La Mozo Danza o Corpus Danza, es una danza ritual guerrera preinca originaria del distrito de Chacas y extendida a las provincias del departamento peruano de Áncash. Es ejecutada por una pareja de varones, cuyo marco musical es provisto por dos músicos con cajas o tambor y una flauta vertical.
Actualmente se la representa en las festividades de Corpus Christi. La danza estuvo estrechamente relacionada a un calendario agrícola y dedicada a los dioses solares Kon, Huari, Libiac y Chuquilla. A lo largo de su historia, varió según el contexto geográfico y cultural en el que se fue desarrollando. Estas variaciones son el Corpus Danza de Llamellín, y el Mozo Danza, de Huari. En el distrito de Chacas, es junto a la danza Killalla, la que menos variaciones presenta desde el inicio de su práctica, hace al menos 1500 años. La historiadora chacasina María Amez Márquez, refiere que el nombre hispano “Mozo Danza”, con que ahora es conocido, es producto de la interpretación occidentalizada de la palabra quechua “toqtu” (flor en capullo o parte joven de un vegetal), es decir, el nombre original hace referencia al ritual de florecimiento o iniciación del formaban parte los jóvenes que pasaban a ser hombres en los antiguos ayllus (grupo familiar en las comunidades indígenas andinas). Según la misma historiadora, la danza se originó a raíz de la narración tradicional sobre luchas sostenidas por grupos o ayllus de agricultores que poseían huacas (lugar sagrado) adoradas por intermedio de ritual protagonizados por sacerdotes denominados huacones. En la provincia de Asunción, cada integrante de la Mozo Danza representa a un grupo poblacional: así uno representa a Chacas, mientras que el otro, al poblado de Macuash, estos poblados, constituyeron los asentamientos más importantes de la zona en la época preinca e inca; durante la colonia y cuando se formó la reducción de indios de Chacas, la danza ritual se acopló al calendario católico superponiéndose así con las celebridades de Corpus Cristhi.
Amez postula que la danza es la narración musical mítica sobre el origen del dios solar Huari. Los hermanos Huari eran gemelos opuestos y complementarios, a la vez que representaban la dualidad del mundo andino, recurrente en todas las culturas precolombinas, al día y a la noche, a la vida y a la muerte, al frío y al calor, etc. Estos solitarios danzantes son la continuación de los huacones que adoraban a sus dioses o Mallquis. Por representar la dualidad andina, las vestimentas de ambos danzantes son las mismas, se diferencian entre sí por la máscara y por alternar la posición del color en los atuendos. Sobre la cabeza llevan una monterilla o penacho de plumas de dos colores, acomodados a manera de rayos, en la parte inferior de la montera cuelgan cintas con los siete colores del arco iris. Esta monterilla tiene mucha semejanza con el tocado que lleva el dios Huaricocha de la Puerta del Sol, en Tiahuanaco. En el rostro llevan una máscara de madera, diferenciándose en cada bailarín por el color: blanco y negro (aunque actualmente son sólo negras); camisa blanca; dos mantos de diferente color, que son los reemplazos del uncu nativo (especie de poncho); pantalones negros sobre los que lleva un faldellín abierto que les llega a las rodillas (reemplazo del huara o tabarrabos); zapatos negros u ojotas. En la mano derecha llevan un bastón (tukru) de madera dura y nudosa, reemplazo de la makana; en la izquierda lleva un broquel de madera, reemplazo del escudo de guerra. La danza es ejecutada al son de una caja de las llamadas roncadoras, y una flauta vertical. Las tonadas que ejecuta el flautista cajero tienen cambios de ritmo llamados mudanzas, que originan los cambios coreográficos de la danza. Las mudanzas anteriormente eran doce, aunque a la fecha sólo se conocen seis, pero se practican cuatro. Las otras dos, aunque en un momento debieron ser autónomas, ahora presentan pasos y mezclas de las mudanzas anteriores. Por sus antecedentes ancestrales, la originalidad, la riqueza de su danza y de su vestuario, así como el profundo sentimiento de identificación colectiva, esta danza constituye una valiosa expresión del Patrimonio Inmaterial de Áncash.
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