viernes, 21 de agosto de 2020

Maslenitsa (Rusia)



El invierno en Rusia está dando sus últimos coletazos. Las ciudades, los campos, los bosques, siguen cubiertos de nieve. Sin embargo, la primavera que allí oficialmente comienza el 1 de marzo, se abre paso con fuerza. 
Los días son largos y el sol alegra los rostros. Rusia retoma su ritmo tras el letargo invernal y lo hace con una explosión de fuerza y colorido, con su fiesta más antigua y con más sabor: la Maslenitsa. En las zonas de influencia católica surgió el carnaval y en los países eslavos el mismo contenido tomó otras formas y otros nombres, con un tinte religioso más o menos presente. La Maslenitsa rusa no tiene una ficha fija ya que está ligada al calendario lunar de la Iglesia Ortodoxa y al inicio de la Cuarentena. Las sociedades de Rusia ancestral, previas al cristianismo, siempre tendieron al antropocentrismo. Nunca hubo una religión aglutinante, sino más bien cultos laxos y heterogéneos a los espíritus atávicos del hogar y de la naturaleza, así como un respeto reverencial a los antepasados. Todas esas creencias, con el tiempo, pasaron al santoral ortodoxo ya que resulto muy difícil borrarlas. Por el contrario, la tradición de la Maslenitsa continuó su viaje a través de las épocas, con diversos nombres pero con su forma casi inalterable, hasta la revolución de octubre de 1917. Existen varias leyendas sobre su remoto origen, que se remonta a más de 8000 años. Una de ellas, quizás la más verosímil, la relaciona con la costumbre de preparar blinis (panqueques) durante esos días. En la preparación de los blinis se utiliza la mantequilla (”maslo” en ruso), y su forma es circular y con un color amarillo que recuerda mucho al sol. Los rusos así invocaban al astro rey para que calentara sus heladas tierras y comenzara el nacimiento de la naturaleza y la fertilidad de los campos. Ese quizás es el núcleo de la fiesta: la purificación y el renacimiento, el círculo de la vida. En ese sentido, se enmarca la tradición de hacer muñecos de paja y quemarlos junto con la basura y las cosas viejas acumuladas durante el año. La Maslenitsa siempre fue una fiesta muy alegre y bulliciosa, cuyas vistosas ceremonias, plenas de colorido y de antiguo sentido, transmiten el entusiasmo y temperamento emocional del pueblo ruso.
La Maslenitsa comienza el domingo víspera de la semana de la fiesta, cuando amigos y familiares se reúnen a comer cuyo plato principal era la carne. El lunes se recibía la fiesta y la gente tomaba la calle con sus hijos para divertirse con sus trineos, hamacas y otras atracciones. El martes (Zaigrysh) era el día de las bromas, con canciones populares y chistes. También era el día del cortejo en público entre los jóvenes casaderos. El miércoles era el ”día goloso” donde se consumían grandes cantidades de empanadas, panqueques, caviar, etc., y también se visitaba a la suegra para degustar los panqueques. El jueves (razguliai) era el día más importante en donde comenzaba la Maslenitsa completa y todo el mundo dejaba sus trabajos para darse al solaz: las mujeres cantaban coplas, la gente se entretenía con juegos populares, se encendían hogueras y se saltaba sobre ellas. La competición resaltaba el vigor masculino en carreras de caballos, combates de boxeo y lucha libre. La jornada terminaba con el asalto y la toma simbólica de un castillo hecho de nieve: el invierno había sido derrotado y toda su energía negativa se había disipado en la fiesta. El viernes, las suegras devolvían las visitas. Las relaciones sociales continuaban el sábado, cuando las cuñadas se reunían para fortalecer los lazos del clan familiar. El domingo, la fiesta tocaba a su fin, la gente se pedía perdón por las ofensas, iban a un sauna para purificar sus cuerpos y quemaban el simbólico muñeco de paja. Las cenizas luego se esparcían por el campo para fertilizarlo. Todo volvía a la naturaleza. Estas tradiciones acompañaron a los rusos hasta la revolución comunista, cuando la religión pasó a ser mal vista y el acervo popular quedó olvidado en el pasado. Sin embargo, la Maslenitsa sobrevivió a esto porque era un sentir tan profundo que no se pudo reprimir del todo. Los rusos nunca olvidaron su fiesta, aunque sólo quedó reducida a la preparación de panqueques y las reuniones familiares. Desde hace unos años, la Maslenitsa volvió a recuperar el sitio que siempre fue suyo. Durante la semana de la fiesta, los parques y paseos de las ciudades y los pueblos se pueblan con gente con ganas de disfrutar y muchas de las tradiciones vuelven a revivir. Cantos surgidos directamente del corazón de la tierra rusa: alegres e hipnóticos, y el enorme muñeco vuelve a arder.






















































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