Juan Gelman inventó un tono porteño, distinto de otros tonos porteños anteriores –el de Baldomero Fernández Moreno, el de Jorge Luis Borges, el de Raúl González Tuñón, el de Horacio Rega Molina, el de Nicolás Olivari, el de César Fernández Moreno, el de Joaquín O. Giannuzzi– y lo hizo en un momento en que Buenos Aires y acaso la Argentina reclamaban precisamente eso.
Como muchas otras cosas que le dieron
personalidad a este país, ese tono abreva en muchas fuentes y, como en el caso
de Roberto
Arlt, por ejemplo, no todas son locales. Y si bien es dable adivinar en
los primeros libros la impronta de Raúl González Tuñón, su mentor en “Violín
y otras cuestiones”, a partir de “Cólera buey” –un volumen armado
sobre la base de otros nueve inconclusos–, las torsiones a las que somete a la
lengua en el plano fonético, morfológico, sintáctico y, finalmente, semántico
dejan ver la poderosa sombra de César Vallejo. La poesía de Gelman
se volvería omnipresente en los primeros versos de la generación siguiente.
También se podría comprender cómo se vincula a la música, incluso antes de ser
música. Y a este respecto, hay al menos cuatro momentos a mencionar. Uno
importante, verdaderamente trascendente, que tiene que ver con la colaboración
que, durante veinte años, mantuvo con Juan “Tata” Cedrón y que se tradujo
en unas cincuenta canciones, muchas de ellas compuestas sobre poemas que
permanecen inéditos. Digamos que, más allá de los méritos de esa poesía muchas
veces melancólica, por momentos pudorosa y absolutamente porteña, que vino a
llenar el vacío que habían dejado los letristas tradicionales del Tango,
el trabajo de Cedrón hizo posible, primero en la Argentina y luego en el
exterior, que generaciones enteras supieran de la existencia de Gelman
y, a partir de las canciones, buscaran los libros del poeta. Esa colaboración,
que formaba parte del espíritu de la época –y que lamentablemente cesó cuando
las circunstancias llevaron a Gelman a cambiar de horizontes,
costumbres y amigos– incluye, por supuesto, a muchos otros nombres. Uno de
ellos es el de José Luis Mangieri, director de la Rosa Blindada, luego de
Libros de Tierra Firme, sellos en los que Gelman editó cuando era uno más
entre los muchos y extraordinarios creadores e intelectuales argentinos salidos
de esa izquierda, a la que después se llamó “campo popular”. Entonces, ¿quién
podía, en los años sesenta y setenta sustraerse a la emoción que despertaba la
voz del Tata cuando cantaba el poema del botánico Aimé Bonpland, o “Corajes”
que empezaba diciendo: “Es enorme la tristeza que un hombre y una mujer/ pueden
hacerse entre sí”? ¿Y quién no sintió un escalofrío oyendo al Cuarteto
Cedrón en la “Balada del hombre que se calló la boca”?
O en la “Cantata del gallo cantor” (con la participación de Paco
Ibáñez), o en “Suertes”.
De hecho, en los años en
que los libros de Gelman circulaban clandestinamente gracias a los buenos oficios
de Mangieri –editor que en dos ocasiones no dudó en hipotecar su casa para que “los
muchachos pudieran leerlo a Juancito”–, el Tata Cedrón cumplía idéntica función
con sus canciones que, como él suele recordar, ya no son ni de Gelman
ni suyas, sino de la gente. Hubo un segundo momento en que Gelman se alió a César
Stroscio, el antiguo bandoneonista del Cuarteto Cedrón, para
recitar sus poemas acompañado de música incidental. Y hubo también un tercer
momento, igualmente incidental, en el que Gelman colaboró con el también
bandoneonista Rodolfo Mederos. Ninguna de esas dos tentativas resulta hoy
memorable. Distinto es el cuarto momento, en el que Gelman retomó algo de la
vieja magia que tuvo con Cedrón y que concluyó en el disco y
espectáculo “Una manu tumó l’otra”, de la cantante Dina Rot, sobre los
poemas del volumen Dibaxu. Como en el periodismo importa lo urgente y no
necesariamente lo importante, vale la pena aprovechar este medio para recordar
una vez más la importancia de libros como “Cólera buey”, “Los poemas de Sidney
West” o “Fábulas”, dentro del marco de la tradición lírica argentina. Ahí, si
se permite, está todo lo mejor de Gelman, su gran voz. Luego, ésta es
también una buena excusa para recordar esos magníficos discos del Tata
Cedrón y, claro, al irremplazable José Luis Mangieri.
Fuente:
• Letras-uruguay.espaciolatino.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario