Los Coros de Clave son agrupaciones que surgieron a imitación de los orfeones españoles que proliferaron durante el siglo XIX en Matanzas y La Habana (Cuba), los dos sitios donde tuvo mayor presencia, muchas veces vinculado a los cabildos de antecedentes africanos.
En su origen interpretaban una
composición hecha para ser cantada por un conjunto de voces, con acompañamiento
de tambores, maracas, claves u otros instrumentos, por grupos de esclavos
africanos que salían generalmente el Día de Reyes. El gobierno colonial de Cuba
sólo permitía que los negros, libres o esclavos, cultivaban sus tradiciones
culturales dentro de los límites de ciertas sociedades de ayuda mutua, cuya
fundación se remonta al siglo XVI. Según David H. Brown, aquellas sociedades,
llamadas cabildos, ”proveían en caso de enfermedad o muerte, celebraban misas
para los difuntos, colectaban fondos para la liberación de sus miembros de la
esclavitud, organizaban regularmente danzas y actividades recreativas los
domingos y días de fiesta, y patrocinaban bailes de carnaval alrededor del
ciclo anual de festivales católicos”. En los Cabildos del poblado de Trinidad
existieron agrupaciones corales desde mediados del siglo XIX, que interpretaban
las llamadas Tonadas Trinitarias. Existen referencias de que ya hacia 1860, las
Tonadas Trinitarias eran interpretadas durante las festividades locales por
coros de diferentes barrios, que se reunían para competir mientras desfilaban
por las calles.
También en los locales de los Cabildos de algunos barrios de La
Habana, Matanzas, Sancti Spíritus y Trinidad se organizaron durante el siglo
XIX unas agrupaciones corales que realizaban actividades competitivas, y que en
ocasiones eran visitadas por las autoridades locales y vecinos, los cuales les
brindaban propinas y otros regalos. Aquellas agrupaciones corales llevaban
usualmente el nombre de sus localidades regionales, y en ocasiones llegaron a
incluir hasta cien o más participantes. Sus cantos buscaban probablemente
distraer a las autoridades locales del verdadero propósito de sus reuniones, el
cual era la celebración de actividades rituales propias de sus religiones
originales africanas. El nombre Coros
de Clave proviene muy probablemente del principal instrumento con que
se acompañaban esas actividades corales, la Clave cubana, que ejecutaba el
ritmo principal de sus cantos. El acompañamiento de los coros incluía una
guitarra y la percusión era ejecutada sobre la caja de resonancia de un banjo
norteamericano sin cuerdas, debido a que estaba prohibido tocar tambores de
origen africano en las ciudades.
Otros también utilizaban la viola, una especie
de bajo sin cuerdas percutido, marímbulas, bongó, tres, tambores de cuña,
quinto, bombo, guiro, botija, quijada de caballo, guataca, diversos
instrumentos, dependiendo de la zona en que se ejecutara. Un solista daba
comienzo a la canción entonando una melodía sin texto y también improvisaba
variaciones sobre los temas que cantaba el coro. Un participante llamado
"censor" se encargaba de supervisar el lenguaje utilizado en los
cantos. Martha Esquenazi, una de las investigadoras que más ha escrito acerca
del tema, sitúa los coros de clave en barrios populares: Marianao, Regla, San
Miguel del Padrón y Guanabacoa. “Hacia 1886 –escribe Esquenazi- este tipo de
agrupaciones corales conocida como coros o bandos de clave; entre los más
afamados se encontraban: Bando Azul, El Rosedá, El
Marino y Los Congos de Angonga. Algunos de los más importantes Coros
de Clave en La Habana fueron: La Generación, La Juventud, El
Desengaño y Flor del Día. El famoso rumbero y sonero Ignacio Piñeiro
comenzó su carrera musical como solista (llamado "decimista") en
reconocidos Coros de Clave como “El timbre de Oro" y “Los Roncos” del
barrio de Pueblo Nuevo. El estilo de los Coros de Clave, y particularmente su
ritmo, dio lugar más tarde a un género popular llamado Clave, el cual muy
probablemente haya constituido el modelo original para la posterior creación de
la Criolla
(género musical). Ambos estilos fueron muy populares en el teatro vernáculo
cubano. Un ejemplo de clave a mediados del siglo XIX lo ofrece impreso como
contradanza, ”Las cosquillas”, de Nicolás Muñoz Zayas. La más popular
hoy y considerada casi “canción patriótica”, conservando su africanía en el
estilo, por E. V. Vilillo “Martí no debió de morir” (La Habana,
1953), que hoy se oye a dos y tres voces.
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