Hasta hace relativamente poco, la función primordial de la mujer era hacer feliz a su marido, y mientras que no estuviera casada, a su padre y a sus hermanos. Debía encargarse al cien por cien de las labores del hogar, y desde bien temprana edad se les instruía para cocinar, lavar, limpiar o criar a sus hijos.
Eran pocas las mujeres que trabajaban, ya que estaba mal visto. Si se
trataba de un trabajo relacionado con el ámbito musical, sólo les estaba
permitido hacerlo en caso de enviudar, porque alguien debía hacerse cargo del
sustento familiar. En aspectos parecidos a este, por no decir en la vida en
general, las mujeres no tenían muchos derechos ni libertades. Algo similar
ocurrió cuando la profesión del músico empezó a ser más compleja y necesitaba
de una formación para poder conocer todos los entresijos de la disciplina.
Pasaron bastantes años hasta que se permitió que las mujeres también pudieran
profesionalizarse, y conseguir que sus obras se editaran y escucharan en
lugares públicos. Así como realizar su vocación de intérpretes, directoras de
orquesta, musicólogas… o cualquier otra aspiración en el ámbito
artístico-musical. A lo largo de la historia, las mujeres han trabajado las
diferentes vertientes de la disciplina musical, ya fuera como intérpretes,
mecenas o creadoras, pero habitualmente permanecieron a la sombra de los
hombres. También es cierto que, a partir del s. XVIII, las mujeres consiguieron
participar de forma un poco más activa, aunque todavía minoritaria en la
creación musical, en la interpretación, y pudieron acceder a formación musical
e incluso llegaron a impartir clases de música. En la Antigua Grecia nació la
figura de la compositora gracias a las llamadas poetisas, las cuales utilizaban
instrumentos como la cítara, la lira o la flauta para acompañar sus poemas. No
hay mucha información sobre la participación de la mujer en la música durante
este periodo, pero se ha podido saber que Safo (Éreso, 600 a.C.) y Kassia
(810 – 867 d. C.) fueron las primeras y más destacables poetisas de la época. La
Edad Media tuvo como mayor referente femenino musical a Hildegarda de Bingen
(Alemania, 1098-1179) monja destacada, que compuso uno de los repertorios más
extensos del Medievo. Era una mujer extraordinaria en muchas facetas y con un
conocimiento inusual para la época ya que sabía latín, griego y conocía las
teorías de Guido d’Arezzo.
Durante el Renacimiento podemos destacar, entre
otras muchas, a Lucrecia Tournabuoni de Medici (1425-1482),
gran mecenas de las artes; Maddalena Casulana (1540-1590), la
primera mujer que vio impresa y publicada su música; Gracia Baptista (1ª mitad
del s. XV) autora de la primera obra femenina datada en la Península Ibérica y Anna
Bolena (1507-1536), la cual además de componer, poseía una gran
destreza para tocar diferentes instrumentos. Durante el periodo Barroco
(1600-1750) surgieron cambios sociales, económicos y políticos que llevaron a
la Contrarreforma, cosa que dificultó que las mujeres pudieran desarrollar su
carrera musical. Aun así, aparecieron figuras como la de Francesca Caccini
(1587-1641) la primera mujer compositora de ópera de toda la historia de la
música; Bárbara Strozzi (1619-1677), quien por primera vez hasta el
momento tuvo la suerte de realizar su trabajo tanto de compositora, como de
intérprete fuera de la corte; Élisabeth Chéron (1648-1711), que dominaba la música, la
literatura y las artes plásticas y fue denominada como una artista integral por
el público francés; y finalmente Elisabeth Jacquet de la Guerre
(1667-1729), compositora prolífica y más reconocida de este periodo. El periodo
clásico es la época de la Ilustración, donde los compositores y compositoras
deben escribir para un público que escucha música simplemente por el placer de
hacerlo. A partir de aquí, la mujer adquiere mayor importancia (aunque no toda
la que se requiere) en el ámbito musical. Ya pueden editar y publicar sus
obras, dedicarse a la docencia o incluso a la interpretación siempre y cuando
fuera en salones o lugares donde se reuniera la burguesía. A lo largo del
Clasicismo vivieron mujeres de gran talento que pudieron de alguna forma
desarrollarse en ciertos ámbitos musicales como, por ejemplo: Marianne
Martínez (1744-1813), de origen español, fue alumna de compositores
como Haydn,
Porpora
o Hasse.
Convirtió su lugar de residencia en un centro musical, habitualmente
frecuentado por Beethoven, Haydn y Mozart. Nannerl
Mozart (1751-1829), hermana de W.A. Mozart, disfrutó de la misma
educación que su hermano, de hecho, era una gran intérprete al piano y
compositora. La gran diferencia con respecto a W. Amadeus es que él sí
pudo seguir adelante con su carrera musical, mientras que ella fue obligada a
casarse y a encargarse de su familia. Francesca Lebrun (1756-1791) de
origen alemán, gran cantante y compositora que llegó a expandir sus obras por
Inglaterra, París y Alemania. Anna Amalia Princesa de Prusia
(1723-1787), hija de Federico Guillermo I de Prusia, el cual prohibió a sus
hijos e hijas que tuvieran formación musical porque la detestaba. Anna
Amalia, consiguió dar clases de música de forma clandestina hasta la
muerte de su padre. Después de este evento, ella se instruyó en instrumentos
como el violín, la flauta o el clave. Hélène de Montgeroult (1764-1836),
pionera de la escuela pianística francesa y que además tuvo el privilegio de
ser una de las primeras docentes del Conservatorio de París. El Romanticismo
fue el periodo más brillante de la historia musical, se desarrolló a lo largo
del siglo XIX, y en este mismo momento surgió la revolución industrial. Las
mujeres seguían sometidas a las tareas del hogar y por ello había un alto
porcentaje de analfabetismo, solamente tenían acceso a la educación aquellas
que pertenecían a la aristocracia. En el ámbito compositivo no pudieron igualar
la importancia que en ese momento ya tenían los hombres, pero aun así hubieron
bastantes mujeres que se abrieron camino como por ejemplo Fanny Mendelssohn
(1805-1847), hermana de Félix Mendelssohn, fue una gran
compositora e incluso su hermano llegó a reconocer que ella era mejor
intérprete y compositora que él;
Clara Wieck Schumann (1819-1896),
excelente pianista y compositora, aunque ella no lo creía así y por ello,
siempre le pedía opinión a su marido Robert Schumann sobre sus
composiciones; Jeanne Louise Farrenc (1804-1875) compositora, pianista y
profesora con poca difusión ya que siempre se dedicó a la música instrumental y
dejó de lado la Ópera; y Augusta Holmès (1847-1903), que
publicó todas sus obras bajo un pseudónimo masculino, se alejó de la música de
salón y compuso piezas orquestales. Desde finales del siglo XIX hasta
principios del siglo XX, se encuentran mujeres como Cécile Chaminade
(1857-1944) compositora y pianista francesa de gran repercusión; Teresa
Carreño (1853-1917) que fue una excelente pianista, compositora y
cantante nacida en Venezuela; Luise Adolpha Le Beau (1850-1927)
alumna de Clara Schumann, dedicó su vida al completo a la música, decidió
no tener familia y fue duramente criticada por ello; Mel Bonis (1858-1937)
estudió en el conservatorio de París y su legado compositivo es realmente
prolífico, aproximadamente unas 300 piezas; y
Ethel Smyth (1858-1944), que compuso sinfonías y corales, pero
en el género que destacaba era al ópera. En este periodo histórico se deben
tener en cuenta a diferentes mujeres de la talla de Wanda Landowska
(1879-1959) gran defensora e intérprete del clave; Rebeca Clarke (1886-1979)
musicóloga, compositora y violinista destacada de Inglaterra; Alma
Mahler (1879-1964) excelente compositora hasta que se casó con Gustav
Mahler quien le exigió que interrumpiera su carrera musical; Nadia
Boulanger (1887-1979) fue pianista, organista, compositora, excepcional
pedagoga y pionera en la dirección orquestal; Grazyna Bacewicz
(1909-1969) compositora y violinista de la Orquesta Sinfónica de la radio de Polonia;
María
Teresa Prieto (1896-1982) española exiliada durante la Guerra Civil,
pianista y compositora; Elisabeth Lutyens (1906-1983)
compositora especializada en la música dodecafónica; y Violet Archer
(1913-2000), compositora, docente, organista, pianista y percusionista
canadiense. Por otra parte, cabe destacar las figuras de Matilde Salvador
(1918-2007), María Rosa Calvo Manzano (1946) y María Luisa Ozaita
(1939-2017) pioneras en la pedagogía musical, en la investigación musical y en
la difusión de música hecha por mujeres respectivamente. Finalmente, en la
actualidad (siglo XXI) se encuentran profesionales como Teresa Catalán (1951)
compositora española y Premio Nacional de la Música 2017; Marisa Manchado (1956)
pianista y escritora; Zulema de la Cruz (1958), pianista,
compositora y antigua catedrática de electroacústica en el Real Conservatorio
de Madrid; Roxanna Panufnik (1968) compositora interesada por los
diferentes tipos de música del mundo; Sofía Gubaidulina (1931) compositora
conocida por generar una profunda connotación religiosa en su música; Unsuk
Chin (1961) compositora de música clásica nacida en Corea del Sur, con
un estilo claramente influenciado por Ligeti; Tania León (1943)
directora, compositora y educadora venezolana; y finalmente Kaija
Saariaho (1982) compositora con un amplio repertorio de música en
directo con producciones electroacústicas y electrónicas. A día de hoy se puede
observar que, aunque la situación ha mejorado notablemente, dista mucho del
equilibrio deseable en cualquier ámbito y más concretamente en el musical, que
es el que nos ocupa. Un gran número de mujeres trabajadoras, están sometidas a
su jornada laboral y las labores que deben realizar cuando llegan a casa. Esto
como se ha podido observar, ocurre a lo largo de toda la historia y se mantiene
hasta la actualidad, cosa que obstaculiza la carrera artística de la mujer,
porque para componer, estudiar, preparar obras y/o viajar para realizar
conciertos a otras ciudades o países, se requiere un gran número de horas
disponibles: de reflexión, de dedicación, de ensayo… de las que no es fácil que
puedan disponer.
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