lunes, 1 de mayo de 2023

Ayrton Senna, el más grande


 

Ayrton Senna no es el piloto de la Fórmula 1 con más títulos. Tampoco lidera las principales estadísticas del deporte. Sin embargo, es considerado como uno de los más grandes corredores de la élite del automovilismo y, además, es uno de los que más fanáticos reúnen en el mundo.

Compitió diez años,  ganó tres títulos de Campeón y pisó el pódium en cinco de los diez campeonatos que corrió, su talento iba más allá. Sus cifras: 41 victorias, 65 poles en 161 carreras. Al margen de sus tres campeonatos mundiales, el brasileño fue un velocista nato que, con su estilo de conducción pasional y sus arriesgadas maniobras, cautivó al público y se ganó el respeto de sus rivales en la pista. Veloz, arriesgado y pasional. Con esos tres adjetivos puede describirse a la perfección el estilo de conducción de Senna, que cautivó no solo a los brasileños, sino a los fanáticos de todo el mundo. Con esos atributos, logró récords increíbles en las pruebas de clasificación y dejó actuaciones memorables bajo la lluvia. Su destreza como piloto, su amor a la velocidad, su carácter competitivo, y su rivalidad con la leyenda de Alain Prost, ayudaron a construir el mito. Su técnica, calificada de superlativa hizo que le adoraran los profesionales como los aficionados.  Su valentía y habilidad en la pista mojada no ha tenido réplica en la historia de la Formula 1, volaba cuando llovía. Enemigo de levantar el pedal, incluso en las curvas, perdió la vida en un trágico accidente en la curva de Tamburello, en el autódromo de Enzo y Dino Ferrari, en el Gran Premio de San Marino. En 1994, hace 29 años y todavía se recuerda con dolor, con nostalgia por su manera única de manejar y su gran personalidad. Tras su fallecimiento se decretaron tres días de luto en Brasil, y fue enterrado con honores de jefe de Estado. Pertenecía a una generación de pilotos brasileños entre los que destacó, nombres como Emerson Fittipladi o Nelson Piquet.
Chico Landi en los años cincuenta abrió las puertas al universo de la velocidad de los grandes pilotos brasileños, y después de Senna nombres como Rubens Barrichello, Felipe Massa se ha ganado el respeto y la admiración del Gran Circo. Se recuerdan con cariño sus hazañas de ganar por más de un minuto de ventaja al segundo el GP de Europa en Donington bajo la lluvia o recuperarse de una mala salida en el GP de Japón de 1988 pasando de 14º a 1º en una espectacular remontada.  Un documental sobre su vida nos revela que en un programa navideño con la actriz Xuxa, tras presentarle, y después de compartir confidencias y deseos al oído en prime time, le deseó una Feliz Navidad y un próspero año nuevo. Con la emoción, la presentadora le llenó la cara de labial. A razón de un beso por año: “Feliz 1990, feliz 1991, feliz 1992, feliz 1993…”, quizás, presagio de un 1994, que nunca sería. Hijo de una familia de clase media, Ayrton era el segundo de tres hermanos. Siempre quiso ser piloto. Con cuatro años ya estaba al volante de un karting. “Quería correr, y por eso prestaba atención en el colegio, para que los deberes no le quitaran tiempo”, afirmaba Doña Neyde, su madre, a la que prometió que dejaría la Fórmula 1 cuando ganara un mundial. Le mintió, “las emociones son como  una droga, una vez que ganas puedes dejar de intentarlo otra vez” señaló. Tenía un gran afán de superación desde su infancia. En una ocasión perdió una carrera de kartings bajo la lluvia y se dedicó a entrenar en esas condiciones, acabó siendo el mejor del mundo bajo la lluvia.
Justamente, su debut en la Fórmula 1, en el Gran Premio de Mónaco de 1984, fue bajo una lluvia torrencial. A bordo de su humilde Toleman, partió desde la decimotercera posición y logró avanzar hasta el segundo lugar, por detrás de Alain Prost. Cuando estaba por superarlo, las autoridades suspendieron la carrera por malas condiciones climáticas. Aunque no logró la victoria, dio muestras de su enorme potencial. Sus grandes resultados harían que, cuatro años más tarde, compartiera equipo con el piloto francés en McLaren. Allí comenzó la rivalidad Senna-Prost, una de las más icónicas de la historia. Por un lado, “El Profesor”, un piloto estratégico, calculador y sumamente técnico; por el otro, “Magic Senna”, arriesgado, veloz y pasional. Cada uno con su fórmula ganadora, lograron mantenerse durante años en lo más alto de la élite del automovilismo, al punto tal de repartirse siete de los nueve campeonatos mundiales entre 1985 y 1993. Prost se coronó en 1985, 1986, 1989 y 1993, mientras que Senna lo hizo en 1988, 1990 y 1991. Con sus primeras victorias, donde demostró coraje y empezó a retar el imperio de Alain Prost, le convirtieron en ídolo en París, allí atendía a la prensa acompañado de sus padres. “Que Dios le proteja de los peligros”, rezaba su madre. “Nada ha sido fácil”, decía Ayrton, y añadía: “Dios me ha dado esta oportunidad”. Su intensa creencia religiosa jugaría un papel fundamental en su carrera. En una ocasión, en Interlagos, ganó la carrera sin la caja de cambios en las seis últimas vueltas, y su exclamación cerca del misticismo fue, “Dios me lo ha dado”. No solo el público considera a Ayrton Senna como uno de los corredores más grandes de la historia, sino también sus propios colegas.
Sin ir más lejos, fue elegido en 2009 como el mejor piloto de todos los tiempos en una votación organizada por AutoSport, donde participaron 217 pilotos activos y retirados. En el podio, el segundo lugar fue para Schumacher, mientras que la tercera posición fue para el argentino Juan Manuel Fangio, ganador de cinco títulos mundiales: 1951, 1954, 1955, 1956 y 1957, además de los subcampeonatos de 1950 y 1953. Los que lo conocen y convivieron en la víspera de la tragedia de Imola, le notaron tenso, “no quiere corre”  llegó a decir el periodista Reginaldo Lemes. El domingo 1° de mayo de 1994, tuvo lugar de las tragedias más recordadas en la historia del deporte y, más precisamente, de la Fórmula 1. Como consecuencia de un fuerte impacto contra un muro de concreto a más de 200 kilómetros por hora, Ayrton Senna perdió la vida. En su monoplaza FW16 de la escudería Williams, llevaba la bandera de Austria. Es que, en caso de ganar la carrera, pensaba homenajear a Roland Ratzenberger, quien había muerto el día anterior, en la prueba de clasificación, tras sufrir una rotura en el alerón delantero y chocar en la curva Villeneuve. Justamente, la tragedia del austriaco hizo que Senna se alterara y manifestara su preocupación por la seguridad de los corredores, al punto tal de plantearse seriamente la posibilidad de no correr al día siguiente. No obstante, finalmente decidió hacerlo. El fatal accidente ocurrió en la séptima vuelta. Ingresó a 309 km/h a la curva Tamburello y, cuando se percató de que sería imposible mantener el control del vehículo, redujo la velocidad todo lo que pudo para reducir el impacto, que fue a 209 km/h. Según las pericias judiciales, el neumático desprendido golpeó el casco del brasileño y provocó que su cabeza impactara contra el apoyacabeza del monoposto, lo que habría provocado las fracturas de cráneo. Además, un elemento de la suspensión que estaba junto al volante penetró el casco.

 

 

Fuentes:

 

• Entleman.excelsior.com.mx

• Tn.com.ar

 


 













































 

 

 


















 

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