jueves, 20 de agosto de 2020

Dunedin Sound (Nueva Zelanda)



Muchas veces, al surgir un nuevo movimiento social o cultural, se tiende a pensar en los sitios más comunes: grandes urbes ubicadas en poderosas e influyentes naciones como sus puntos detonantes. Sin embargo, no siempre es así, y a veces la inspiración llega de los lugares más inesperados. 
Este es el caso de cómo un país de apenas cuatro millones de habitantes se convirtió en el vivero perenne del Pop. En Nueva Zelanda y el Pop es una relación de amor eterno, un canto a las virtudes inmortales de la música más pegadiza, simple e imperfecta que existe. Durante la recta final de los 80 y los primeros compases de los 90, una ciudad se convirtió en el epicentro de un movimiento que, más tarde, fue reconocido universalmente como Dunedin Sound. En ese tiempo, el mundo del Indie Pop tuvo a Nueva Zelanda como referente. La revista Uncut afirmaba en 2009, que los tres ejes de la comunidad internacional Indie Pop en los 80 fueron Olympia (EEUU), Glasgow (Escocia) y Dunedin. La responsable fue la ahora mítica discográfica Flying Nun. Creada en 1981 por Roger Sheperd, en plena vorágine Post-Punk y con el DIY (Do it yourself) como estandarte, las modestas intenciones del sello, servir de plataforma a las bandas del ámbito local, muy pronto se vieron superadas por la emergencia de grupos como The Clean, Sneaky Feelings, The Chills, The Stones, The Verlaines, Straitjacket Fits, The Bats, etc., convirtiendo a la discográfica en la más importante del país, y el paraguas bajo el que se desarrolló el llamado Dunedin Sound, que durante la década de los 80 aupó a varios de estos grupos al éxito y prestigio nacional e internacional. Dunedin es una ciudad de estudiantes, llena de gente creativa e inteligente, que tiene a crear expresiones radicales y diferentes. La mayoría de los grupos tuvo un contacto más o menos cercano con la Universidad de Otago, pero las gotas del Pop neozelandés se esparcieron por todo el archipiélago. En esos días, de un momento a otro había muchos conciertos en vivo, dueños de locales y salones de baile estaban contratando y organizando eventos por doquier.
 
Acordes abiertos tocados en ”Jingly Jangle” al estilo de Beatles (por lo general, con guitarras de doce cuerdas), líneas de bajo constantes y muchos, pero muchos sintetizadores, fueron la base en la que el Dunedin Sound asentó su estructura. Vocalmente, la interpretación siguió la tendencia Punk, al estilo The Stooges, con cantantes más enfocados en la fuerza de la interpretación que en su entonación. Como todas las etiquetas, el Dunedin Sound agrupó bandas e idiosincrasias muy diferentes, pero con algunas características comunes: un estilo propio, lo-fi, abierto a miras y expansivo, fomentado por la insularidad y proximidad de las bandas, donde la guitarra era el eje de los temas, con el Punk-Rock de los Stooges como germen pero rápidamente conviviendo con la Velvet Underground, el Jngle y la Psicodelia sesentera tipo Byrds. La interrelación entre los miembros de las bandas era máxima: compartían estudios, equipos y escenarios, e intercambiaban sus miembros en un ejemplo de promiscuidad artística difícil de superar. La búsqueda de un estilo propio no sólo se limitó a la música, sino que también a la moda. “Dunedin está fuera del resto de Nueva Zelanda y Nueva Zelanda está fuera del mundo”, se cita en el documental ”La escena musical de Dunedin” (1988). Si Nueva York tuvo su CBGB, Dunedin tuvo The Pitz, una taberna en donde todas las bandas con música original encontraron un foro para expresar su arte. Chicos de escuela, que aún ni podían entrar a esos lugares conformaban las agrupaciones que noche tras noche abarrotaban el lugar. No todos los grupos eran oriundos de la ciudad, pero prácticamente todos tenían fuertes lazos con esta. Hacia mediados de los 90, la estela de Flying Nun, comenzó a apagarse hasta su resurrección en 2009. Pero el legado de sus grupos sigue vigente, así como su filosofía. Se manera irónica, el paso del tiempo, la falta de apoyo y la indiferencia del público, que se volcó a otros nuevos estilos, terminó por apagar la llama del movimiento. En los últimos años aparecieron nuevas bandas que comenzaron a llamar la atención dentro y fuera de Nueva Zelanda. La mayoría de ellas son muy jóvenes, apoyadas en una pequeña pero apasionada red de locales, colectivos artísticos y sellos discográficos.

 


 
The Clean

The Verlaines

The Chills

Jean-Paul Sartre Experience

Bird Nest Roys

Bailter Space

The Dead C

The Puddle

High Dependency Unit

Straitjacket Fits

 Sneaky Feelings

The Snapper

The Renderers

This Kind of Punishment

The Terminals

Superette

 The 3Ds

Able Tasmans

 Tall Dwarfs

Look Blue Go Purple





























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