La danza del Laccio D'Amore tiene sus orígenes en la prehistoria, parte de una liturgia más amplia de veneración de las deidades arbóreas y propiciación de la fertilidad. Es una de las tradiciones populares más sentidas que marca los ritmos de la vida rural en la pequeña ciudad de Penna Sant'Andrea, enclavada en una colina empinada en el valle medio del Vomano, a medio camino entre el Adriático y la cadena del Gran Sasso, a través de las etapas más importantes como el primer amor, el compromiso y el matrimonio.
Entre los
numerosos bailes populares, el del Laccio D'Amore es sin duda el más
rico, desde el punto de vista escenográfico y de implicaciones simbólicas. Todo
se desarrolla en torno a un poste, simulacro del árbol y de la relación con el
mundo vegetal; las cintas de colores, signo tangible de la abundancia cromática
de la primavera, de la conexión indisoluble del hombre con la naturaleza de la
que depende, se entrelazan y disuelven como el pacto de amor, celebrado por la
danza circular y consagrado por la cadena, entrelaza y disuelve lazos cuando
una pareja se casa y promete renovar su unión todos los días. Como se desprende
de los profundos estudios del etnocoreólogo Giuseppe M. Gala, la Danza
de la Cinta es una forma de danza muy extendida en todo el continente
europeo, encontrándose también en algunas zonas del norte de África (Marruecos
y Argelia), en Bengala Occidental y en buena parte de América Latina (México,
Guatemala, Venezuela, Perú y Bolivia). En Europa la Danza de la Cinta está
atestiguada en Provenza con el nombre Danse des Cordelles, mientras que en
Borgoña, cerca de Mâcon, se utilizaba una danza similar llamada Danse
de Rubans; La misma danza estuvo muy extendida en Bélgica, Suecia,
Inglaterra, Rusia y España pero los testimonios más numerosos se refieren a la
zona alemana, donde todavía se practica en una gran zona de Baviera con el
nombre de Bandltanz. En Italia la Danza de la Cinta está presente en
la zona de Campania durante el período de carnaval ('ndrezzata, Palintrezzo,
Laccio
d'Amore), en Petralia Sottana en la provincia de Palermo (Danza
de la Cordella), en Piamonte (Bal do Saber); finalmente, único
caso en Abruzzo además del de Penna Sant'Andrea, el pole dance trenzado
sobrevive en Castiglione Messer Marino como rito carnavalesco itinerante (Baile
de la Novia).
La extraordinaria extensión geográfica de la danza
refuerza la hipótesis de su antigüedad; algunos estudios relacionan la danza
del entrelazamiento de las cintas con las danzas arbóreas practicadas en
relación al culto a los árboles, de origen neolítico y basadas en la evocación
de la fuerza vital y la fertilidad. Que la danza tiene funciones propiciatorias
lo demuestra el uso que todavía se hace de ella hoy en día en Penna
Sant'Andrea, donde el entrelazado de encajes de colores se realiza a menudo con
motivo de las bodas como deseo a los novios. Las hipótesis sobre los orígenes
de la danza en Penna Sant'Andrea son controvertidas: puede haber sido
introducida por algunos albañiles lombardos que trabajaron en la restauración
de la iglesia local de Santa Maria del Soccorso en el Renacimiento, o
introducida por los españoles y se extendió así a otras zonas del Reino de
Nápoles. También es posible que estas influencias se hayan injertado en una
tradición local, enriqueciéndola con nuevos elementos. El baile se abre con la
llegada de las parejas vestidas con trajes típicos de Abruzzo y pasando bajo un
largo arco formado por muchachas que agitan en alto panderetas y cintas
multicolores. La danza se caracteriza por el tejido alrededor de un poste de
veinticuatro cintas de colores sostenidas por doce parejas de bailarines, y por
una serie diferenciada de tejidos y espectáculos de danza, codificados durante
el siglo XX por el grupo folclórico “Laccio d'amore”: la zenna cupertë,
danza de traslado procesional, utilizada antiguamente para desplazarse de un
barrio a otro y dividida en dos fases, la procesión y la galería; soldarellë,
interpretada en parejas e insertada en un contexto formal de simulación de
noviazgo; lu trallallerë, acentuación del cortejo al ritmo de una contradanza;
el polchë, con hombres y mujeres girando en direcciones opuestas, alternando la
mano derecha e izquierda en cada encuentro con un bailarín diferente; la propia
danza de Laccio, marcada por cinco tipos diferentes de tejidos y de
diversos grados de complejidad, realizada al ritmo del salto (la vara simple,
la vara doble, la vara de cuatro, la vara doble y las trenzas), guiada por
órdenes en dialecto y acompañado por el acordeón de dos contrabajos (ddu
bottë), el acordeón, la pandereta (ciuciobrë), la guitarra y el tambor de
fricción (battafochë).
Practicada en el pasado como rito carnavalesco, la danza
Laccio
d'Amore se ha convertido con el tiempo en patrimonio exclusivo del
grupo folklórico del mismo nombre, formado en varias ocasiones a partir de los
primeros años del siglo XX y consolidado en las décadas siguientes con la
participación en eventos importantes, entre ellos la boda del príncipe Umberto
de Saboya en Roma en 1930. Posteriormente, con numerosas actuaciones en
contextos nacionales e internacionales, el “Laccio d'Amore” se
consolidó como uno de los principales grupos folklóricos italianos; En 2005, a
petición de Cesare Baiocco y basándose en la documentación que atestigua la
presencia centenaria de la danza en Penna Sant'Andrea, la administración
regional reconoció al Laccio d'Amore como patrimonio inmaterial
de la Región de Abruzzo. Una danza hecha de alusiones mímicas, miradas
apasionadas, guiños explícitos de los bailarines que, inicialmente, se
contrastan con la desgana de las chicas que, dando vueltas, intentan hacer
comprender al chico de su corazón que tal vez sea mejor insistir. La música va
en aumento y la danza la sigue; los bailarines intensifican el corte, giran
cada vez más cerca de la amada, cada vez menos tímidos, los lazos del amor se
entrelazan. El baile concluye con un frenético tourbillon que involucra a todos
los presentes.
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