El Tango y el cine se han unido a través de los años en una conjunción de historias cuyos acordes musicales, cortes y quebradas se escuchan y se reflejan en lugares muy remotos. Durante la década de 1990 fue una grata sorpresa para los argentinos ir al cine y encontrarse con películas extranjeras en las que se bailaba Tango, o que incluían Tango en su banda sonora.
Con el correr del tiempo los aficionados al cine se dieron
cuenta de que no se trataba de una ni de dos, sino de muchas películas que, de
una manera u otra, tenían algo de Tango. Y fue una sorpresa porque era
realmente un fenómeno inédito; el cine extranjero nunca antes se había ocupado
del Tango
con tanta frecuencia. En verdad la primera oleada importante de películas
extranjeras dedicadas al Tango data de la década de 1910, aún
antes de Rodolfo Valentino. Desde sus comienzos el Tango viene despertando
curiosidad, interés y pasión en todos los países. El cine, reflejo de la
identidad de las naciones, supo expresar esos sentimientos. Los primeros años
de la década del 10 marcan uno de los momentos de mayor difusión internacional
del Tango
y la pantalla grande no se mantuvo indiferente a ello. Desde 1912 cuando el
actor francés Max Linder protagonizó el corto “Max, profesor de Tango”
hasta Charles Chaplin, Mack Sennet y otras figuras del cine
mudo, desde un episodio de “Los Simpson” a una película
brasileña, desde los registros del pecaminoso París de la Belle Epoque hasta
las películas de Australia, Corea, Palestina, el inefable Hollywood y la
melancólica Finlandia, puede encontrarse la presencia del Tango en el cine
extranjero. Desde entonces hasta ahora nuestro ritmo se incorporó a la
cinematografía internacional, en las que muchas veces se baila el tango “estrafalariamente”.
Rodolfo
Valentino es un icono en la materia a partir de su película “Los
cuatro jinetes del Apocalipsis”.
Con infinidad de títulos emblemáticos
o casi olvidados se llega hasta el presente, en que films como “Doce
monos”, “Perfume de mujer” (Martin Brest), “Tango” (Carlos Saura),
“La
lección de Tango” (Sally Potter), “Assessination Tango” (Robert
Duvall), “Happy Together” (Wong Kar-Wai), “Naked Tango” (Leonard
Schrader), “La lista de Schindler” (Steven Spielberg) y otras cierran
este evocativo camino. Según Pedro Ochoa, autor de “Tango
y cine mundial” a los extranjeros les interesa el tango como elemento
bailable. “Para nosotros -subraya- el tango es nostálgico, pero para ellos es
un sentimiento que parte del abrazo de las parejas y de su melodiosa música”. En
Argentina, proliferaron las películas sobre el Abasto, la Boca y tantos otros
arrabales porteños; en el extranjero, tomaron esta música autóctona para dar
forma a esos bailes casi acrobáticos, con rosas en la boca, piruetas por el
aire y frases al estilo de “let’s Tango!”. Para el argentino medio, el baile de
Tango
de estas películas extranjeras tiene tanto que ver con nuestro Tango
como la Chacarera con el Hip-Hop. Es más, para la mayoría, más
allá del nombre, nada tienen que ver ambas melodías. Y no carecen de razón:
poco hay en común entre ellas. Este extraño fenómeno, sin embargo, se ha dado:
algo que poco tiene que ver con el Tango argentino se reconoce
alrededor del mundo como tal.
Lo más interesante de todo es, sin dudas, la
evolución y expansión del baile, que pasa de ser la postal de los barrios
porteños a estar a la moda entre la alta clase francesa, y a ser pasión de
multitudes en Finlandia (porque, sí, créanlo o no, en ese lejano país, del que
poco sabemos, el Tango se ha desarrollado con tanta independencia e importancia
como en el nuestro). Cinematografías como la alemana se han preocupado por
lograr una cierta fidelidad al ambiente tanguero porteño, mientras que el cine
norteamericano, salvando algunas pocas excepciones, lo ha representado
burdamente, con desinterés y sin un verdadero intento de reconstrucción
histórica. La conclusión es inevitable: para los Estados Unidos el Tango
y la Argentina son lo mismo que los mariachis y México. “El mundo se apropió
del Tango
y lo practica y lo disfruta, así como silba a Mozart sin pensar en su
peluca o tararea Soul sin imaginarse en el Harlem”, afirma Ochoa, y algo de razón
tendría: aunque hiera nuestro orgullo, aunque muchos lo vean como un ultraje,
la verdad es que el Tango ha trascendido las barreras nacionales y se ha instalado
en todo el mundo, y cada país lo ha desarrollado como quiso y pudo, cargándolo
de significados disímiles y hasta contradictorios entre sí.
Fuente:
• Susanasuscircunstancias.blogspot.com
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