Ayrton Senna no es el piloto de la Fórmula 1 con más títulos. Tampoco lidera las principales estadísticas del deporte. Sin embargo, es considerado como uno de los más grandes corredores de la élite del automovilismo y, además, es uno de los que más fanáticos reúnen en el mundo.
Compitió diez años, ganó tres títulos de Campeón y pisó el pódium
en cinco de los diez campeonatos que corrió, su talento iba más allá. Sus
cifras: 41 victorias, 65 poles en 161 carreras. Al margen de sus tres
campeonatos mundiales, el brasileño fue un velocista nato que, con su estilo de
conducción pasional y sus arriesgadas maniobras, cautivó al público y se ganó
el respeto de sus rivales en la pista. Veloz, arriesgado y pasional. Con esos
tres adjetivos puede describirse a la perfección el estilo de conducción de Senna,
que cautivó no solo a los brasileños, sino a los fanáticos de todo el mundo.
Con esos atributos, logró récords increíbles en las pruebas de clasificación y
dejó actuaciones memorables bajo la lluvia. Su destreza como piloto, su amor a
la velocidad, su carácter competitivo, y su rivalidad con la leyenda de Alain
Prost, ayudaron a construir el mito. Su técnica, calificada de
superlativa hizo que le adoraran los profesionales como los aficionados. Su valentía y habilidad en la pista mojada no
ha tenido réplica en la historia de la Formula 1, volaba cuando llovía. Enemigo
de levantar el pedal, incluso en las curvas, perdió la vida en un trágico
accidente en la curva de Tamburello, en el autódromo de Enzo y Dino Ferrari, en
el Gran Premio de San Marino. En 1994, hace 29 años y todavía se recuerda con
dolor, con nostalgia por su manera única de manejar y su gran personalidad.
Tras su fallecimiento se decretaron tres días de luto en Brasil, y fue
enterrado con honores de jefe de Estado. Pertenecía a una generación de pilotos
brasileños entre los que destacó, nombres como Emerson Fittipladi o Nelson
Piquet.
Chico Landi en los años cincuenta abrió las puertas al universo
de la velocidad de los grandes pilotos brasileños, y después de Senna nombres
como Rubens
Barrichello, Felipe Massa se ha ganado el respeto
y la admiración del Gran Circo. Se recuerdan con cariño sus hazañas de ganar
por más de un minuto de ventaja al segundo el GP de Europa en Donington bajo la
lluvia o recuperarse de una mala salida en el GP de Japón de 1988 pasando de
14º a 1º en una espectacular remontada.
Un documental sobre su vida nos revela que en un programa navideño con
la actriz Xuxa, tras presentarle, y después de compartir confidencias y deseos
al oído en prime time, le deseó una Feliz Navidad y un próspero año nuevo. Con
la emoción, la presentadora le llenó la cara de labial. A razón de un beso por
año: “Feliz 1990, feliz 1991, feliz 1992, feliz 1993…”, quizás, presagio de un
1994, que nunca sería. Hijo de una familia de clase media, Ayrton era el segundo de
tres hermanos. Siempre quiso ser piloto. Con cuatro años ya estaba al volante
de un karting. “Quería correr, y por eso prestaba atención en el colegio, para
que los deberes no le quitaran tiempo”, afirmaba Doña Neyde, su madre, a la que
prometió que dejaría la Fórmula 1 cuando ganara un mundial. Le mintió, “las
emociones son como una droga, una vez
que ganas puedes dejar de intentarlo otra vez” señaló. Tenía un gran afán de
superación desde su infancia. En una ocasión perdió una carrera de kartings
bajo la lluvia y se dedicó a entrenar en esas condiciones, acabó siendo el
mejor del mundo bajo la lluvia.
Justamente, su debut en la Fórmula 1, en el
Gran Premio de Mónaco de 1984, fue bajo una lluvia torrencial. A bordo de su
humilde Toleman, partió desde la decimotercera posición y logró avanzar hasta
el segundo lugar, por detrás de Alain Prost. Cuando estaba por
superarlo, las autoridades suspendieron la carrera por malas condiciones
climáticas. Aunque no logró la victoria, dio muestras de su enorme potencial.
Sus grandes resultados harían que, cuatro años más tarde, compartiera equipo
con el piloto francés en McLaren. Allí comenzó la rivalidad Senna-Prost,
una de las más icónicas de la historia. Por un lado, “El Profesor”, un piloto
estratégico, calculador y sumamente técnico; por el otro, “Magic Senna”,
arriesgado, veloz y pasional. Cada uno con su fórmula ganadora, lograron
mantenerse durante años en lo más alto de la élite del automovilismo, al punto
tal de repartirse siete de los nueve campeonatos mundiales entre 1985 y 1993. Prost
se coronó en 1985, 1986, 1989 y 1993, mientras que Senna lo hizo en 1988,
1990 y 1991. Con sus primeras victorias, donde demostró coraje y empezó a retar
el imperio de Alain Prost, le convirtieron en ídolo en París, allí atendía a
la prensa acompañado de sus padres. “Que Dios le proteja de los peligros”,
rezaba su madre. “Nada ha sido fácil”, decía Ayrton, y añadía: “Dios
me ha dado esta oportunidad”. Su intensa creencia religiosa jugaría un papel
fundamental en su carrera. En una ocasión, en Interlagos, ganó la carrera sin
la caja de cambios en las seis últimas vueltas, y su exclamación cerca del
misticismo fue, “Dios me lo ha dado”. No solo el público considera a Ayrton
Senna como uno de los corredores más grandes de la historia, sino
también sus propios colegas.
Sin ir más lejos, fue elegido en 2009 como el
mejor piloto de todos los tiempos en una votación organizada por AutoSport,
donde participaron 217 pilotos activos y retirados. En el podio, el segundo
lugar fue para Schumacher, mientras que la tercera posición fue para el
argentino Juan Manuel Fangio, ganador de cinco títulos mundiales: 1951,
1954, 1955, 1956 y 1957, además de los subcampeonatos de 1950 y 1953. Los que
lo conocen y convivieron en la víspera de la tragedia de Imola, le notaron
tenso, “no quiere corre” llegó a decir
el periodista Reginaldo Lemes. El domingo 1° de mayo de 1994, tuvo lugar de las
tragedias más recordadas en la historia del deporte y, más precisamente, de la
Fórmula 1. Como consecuencia de un fuerte impacto contra un muro de concreto a
más de 200 kilómetros por hora, Ayrton Senna perdió la vida. En su
monoplaza FW16 de la escudería Williams, llevaba la bandera de Austria. Es que,
en caso de ganar la carrera, pensaba homenajear a Roland Ratzenberger,
quien había muerto el día anterior, en la prueba de clasificación, tras sufrir
una rotura en el alerón delantero y chocar en la curva Villeneuve. Justamente,
la tragedia del austriaco hizo que Senna se alterara y manifestara su
preocupación por la seguridad de los corredores, al punto tal de plantearse
seriamente la posibilidad de no correr al día siguiente. No obstante,
finalmente decidió hacerlo. El fatal accidente ocurrió en la séptima vuelta.
Ingresó a 309 km/h a la curva Tamburello y, cuando se percató de que sería
imposible mantener el control del vehículo, redujo la velocidad todo lo que
pudo para reducir el impacto, que fue a 209 km/h. Según las pericias
judiciales, el neumático desprendido golpeó el casco del brasileño y provocó
que su cabeza impactara contra el apoyacabeza del monoposto, lo que habría
provocado las fracturas de cráneo. Además, un elemento de la suspensión que
estaba junto al volante penetró el casco.
Fuentes:
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