté entró a una pescadería acompañado por su mamá y se encontró con un cartel de la Armada Argentina que invitaba a los jóvenes a unirse a la Fuerza. No lo dudó, no por vocación, sino porque consideró que se trataba de una oportunidad para trabajar y formarse al mismo tiempo. Se hizo maquinista naval y, en 1982, lo destinaron al crucero ARA General Belgrano, hundido durante la guerra de Malvinas. Sobrevivió, regresó y salió en busca de nuevas oportunidades.

Mientras trabajaba como fletero, se unió al coro de la Iglesia. Su voz llegó a los oídos del barítono José Crea, un veterano de la Segunda Guerra Mundial, quien confió en su potencial y accedió a colaborar en su formación artística. Se aferró a esa nueva oportunidad que le daba la vida y logró cantar “Tosca” en el teatro Ópera. Desde entonces, pasó por muchos de los escenarios más importantes del mundo. En Argentina, por ejemplo, se convirtió en el único artista de la historia del Colón en haber realizado dos bises.

Volonté tiene medallas y diplomas, pero no está afiliado a ninguna entidad. “Tal vez la muerte de mi padre, cuando era muy chico, me creó ese instinto de que todo lo que no consiguiera yo, no me lo iba a regalar nadie. Para mí la guerra se terminó, y se terminó. Tuve la suerte de que no me afectó, como a tantos otros. Eso me hace valorar la vida. El destino es inescrutable, como dijo Borges; unos tienen una aventura y otros una desventura. Miro las cosas con equilibrio y disfruto cada una. Como dicen los chinos, lo único que existe es el presente. El pasado se fue y el futuro no llegó, ¿para qué preocuparse?”, pregunta.

Siempre menciona a Carlos Humeroti y a Guigui Gallardo. También está José Crea, un veterano de la Segunda Guerra Mundial, cantante del Colón, que me enseñó canto y nunca me cobró ni un centavo. Más tarde conoció a Alfredo Estrafada, en Europa, quien fue su primer agente y representante artístico. Evidentemente, cuando perdió a su padre biológico, aparecieron otros que cumplieron ese rol. De cada situación hay que tratar de sacar lo más positivo.

 

La Secretaría de Cultura del Gobierno de La Pampa presentó el próximo concierto de la presente temporada de la Banda Sinfónica de La Pampa. En esa oportunidad, se homenajeó a Raúl Pérez, quien fuera músico de la planta estable del organismo hasta su jubilación y ex - combatiente de Malvinas.

Presidido por la secretaria de Cultura, Adriana Maggio, y el director de la Banda Sinfónica, “Muchi” Gerez, fue “un acto muy emotivo en el que Raúl se mostró emocionado, acompañado por sus compañeros de la Banda Sinfónica y su esposa Mónica. También se acercó para compartir este momento Rolando Contreras, presidente del Centro de Veteranos de Guerra de Malvinas”, indicaron desde Cultura.

Maggio habló de lo que significa “malvinizar”, así como también subrayó, agradeció y exaltó el coraje de los combatientes. Para la ocasión se presentó -y se le entregó a Raúl copia de la partitura- una obra original para banda sinfónica del compositor del cuerpo estable Guillermo Schiavi Gon, en la que Rául fue la fuente de inspiración.

Paz para el dolor de 1982” es una obra original para banda sinfónica, dedicada a los ex combatientes de la guerra de Malvinas, donde todas las voces son una alabanza al espíritu eterno, como un canto coral sentido, un agradecer; un reconocer y para estar en paz con uno y con el otro, queriendo alivianar, aunque sea un poco ese dolor. Esta obra es un canto ancestral al espíritu para la paz.

 

El veterano de guerra Ramón Eusebio Ortigoza, destinado en el Regimiento de Infantería 12 con el grado de sargento, nació en Mercedes, provincia de Corrientes, el 4 de noviembre de 1955. Se incorporó al Ejército Argentino como Voluntario Músico en el Regimiento de Infantería 12. Posteriormente ingresó como Aspirante a la Escuela de los Servicios para Apoyo de Combate General Lemos.

Su primer destino como suboficial músico fue el Batallón de Comunicaciones de Comando 121, entonces en Rosario. En 1978 regresó a Mercedes, nuevamente al Regimiento 12 y, finalizado el Conflicto del Atlántico Sur, le dieron el pase al Grupo de Artillería 7, en la provincia de Chaco. Allí, con el grado de Suboficial Principal, finalizó su carrera militar.

En 1982, cuando supo que el Regimiento partía a las Islas, le pidió al Jefe de Unidad que me incluyese entre quienes habrían de ir a la guerra.

Entre tantos voluntarios, fue elegido y, hasta el día de hoy lo recuerda cuando me dijo - “Prepárate Ortigoza, porque nos vamos a Malvinas”.

Ya en las Islas, el 10 de abril, le tocó izar la bandera en Puerto Argentino con su trompeta.

De esa trompeta surgieron melodías de Jazz, de Cumbia, de Chamamé. Con el instrumento alegraba las reuniones de sus camaradas en las posiciones. Hacía los toques que ordenaban las actividades en Darwin: el desayuno, el rancho, reunión y otras.

Por ese entonces las familias de ingleses en Darwin estaban reunidas en la iglesia de Puerto Argentino, ya que los habían evacuado para preservarlos de los bombardeos. “Nuestro jefe, el Teniente Coronel Ítalo Piaggi me enviaba a tocar en sus reuniones, cuando había algún cumpleaños o festividad. Además, carneaba ovejas para ellos. En alguna oportunidad cuidé sus ovejas y ayudé en el arreglo de los corrales. Conmigo siempre fueron muy amables por mi música y mi colaboración con sus manadas.

También debí rendir honores con mi trompeta, en el sepelio del Teniente Nick Taylor, derribado su avión por nuestra artillería antiaérea. Hice para él un sentido Toque de Silencio”.

“Al llegar el momento de la rendición, mis compañeros infantes quitaban los cerrojos de sus fusiles e inutilizaban sus armas. Yo desarmé los pistones y las bombas de mi trompeta, la aplasté con una piedra y las arrojé al mar en Puerto Darwin. No iba a permitir que se la llevase como botín de guerra. Era la trompeta de un soldado argentino y tenía que quedar en territorio argentino”.

 

El viernes 26 de marzo de 1982 en la sala de situación del Regimiento de Infantería 25 los oficiales se enteraron, de boca de su jefe, el coronel Mohamed Seineldín, de la operación de recuperación de las Islas Malvinas. Y cuando se armó la Compañía C que participaría en el desembarco, Seineldín, muy afecto a la simbología militar, no solo ordenó a sus oficiales que incluyeran sus sables en el equipo, sino que además se incorporase un trompeta de órdenes. Así fue como el cabo primero músico Omar René Tabarez, un entrerriano de 19 años, fue a Malvinas, y protagonizaría una historia que terminaría veinte años después.

Tabarez es clase 62. Nació en Concepción del Uruguay, donde aún está radicada gran parte de su familia. Su madre Noir vive y su padre, Antonio, fallecido en el 2007, trabajaba en el frigorífico Swift en esa ciudad.

Desde chico, a Omar le gustaba la música. Y cuando contaba con 15 años por medio de un conocido ingresó a la banda del entonces Batallón de Ingenieros de Combate 121, con asiento en su ciudad natal. De ahí lo mandaron a estudiar música a la Escuela de Suboficiales General Lemos.

Nunca había podido tener un instrumento propio. Y cuando había juntado sus ahorros para comprarse una trompeta, su abuelo murió y su familia no tenía el dinero para el entierro. Cuando el destino iba a ser la fosa común, Omar no lo dudó y destinó sus ahorros a la memoria de su abuelo.

En 1982, Tabarez integraba la banda del Regimiento 25, en Colonia Sarmiento, Chubut. El 1º de abril viajó, incorporado a la Compañía de Servicios, en apoyo a una sección de Tiradores, hacia Comodoro Rivadavia. Y de ahí a las islas.

Su debut como trompeta fue apenas la bandera argentina volvió a flamear en las islas. Tocó, en inmediaciones del aeropuerto, la Diana de gloria, que simboliza una expresión de júbilo.

En los primeros días, sus órdenes eran ir a primera hora del día a la casa del gobernador, izar la bandera argentina y realizar el toque reglamentario. Por la tarde, debía arriar el pabellón y nuevamente el toque reglamentario. “La bandera debía dormir conmigo”, señala.

Cuando se firmó la rendición, Tabarez fue embarcado en el buque inglés Norland. Le tocó a un joven escocés de veinte años revisarlo. Le llamó la atención el estuche que Tabarez llevaba bajo el brazo. Al comprobar que era una trompeta, el soldado preguntó a su superior qué debía hacer. Y le ordenaron que se la quede como trofeo de guerra. Y así Tabarez se separó de su trompeta.

El escocés que a desgano se había llevado el instrumento se llama Tony Banks. Integraba el Regimiento 2 de Paracaidistas, que fue el primero en desembarcar. Con los años, Banks se transformó en un importante empresario de la construcción. Había dejado la milicia atrás pero no los fantasmas de la guerra. Tenía una obsesión: debía devolver la trompeta a su verdadero dueño.

En mayo del 2010 Tabarez recibió una sorprendente llamada de que deseaban devolverle la trompeta en Argentina.

 

 

Fuentes:

 

• Colegiomilitar.mil.ar

• Rosario3.com

• El1digital.com.ar

• Infobae.com

• Laarena.com.ar

• Alvearya.com.ar

• Infobae.com

 












































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